El principal material de construcción de la arquitecta Ángels Castellarnau es la tierra. La apisona con costras de mortero de cal y la aligera con paja. Es una técnica ancestral –conocida como tapia calicostrada– que en Sudamérica se utiliza por su bajo coste; en América del Norte y Australia se enmarca en una arquitectura de capricho y en Europa empieza, no sin reticencias, a abrirse un hueco como instrumento de sostenibilidad. Castellarnau, al frente de su estudio Edra, ha construido con ella –rehabilitando una masía del siglo XVIII–, un hotel de cinco estrellas y tres plantas –nada fácil con este material– que figura entre los 40 finalistas de todo el mundo del premio internacional Terra Fibra, con sede en París.
El hotel se llama Torres del Marqués, pertenece a Small Luxury Hotels y se encuentra en la comarca turolense de Matarraña. No tiene pvc, ni aluminio, ni acero. Pero la cuestión de los materiales es solo un elemento más en un concepto de arquitectura que trasciende el de sostenibilidad para adentrarse en terrenos más ambiciosos, con vocación de motor del entorno rural y la implicación de sus medios personales y naturales en cada proyecto: utilizando la tierra del lugar, la madera del bosque cercano, el artesano o el ceramista local. O usando lana de oveja para aislar una vivienda, como hizo en un paraje oscense de tradición ganadera. “Nuestros proyectos tienen que generar cambios –explica Castellarnau–. Es una arquitectura que da un paso adelante, en lo material y en lo social. Y si no es posible, ese proyecto no tiene sentido, hay que buscar otro”.