Cuando el dinero deja de fluir, la imaginación comienza a trabajar como un ordenador multitarea. ¡Cuántos agricultores se echarían las manos a la cabeza viendo, por ejemplo, el precio de los tomates de huerta en unos grandes almacenes (8 euros el kilo). Ya sabemos a estas alturas que a ellos, que se desvelan por mimarlos y escribirles odas -como la famosa a la calabaza de Jose Luis Cuerda, en Amanece, que no es poco– no les llega ni la décima parte, pero este es el sistema en el que vivimos.
Ya, pero también hay mucha gente que no se resigna. La propuesta de Olfo nunca llegó a cuajar, pero sí lo ha tenido cabida en un montón de lugares que han tenido las ganas y la disposición de hacerlo, desde Cataluña y Madrid hasta Australia. Todavía ninguno como el ejemplo fascinante de urbanidad comunal de Todmorten, en Gran Bretaña.
La herencia de los Victory Gardens
Justo después de la II Guerra Mundial hubo una iniciativa vecinal que dieron en bautiza como los Victory Gardens. Se trataba de cultivar en jardines privados. Realizar huertas para paliar el hambre de la posguerra. Se ve que en estos tiempos, un poco críticos también, Todmorden ha recogido el testigo.
Es un pueblo cercano a Manchester, en el norte de la isla. Allí, unos 300 voluntarios dedican un par de mañanas al mes para plantar frutas y verduras en 70 espacios públicos cedidos por el ayuntamiento. Cualquiera puede servirse de cualquier producto que necesite, alargando la mano o dándole un poco a los riñones -según lo que se quiera-. El cerebro gris es Pam Warhust y su finalidad, que todos los habitantes del pueblo coman más sano y sin gastarse un solo penny. Ni siquiera han puesto reparos a que se cultive en el cementerio ¡Lo que diría Mariló Montero!
Una ruta verde por Todmorten
Encima y con la pasión que se gastan los británicos por el mundo vegetal, el pueblo de Todmorten se ha convertido en una especie de museo botánico, y funciona como una atracción fantástica que les supone ingresos extras. Lo tienen fantásticamente explicado: según llegas te dan un mapa con la ruta verde por la que puedes ir recolectando a la vez que disfrutando de las especies vegetales. Como son tan educados, nadie se lleva más de lo que podría consumir en un par de días. No me imagino yo a Benidorm -por decir un lugar en el que se junta mucha gente- convertido en Todmorten.
Los negocios locales han crecido hasta en un cincuenta por cierto y el movimiento relacionado con la agricultura de proximidad -lo que tantas veces me explicó Imanol Arias sobre la trazabilidad- de cultivo colectivo y social, les ha otorgado un puesto de honor en el mapa de la lucha para preservar el medio ambiente.
La idea la han extendido a los huevos para que tampoco tengan que pagar por ellos. Su meta es conseguir 30.000 unidades semanales dentro de 4 años, justo para abastecer a toda la población ¡Ay! si fuéramos ingleses…