La siguiente pregunta es obligada ¿Hay una alternativa ecológica a la electricidad, el gasóleo y los gases combustibles para calentar nuestros hogares? La respuesta es clara: sí y además es más económica. Hablamos de la biomasa.
Desde que descubrimos el fuego, hemos quemado de todo para calentarnos, por lo que la biomasa no es un combustible que podamos llamar nuevo. No obstante, la vuelta a combustibles más sostenibles es ahora posible gracias a calderas automáticas que hacen tan fácil quemar biomasa como quemar gasóleo o cualquier gas.
Son muchas las marcas que apuestan por la biomasa en formatos cada vez más pequeños, en lo que parece ser un exitoso futuro en el sector doméstico.
El problema fundamental para poder ofrecer la misma comodidad con la biomasa que con los combustibles fósiles era la alimentación de la caldera. Era necesario alimentarla en continuo y sin intervención del usuario, para lo que hubo que alterar la forma, tamaño y consistencia de la leña. La solución fue un formato muy conocido en la industria maderera, el pellet.
Los primeros pellets surgieron como forma de rentabilizar el serrín de los aserraderos. Se prensaba el serrín, y la propia lignina y savia de la madera permitía crear unos cilindros compactos y con alto poder calorífico. Ahora era necesario alimentar la caldera, para lo cual nada más fácil que reducir el tamaño del pellet y un tornillo sin fin que inventó el señor Arquímedes.
Los pellets abrieron la puerta a otros combustibles y subproductos de la industria agroforestal como la paja, ramas, viruta, sarmiento, podas de uva, orujos, hueso de aceituna, orujillo, cáscaras de frutos secos, paja, cascarilla de arroz, girasol… eran todos baratos, ardían bien y tenían un tamaño adecuado.
Un problema de volumen, no de precio
Un kilo de biomasa tiene aproximadamente la mitad de poder calorífico que un litro de gasoil, esto es entre 4.000 y 5.000 kcal/kg. De esta manera, si para una vivienda necesitamos 2.000 litros de gasoil año, necesitaré 4.000 kg. de biomasa, lo que en volumen son unos 6 m3. Quizá sea esta la razón por la que donde primero se está implantando la biomasa es en las comunidades de vecinos y en las viviendas aisladas, donde el espacio no es tan problemático.
Las calderas más pequeñas suelen incorporar depósitos de combustible y un formato habitual de biomasa son los sacos de 15 kg, aproximadamente un 50% más del consumo medio por hogar y día. ¿Dejaremos de escuchar el butanero por el biomasero?
Solventado el problema del espacio, la biomasa es más económica que el gas natural. El precio por kWh es de aproximadamente un céntimo más barato en media, y la compra de grandes volúmenes puede llevar a ahorros de hasta 2 céntimos. Además, se evita el término fijo.
La revolución de la biomasa: la caldera policombustible
Hasta ahora, cuando se pensaba en instalar una caldera de biomasa había que meditar seriamente qué tipo de combustible iba a ser empleado. Al fin y alcabo, la elección iba a ser como un matrimonio y teníamos que meditar profundamente qué novio elegíamos.
Para evitar malas elecciones, la industria ha buscado la solución del millón: la caldera de biomasa policombustible. Calderas donde indistintamente podrás utilizar pellets, cáscaras de frutos secos, huesos de oliva u orujillo y por tanto, buscar la mejor oferta para el invierno, incrementando mucho las posibilidades de ahorro.
El camino hacia la biomasa es cada vez más evidente. En ferias especializadas como Expobioenergía observamos que son muchas las marcas que apuestan por la biomasa en formatos cada vez más pequeños: Chaffoteaux, Vaillant, Saunier Duval, Junkers… van uniéndose a lo que apunta ser un exitoso futuro en el sector doméstico.
Que no te den gato por liebre
Pero claro, no toda la biomasa es sostenible ni da el mismo calor. Tanto la industria de la biomasa, Avebiom como Aenor han dictado varias normas y sellos de garantía en los que se certifica que ese combustible tiene un cierto poder calorífico y que procede de fuentes renovables y sostenibles.