La Mansion Playboy, la fachada del sueño americano de Hugh Hefner

La Mansion Playboy, la fachada del sueño americano de Hugh Hefner

La Mansion Playboy, la fachada del sueño americano de Hugh Hefner

Vivir en la PlayBoy Mansion West de Los Ángeles no es solo vivir en la casa del archiconocido Hugh Hefner. Es, también, asistir a la historia del sueño americano. A la historia de un hombre de buena educación pero hecho a sí mismo, que buscó pronto la fama y el dinero y se empeñó en hacer realidad aquel sueño por atípico que pudiera resultar cómo la había concebido. La Mansion Playboy es, en efecto, el símbolo de un sueño que, en realidad, se había fraguado en Chicago algunos años antes. Fue allí donde Hugh Hefner compró su primera mansión, y allí donde comenzó a codearse con lo más selecto del establishment estadounidense sin renunciar a su filosofía de vida: vivir rodeado de mujeres hermosas. Hoy, pasados los años de la ostentación y los excesos, las residencias de Hefner son el símbolo de la decadencia del hombre y su personaje, de una decadencia física y biográfica que no perdona ni a los más poderosos.

 Ya en el ocaso de Hefner, y para sorpresa de la mayoría, hemos podido comprobar que, en realidad, la excéntrica residencia angelina acabaría teniendo un precio: 100 millones de dólares o, lo que es lo mismo, 87,9 millones de euros. Es la cantidad que el joven multimillonario Daren Metropoulus, heredero del imperio de Donettes, pagó el año pasado por la mansión donde el fundador de Playboy ha vivido con su harén de playmates durante más de cuatro décadas.

Hefner no se trasladó al sol de Los Angeles hasta 1974, antes vivió en Chicago, en una mansión ubicaba en el distrito histórico Costa Dorada de la capital de Illinois que había adquirido en 1954. Era una casa señorial de estilo francés neoclásico, construida en ladrillo rojo y granito, que contaba con cuatro plantas y 72 habitaciones. Había sido proyectada en 1899 por James Gamble Rogers, autor de muchos de los edificios del Campus de la Universidad de Yale, y sus primeros propietarios, ironías del destino, acostumbraban a organizar fiestas a las que llegaron a asistir personajes tan ilustres como el presidente Theodore Roosevelt o el explorador Rober Peary. Las dimensiones del edificio permitieron a Hefner vivir con las primeras aspirantes a playmates, e incluso acoger a las camareras que trabajaban en el cercano Playboy Club, que, en todo caso, abonaban un modesto alquiler de 50 dólares mensuales. Hefner imprimió su sello personal a la mansión de Chicago, donde, ya en la puerta, antes de entrar, podía leerse, en una placa de metal, una inscripción con el texto “si non oscillas, noli tintinnare (“Si no te balanceas, no llames”), una clara metafóra de lo que sucedía al cruzar la puerta.

La mansión PlayBoy de Los Angeles cuenta hoy con distintas edificaciones, todas ellas de estilo neogótico. La primera, adquirida por Hefner en 1971 por 1,1 millones de dólares, constituye el embrión de un complejo de mayores dimensiones que el creador de Playboy fue completando con los años. El edifico contiguo al principal fue adquirido en 1996 para que su ex mujer, Kimberly Conrad, y los hijos de ambos, pudieran vivir cerca del magnate. Un tercer edificio, que según Hefner ha declarado en diferentes medios de comunicación es su joya, se conoce como ‘The Playmate House’. Es allí donde las modelos de Playboy hacían sus apariciones más sensuales para quedarse varios días y disfrutar de las fiestas.

La 22 habitaciones de la mansión han sido escenario de algunas de las fiestas organizadas por Hefner para personajes del espectro hollywoodiense y del showbusiness. La lista de nombres que acudieron a las fiestas de Hefner y sus playmates es, prácticamente, interminable. Una de las fiestas más celebradas, no por cierto para Hefner, fue la que, en 1972, tuvo como ilustres invitados a los Rolling Stones. Y es que, tal como relató Keith Richards en una entrevista publicada por Esquire en 2015 con motivo de la presentación del álbum Crosseyed Heart, la mansión estuvo a punto de arder: “Bobby, – el saxofonista de la banda, Robert Henry, durante la década de los 70-, y yo estábamos en uno de los baños de la residencia y mientras nos preparábamos un porro no nos dimos cuenta de que la cortina de la ventana se prendió con el mechero”. Lo siguiente que recordaba el guitarrista era mucho ruido y un enorme revuelo en el que pudo distinguir las sirenas de las ambulancias y de los coches de bomberos que acudieron a arreglar el desaguisado.

Keith no fue el único en dar una mala noche a Hefner. Los Beatles tampoco se libraron, y John Lennon estuvo a punto de pelearse con Hugh al apagar un cigarrillo sobre su Matisse, cuadro del pintor francés que posee. Aunque quizás los episodios más polémicos, que han salido a la luz no hace mucho, son los que ha involucrado al cómico Bill Cosby, un asiduo a las fiestas y que según el relato de sus presuntas víctimas sucedieron en la Mansion Playboy. Judy Huth ha sido una, de las cerca de veinte mujeres, que ha acusado al protagonista de ‘El show de Cosby’ de haber tenido relaciones no consentidas con él. En su caso tuvieron lugar en 1974, recién trasladado Hefner a Los Angeles, cuando aún Judy era menor de edad. También la modelo Chloe Goins acusó al actor de haber abusado sexualmente de ella en una fiesta de Hefner en donde además ha narrado que había un gran consumo de drogas.

