El pasado 13 de noviembre Ginebra contempló cómo se vendía a Harry Winston, con sede en Estados Unidos, un elegante diamante rosa de 19 quilates –antes conocido como el diamante Pink Legacy– por 50,4 millones de francos suizos (algo más de 57 millones de euros). Según un comunicado de prensa de la casa de subastas Christie’s, la subasta duró sólo cinco minutos antes de ser declarada el diamante rosa más caro jamás vendido en la subasta, con un peso de más de 2,6 millones de dólares por quilate.
Pink Legacy era propiedad de la familia Oppenheimer, que lideró al gigante minero De Beers durante un siglo, y ha sido reinventado como el ‘Winston Pink Legacy’ por sus nuevos propietarios. El diamante en sí fue encontrado en una mina sudafricana hace un siglo y fue tallado en 1920. Según Christie’s, los diamantes Fancy Vivid Pink, según la clasificación del Gemological Institute of America (GIA), son «prácticamente inéditos: en más de 250 años de historia de las subastas en Christie’s, sólo cuatro de estas piedras han salido a la venta».
Los científicos clasifican los diamantes en dos tipos principales: I y II. En este último, el diamante tiene un color particularmente raro, casi homogéneo. Los diamantes rosados pertenecen a esta categoría. Estas son piedras que tienen poco o ningún rastro de nitrógeno y que constituyen menos del 2% de todos los diamantes de gema. Las piedras de este tipo son algunos de los diamantes químicamente más puros, a menudo con una transparencia y brillo excepcionales.
Mientras que la mayoría de los diamantes rosados exhiben un modificador de color como el púrpura, el naranja, el marrón o el gris, el ‘Pink Legacy’ no muestra ningún rastro de un color secundario.
Como era de esperar, a medida que la oferta de diamantes de color de alta calidad se vuelve cada vez más limitada, la demanda ha aumentado, empujando el precio de las piedras hacia arriba drásticamente. Es una tendencia que parece continuar, a pesar del crecimiento del mercado de diamantes sintéticos.