Hasta hace casi tres siglos, antes de que la Revolución Francesa acabara con la fastuosidad de la época Rococó, las joyas formaban parte habitual de la indumentaria femenina y masculina en la cultura occidental: broches, anillos, brazaletes y collares eran símbolo de estatus social o posesión de altos títulos nobiliarios. Durante el siglo XVIII, Francia se convirtió en la cuna intelectual de la Europa ilustrada y, a su vez, en la capital mundial de la alta joyería; al tiempo que las ideas políticas y filosóficas del Siglo de Las Luces se extendían por el Viejo Continente, surgieron en el país galo históricas maisons que llevaron su legado de artesanía y creatividad por todo el territorio europeo, incluyendo entre sus clientes a emperadores, aristócratas o miembros de las cúpulas religiosas.
En este contexto nació la maison Chaumet en 1780, de la mano de Marie-Étienne Nitot, en una época en la que comenzaban a popularizarse los diseños inspirados en la naturaleza –plantas, flores y pájaros– frente a los barrocos y renacentistas de la Inglaterra victoriana. Este autodenominado ‘joyero naturalista’ fue nombrado proveedor oficial del I Imperio Francés tras elaborar la espada de Napoleón Bonaparte para su coronación en 1804, así como la tiara papal que vistió en aquella ceremonia el Papa Pío VII. A principios del siglo XIX –cuando Napoleón devolvió a Francia el título de epicentro mundial de la producción de bienes de lujo–, Chaumet se convirtió en firma de referencia de la alta joyería de estilo imperial. Para ello, traspasó las fronteras del espacio –ofreciendo a sus clientes europeos fascinados por el orientalismo piezas inspiradas, por ejemplo, en los árboles de cerezos japoneses– y las del propio diseño –reinterpretando las corrientes estéticas que surgían en Europa, en especial el romanticismo, que exaltaba la belleza y formas de la naturaleza–.
Esta historia de excelencia creativa continúa intacta casi 300 años más tarde, cuando la alta joyería reivindica una nueva relación con el ser humano. “Se trata de un arte que, sobre todo después de la pandemia, cuestiona el vínculo de las personas con el tiempo. Vivimos a veces de forma frenética y la joyería nos permite pararnos a observar, admirar una pieza como si de una escultura se tratara”, comenta Jean-Marc Mansvelt, CEO de Chaumet, para quien esta disciplina es una ventana a la creatividad y una de las mayores expresiones de artesanía que el ser humano puede concebir.
En los atelieres de la maison –ubicados junto a su boutique, en el número 12 de la parisina Place Vendôme– es donde se crea toda la magia. Auténticos laboratorios de ideas para presentes y futuras colecciones, sus artesanos, quienes se forman en torno a una media de diez años, enriquecen el legado creativo de la firma inspirándose en disciplinas como la botánica, los grabados o la pintura. Allí, el tiempo es la pieza fundamental para dar vida a auténticas obras de arte que, más allá de su valor crematístico y simbólico, capturan la esencia del pasado para ofrecer al cliente un objeto que tenga sentido en la actualidad.
La última gran apuesta de la casa es su colección de alta joyería Ondes et Merveilles, un homenaje al mar como fuente de inspiración recurrente en numerosas obras de artistas –escritores, pintores, directores de cine…– a lo largo de la historia. Está compuesta por 69 piezas divididas conceptualmente en tres capítulos: Ondas animadas, Orillas y Ondas habitadas. Cada una de ellos simboliza una reinterpretación del océano a través de los ojos de Chaumet, inspiradas en elementos como los habitantes de sus profundidades, las olas, la arena o los marineros.
Espíritu visionario
Pionera en diversos aspectos, Ondes et Merveilles es la primera colección de alta joyería que la maison presenta en cuatro años –hasta antes de la pandemia, revelaba una por año–, la primera que toma el océano como argumento principal y la primera en incluir una línea de broches unisex. Así, el hombre es por primera vez protagonista en el set Encres (tintas, en francés), cinco piezas que interpretan los símbolos de los tatuajes asociados a los marineros. Anclas, barcos de dos mástiles o botellas de cristal de roca son recreados con rigurosa meticulosidad a través de turquesas, rubíes en corte de corazón, zafiros redondeados o diamantes de talla brillante. Esta línea de broches transformables –pueden alojar una cadena de oro para convertirse en colgante– rinde homenaje a la vida y al movimiento, jugando con los volúmenes, cortes y colores de las piedras preciosas.
Con la creación de Encres, la maison pretende “preparar el mercado” para un mayor uso de la alta joyería por parte de los hombres. Aunque la industria ya vive cambios en esta dirección –varios actores asistieron al Festival de Cannes 2022 luciendo alta joyería–, para Jean-Marc Mansvelt, que esta forma de arte vuelva al vestir masculino es una cuestión de educación. “Aún es un mercado muy limitado comparado con el femenino. Al igual que sucedió con la cosmética, queremos que el hombre perciba de forma gradual la alta joyería como una posibilidad, comprendiendo su respeto a un sector de momento centrado en la mujer”.