Eran los años 70, época en la que la industria del porno se movía en Estados Unidos sin una regulación clara y donde la línea entre  delito y legalidad era muy difusa. El desenfreno presidió la casa durante toda la década de los 80, hasta que Hugh se casó con la playmate Kimberley Conrad, en 1989, matrimonio que trajo una cierta “tranquilidad” al hogar, en el que nacieron y se educaron sus dos hijos Cooper, el pequeño, quien adora a su padre y es el encargado de continuar el negocio familiar, y Glenn. La lista de nombres ha seguido creciendo, incluso en el declive del magnate, y los últimos nombres ilustres han sido los de Rihanna y Leonardo DiCaprio, para ellos la mansión pudo ser testigo del inicio de su breve relación. 

La Mansion de California tenía uno de sus grandes atractivos en la piscina en cascada del jardín. El buen tiempo que reina en Los Angeles durante todo el año –la media de la ciudad es de 27 grados, y en invierno no se baja de 18-, le permitía disfrutar de ella, siguiendo la estela de la gran piscina climatizada en la que se fotografió casi como si de un James Bond se tratara en la primera Mansion Playboy de Chicago durante la década de los 60 y los 70. En la piscina con cascada o “grotto” como la conocían quienes la disfrutaban, Hefner confesó haber vivido la mejor experiencia sexual de su vida con su novia y otras 17 playmates el día de su cumpleaños.

El interior ha podido verse tras la publicación en 1998 del libro ‘Inside the Playboy Mansion’, en el que además de contarse la biografía del magnate editorial se fotografiaron muchas de las habitaciones y rincones favoritos de Hugh, que hasta entonces solo se habían visto en alguna película o videoclip.

La mansión es una joya arquitectónica, y al diseño de Arthur R. Kelly, que proyectó la residencia en 1927, se suma el trabajo del interiorista Ron Dirsmith, contratado por Hefner para darle el aspecto señorial y distinguido de ‘bon vivant’ que ha buscado transmitir ante la sociedad estadounidense. Las fotografías muestran muchas dependencias en las que la madera es el principal elemento de decoración, al igual que grandes muebles y tapizados florales. En la entrada a la sala de cine con la que cuenta la casa ya se anticipa su recargado estilo. En el hall de entrada a la sala – se puede ver ilustrando este reportaje- se abre una escalera en U flanqueada por dos figuras en madera que recuerdan las esculturas grotescas de las gárgolas medievales y llevan el estilo neogótico de la construcción a su máxima expresión.

La mansión esconde un gran número de secretos, pero aún quedaba uno por salir a la luz. Coincidiendo con la celebración del 79 cumpleaños de Hefner, los redactores de la revista descubrieron unas fotografías polaroid fechadas en 1977 en las que se veían unos dibujos a modo de planos de unos túneles y obreros excavando. En los planos se pueden leer las iniciales JN, WB o JC, que corresponden a Jack Nicholson, Warren Beatty o James Caan, el actor que encarnó a Sonny Corleone en ‘El Padrino’. Caan ha reconocido que utilizaba un túnel que llevaba a la mansión y nunca ha negado la participación en las fiestas de Hefner, llegando a afirmar que la Mansion Playboy era “el mejor club nocturno del mundo”. Estos túneles se cerraron en 1989 coincidiendo con el matrimonio con Kimberley, y aunque no hay confirmación oficial, en esas fechas todos los actores mencionados vivían cerca de la Mansion Playboy, por lo que es muy verosímil que los túneles no hayan formado de la fantasía, sino que fueran una realidad.

El matrimonio con su segunda esposa se rompió en 1998, aunque el divorció no se materializó hasta el 2009, y ya en 1996 Herf compró el primer edificio de los cincos que conforman el complejo residencial actual para que Kimberly Conrad viviera con sus hijos, y gracias a la cercanía de la residencia le permitiera seguir viéndoles.  

Una vez que Hugh se liberó de las ataduras del matrimonio la Mansion Playboy intentó resurgir de sus cenizas, pero, ya era demasiado tarde. Los últimos testimonios de esta decadencia han llegado, en la mayoría de las ocasiones, en forma de libro. Es el caso de ‘Down the Rabbit Hole‘, escrito por Holly Madison, una de las playmates  y novia de Hugh Hefner, que vivió entre 2000 y 2008 en una de las dependencias de la casa. Según su relato, el edificio había sufrido el paso del tiempo y su propietario no lo mantenía en la mejor de las condiciones. Dejaba que los perros se orinasen en las alfombras y los colchones de los dormitorios estaban destrozados y muy sucios -los detalles que aporta son realmente sórdidos- y todo la casa estaba desordenada y llena de polvo, sin cuidar y necesitada de una buena reforma.

Las últimas imágenes que se han publicado del interior de la casa son de 2013 y corresponden a una sesión de fotos de la celebración de la comida anual de la revista Playboy, en la que se rendía homenaje a Raquel Pomplun. Aunque no se aprecia un excesivo deterioro, queda patente lo anticuado y pasado de moda de la decoración.

Ni su última mujer, Crystal Harris -se casaron en 2012-, ha podido devolver a la mansión el esplendor perdido. Hefner ha preferido vender la propiedad, aunque pueda seguir viviendo en ella hasta su muerte, en lo que es el último canto de cisne de un hombre que lo tuvo todo y que vivió su peculiar “sueño americano”, en el que la fachada es lo único que importa, fachada que es lo que mejor ha sabido envejecer en la Mansion Playboy. 

Salir de la versión móvil