“¿Tienes un cuadro de Amalia Avia? ¿Sabes de alguien que lo tenga?”. El año pasado, el escritor Rodrigo Muñoz Avia acudió a las redes sociales con mensajes como este para tratar de localizar pinturas de su madre. Con dos objetivos: catalogar su obra –la familia tenía localizados unos 800 cuadros de los más de 2.000 que pintó– y ayudar a preparar la exposición que, bajo el título El Japón en Los Ángeles. Los archivos de Amalia Avía, dedica a la artista la Sala Alcalá 31, de Madrid, a partir del 23 de septiembre.
Amalia Avia (Santa Cruz de la Zarza, Toledo, 1930 – Madrid, 2011) comenzó su trayectoria pictórica en el estudio de Eduardo Peña, en Madrid, en los años 50, época en la que conoció a muchos de sus posteriores compañeros de generación –entre ellos, el pintor Lucio Muñoz, con quien se casó en 1960–. Su primera exposición individual se presentó en 1959 en la galería Fernando Fe y, posteriormente, participaría también en numerosos muestras por todo el mundo en torno al llamado realismo español. De hecho, Avia se encuadra en el grupo de amigos conocido como realistas de Madrid del que también forman parte figuras como las de Antonio López, Esperanza Parada, Isabel Quintanilla, María Moreno, Julio López Hernández y Francisco López Hernández.
La pintura de Amalia Avia aborda principalmente temas urbanos, mostrando una belleza en edificios y fachadas dañadas por el tiempo que en ocasiones pasa desapercibida. Tapias, puertas de comercio, estampas emblemáticas de la ciudad como las verjas del parque del Retiro o la Puerta del Sol, escaleras del Metro, muebles y objetos de interior pueblan su extensa obra, formada no solo por pinturas, sino también por exquisitos grabados. Sus cuadros forman parte de importantes colecciones como las del Museo Reina Sofía, el de Arte Contemporáneo de Madrid, el Artium de Vitoria, el Banco de España, el Círculo de Bellas Artes o la Fundación Juan March.
La última vez que se vio una gran retrospectiva de Amalia Avia fue en 1997, cuando ella aún vivía. La exposición que acogerá la Sala Alcalá 31 reúne más de un centenar de piezas y revisa la obra de la pintura más allá de su etiqueta como pintora realista, abarcando también el uso de la fotografía. “Son fotos que jamás presentan literalidad alguna –explica Estrella de Diego, comisaria de la exposición–; un punto de partida para captar, después, a través de los cuadros, las atmósferas en las cuales es maestra: extraordinarios tiempos detenidos”.