1. Alguien, ella o él, pregunta cortésmente: ¿Qué vino te apetece beber? Mmmmm… ¡Trampa mortal! Si el que lo preguntó entiende de vinos o es un sumiller camuflado, ojo con la respuesta porque te puede llevar a la tumba emocional. Nunca, nunca, hay que exclamar alegremente: “Uno blanquito y fresquito, que a mí esos me entran muy bien”. Horror vacui. Nos has dejado sin palabras. Primero, porque de repente te has convertido en Flanders, el vecino plasta de Homer Simpson (sólo te quedaría añadir… “¿Nuestro amor incipiente? Pues lo he asesinadito”). Segundo, porque “entrar” y “fresquito” no están en el vocabulario del vino, ni de las cenas románticas. Un “elige tú, que esta noche no estoy inspirado/a” es un salvoconducto. En nuestra agenda mental, le ponemos la etiqueta: “No repetir”.
2. Uno de los dos os habéis currado de verdad la elección del restaurante. Tienen una carta bárbara, de esas que te hacen soñar según vas leyendo. Haces tu elección feliz e indocumentado y, de repente, cuando aparece el manjar con el que soñabas, el de enfrente te pregunta con aviesas intenciones: “Uf, ¿pero te vas a comer todo eso?” ¡Arggg! (y piensas por dentro: si te parece, guapa/o lo he pedido porque soy un ser contemplativo). Etiqueta: “Cenar, nunca más”.
3. Llega el segundo plato. No tienes mucha idea de lo que pidió tu pareja, pero en cuanto llega a la mesa y lo prueba, ella/él exclama: “¡Ay no, no, noooo!… Es que mi ex lo bordaba… qué pena, no está tan bueno”. ¡Grrr! El agraviado sólo piensa por dentro: “Dame su teléfono que le invitamos para que venga y le de un buen consejo al chef mientras yo tiro de agenda a ver quién está libre, preciosa/o”. Etiqueta: “Espécimen bajón”.
4. El postre. En esto hay hombres que lo clavan. Tú, tipazo, horas de gimnasio, abdominales de vértigo, piernas como columnas salomónicas, pechos turgentes de tanto darle al pectoral fly… has cometido el pecado de pedir un coulant de chocolate que sólo te permites una vez al año. Llega, salivas mientras te lo sirven, y él, clava su mirada en tí y exclama: “Ya sabes lo que dicen: un segundo en el paladar… y toda la vida en las caderas para lamentarlo”. ¿Le matas? No, lo borras de la lista y le pones la etiqueta: “SS -Sólo Sexo”.
5. La cena ha sido un éxito, habéis llegado al postre salvando todas las situaciones anteriores. No os habéis pasado de listos en el vino; habéis respetado las elecciones de la carta; os habéis relamido con los postres e incluso ha habido tocamientos bajo el mantel… La cosa promete. Después de compartir gastos, como habíais quedado, uno de los dos exclama: ¡Qué cena más agradable! Me encantaría que este fin de semana vinieras a casa de mis padres! ¿Quéeeeeeee? Etiqueta: “Sólo en caso de emergencia”.