Estas navidades veremos continuamente a Gisele Bündchen recostada en un gran número 5 y la sonrisa XXL de Julia Roberts porque la vida es bella. Y lo haremos tantas veces que nos entrarán ganas de ponerles un plato a la mesa en Nochebuena (ya quisieran muchos, por otra parte). Los anuncios de perfumes, a una frecuencia de 10 por cada intermedio televisivo, forman parte de la navidad casi tanto como el abeto decorado. Porque se sobreentiende que regalar perfumes es una idea buenísima. Un buen recurso. Un acierto seguro… ¿Seguro?
Lo mejor es regalar fragancias a “personas con las que tengamos mucha confianza y conozcamos bien sus preferencias”.
Tenemos la idea de que regalar fragancias y productos de cosmética es algo tan personal que corremos un riesgo al obsequiarlo a ciegas, por si se considera poco apropiado, un exceso o simplemente no es del gusto del agasajado. Ana F. Pardo, profesora de protocolo social de la Universidad Camilo José Cela de Madrid, explica que perfectamente se pueden regalar perfumes o cualquier otro producto de cosmética en navidad: “Pero preferiblemente a personas con las que tengamos mucha confianza y conozcamos bien sus preferencias”.
Es decir, que si en nuestra carta a los Reyes Magos pedimos para nuestra madre/hermana/prima/mejor amiga que le traigan el perfume de toda la vida o ese nuevo rojo de labios que (prometen) durará eternamente, evidentemente habrá sido un acierto. En ese caso, la cosmética nunca falla y seguramente les hagamos muy felices porque se trata de cosas muy ligadas a las sensaciones (el olor, el color, la textura, la imagen…).
Conocer a la persona es clave para acertar
Sin embargo, hay una frontera que no siempre se debe sobrepasar. Un fondo de maquillaje o un tratamiento facial anti-envejecimiento puede no ser tan bien recibido si el obsequio es para alguien a quien no conocemos mucho. “El límite es la relación de confianza y el conocimiento de sus preferencias. La cosmética es algo muy personal y corremos el riesgo de meter la pata o no agradar teniendo una excelente oportunidad para conseguirlo”, añade Ana F. Pardo. Así por ejemplo, no sería lo más correcto llegar con un producto de cosmética para un jefe o un compañero de trabajo que nos ha tocado en el amigo invisible y con los que nos une una mera relación profesional. “En el ámbito laboral, es mejor huir de regalos muy personales”, dice la experta en protocolo. El riesgo de meter la pata es alto.
“El perfume es la excepción si conocemos el que usa el destinatario”
Y pese a que podamos pensar que escoger una fragancia como regalo es más arriesgado que otro cosmético, porque entra dentro de la personalidad y el gusto del otro, Pardo lo desmiente. “El perfume sería la excepción si conocemos el que usa el destinatario. Es algo muy personal sólo si se desconoce esta información; pero si sabemos su preferencia, acertamos seguro. Es más arriesgado regalar tratamientos de belleza o productos de maquillaje, por ejemplo”.
Y si no, siempre quedan los obsequios cosméticos “políticamente correctos”. Unos jabones de tocador, unas sales de baño, unos polvos aromatizados o unas velas perfumadas… Aunque corras el riesgo de que no los usen jamás y permanezcan para siempre como decoración en sus aseos, tú habrás quedado de cine.