La boda real sueca ya está aquí. Durante varios ensayos en la capilla del palacio real de Estocolmo, pudimos ver a Hellqvist acompañada de dos grandes amigos que se encargan de la peluquería y maquillaje en el gran día. William Wärnild, frente al maquillaje y Marre Hitti, frente al cabello. También conocimos a parte del concejo nupcial -además de la princesa Estelle-, a Chloe y Anais, hijas de un sobrino de la reina Silvia. Los rumores acerca del diseño apuntaban a que Sjösted sería la modista.
Pero ya ha habido otras princesas que han dejado la confección de su traje nupcial en manos de un diseñador autóctono. Por ejemplo, Kate Middleton escogió un vestido de Sarah Burton para Alexander McQueen, Mary Donaldson uno del danés Uffe Frank e incluso nuestra actual reina, Letizia Ortiz, optó por dejar dicha tarea en manos del español Manuel Pertegaz.
El gusto, primero
Sin embargo, otras novias han preferido decantarse por opciones seguras que encajan con sus gustos más allá de la nacionalidad del autor. Máxima de Holanda, Madeleine de Suecia y Charlene Winstock son prueba de ello, ya que las tres prefirieron encargar sus respectivos vestidos a firmas italianas; las dos primeras a Valentino y la última a Armani.
Otros de los elementos que cobran gran importancia en cualquier boda, pero especialmente tratándose de la realeza, son los accesorios. La duquesa de Cambridge lució una tiara Cartier que la reina Isabel II le cedió, de Mary de Dinamarca destacaron sus pendientes de platino, diamantes y perlas de los Mares del Sur, Letizia prefirió unos de su madre y la corona de Stephánie era una joya de la familia que contenía 206 brillantes. No esperamos que los complementos de la bella Sofía sean menos.