Cien maravillosos coches del siglo pasado ¿reunidos en un solo garage? Difícil. Posible, sin embargo, en las páginas de la obra ‘The impossible Collection of Cars’, editada por Assouline, que atiende así el sueño irrealizable de los aficionados al mundo del motor e, incluso, de los más grandes coleccionistas, a quienes también semejante reunión de modelos se antoja inalcanzable. En este garaje de ficción, que limita su campo de acción al siglo XX, habitan desde el Blitzen Benz de 1909 hasta el McLaren F1 de 1996, que asombró al mundo por su revolucionaria ingeniería y magníficas líneas.
Los inicios del automovilismo están llenos de belleza y romanticismo, contemplan el inicio de las carreteras como ahora las entendemos, del tiempo pausado, del motor artesano, del detalle de lujo, muy lejos del tráfico contemporáneo de un mundo que se prepara para albergar 4.000 millones de vehículos en el año 2050. Puede que no siempre tengamos petróleo, pero siempre habrá coches. Y mientras haya movilidad, voluntad de explorar los límites de lo que es posible, en automoción, en confort, en velocidad, en tecnología, vendrán más y más coches que acabarán engrosando algún día esta imposible colección.
Dice Dan Neil, autor del libro, premio Pulitzer, columnista de The Wall Street Journal, Los Angeles Times y Car and Drive, que “desde el instante en que, en 1886, Karl Benz encendió por primera vez su Benz Patent-Motorwagen (considerado el primer coche de la historia impulsado por un motor de combustión interna), los fabricantes de automóviles han tratado siempre de hacer que el vehículo sea más: más hermoso, más refinado, más potente, más lujoso, más extravagante. Y de los cientos de millones de automóviles construidos desde entonces, solo unos pocos trascienden más allá de la utilidad”.
Obras de arte para mostrar
Sin duda, cada una de estas máquinas de cuatro ruedas encierra muchos significados. Son símbolo de estilo, de estatus, de riqueza o de ambición, pero también un termómetro de las inquietudes de la ciencia o, incluso, trascienden los parámetros habituales para convertirse en auténticas obras de diseño, de arte también. En este garaje de fantasía los vehículos elegidos desfilan a veloz ritmo, con una elegancia de otro tiempo. Una época de avances sin precedentes que, como señala Neil, enfocó todo su conocimiento sobre ingeniería, química, aerodinámica y confort en este entonces extravagante lujo personal: la movilidad.
Los automóviles del libro no son ordinarios, aunque muchos fueron construidos por cientos de miles: el VW Beetle, el Fiat Nuova 500, el Chevrolet Bel Air son máquinas notables por derecho propio, con una narrativa rica y profundo impacto cultural. También el Citroën DS19, diseñado por el arquitecto y escultor Flaminio Bertoni, es mencionado con frecuencia como el modelo más hermoso de todos los tiempos, una calificación arriesgada, aunque no tanto ya que fue diferente a cualquier automóvil anterior o posterior.
El filósofo y escritor francés Roland Barthes escribió: “Creo que los coches de hoy son casi el equivalente de la época del gran gótico de las catedrales: me refiero a la creación suprema de una época, concebida con pasión por artistas desconocidos, y consumidos por un conjunto de la población que se apropia de ellos como un objeto puramente mágico”. Y como las grandes catedrales, muchos de los autos más excepcionales del siglo XX fueron construidos con el patrocinio de grandes fortunas y poderosos, que recurrieron a los mejores artistas y artesanos disponibles para convertir sus sueños en realidad tangible.
André Dubonnet, por ejemplo, era un prestigioso piloto de aviones durante la Primera Guerra Mundial, pero también piloto de carreras e ingeniero autodidacta. Para exhibir un diseño maestro, encargó el Saoutchik Hispano-Suiza H6C Dubonnet de 1937 Xenia Streamliner, un enorme coche de lujo art déco diseñado por el artista ucraniano Jacques Saoutchik, dueño de un taller de construcción de autocares en París y responsable de algunos de los coches más magníficos jamás construidos. El Citroën DS19 y el Dubonnet Xenia ilustran el camino que tomó el automóvil en el siglo XX: entre el éxito masivo y la obra de arte con grandeza estética.
De hecho, no fue hasta la década de 1990 cuando los ingenieros y diseñadores aprendieron a construir automóviles seguros, limpios y potentes y, a la vez, tan cautivadores a la vista como los de las embriagadoras décadas de 1930 y 1950. A finales de siglo, los coches deportivos visionarios, como el McLaren F1 y el Acura NSX, se popularizaron.
Aerodinámica y eficiencia
El aire siempre ha sido el enemigo del automóvil. A velocidades superiores a cien kilómetros por hora, la resistencia al viento consume un porcentaje creciente de potencia y combustible. En algún momento, todos los vehículos alcanzan su límite aerodinámico de velocidad máxima, en el cual la resistencia aerodinámica es mayor que la potencia a bordo. A principios del siglo XX, la aerodinámica estaba bastante avanzada, y nacieron coches como el Rumpler Tropfenwagen y el Miller Golden Submarine: el primero diseñado para ser altamente eficiente en combustible; el segundo, especialmente rápido; y ambos con formas ideadas para superar la resistencia al aire. Como observaron los futuristas italianos al comienzo de la edad de la máquina, la velocidad fue la musa del siglo XX. Desafortunadamente, en el mundo real, un automóvil de combustión interna también necesita flujo de aire para respirar, enfriar el motor caliente y ventilar los frenos, de ahí la necesidad de aberturas de rejilla y freno.
Piezas de museo
Disfrutamos en esta colección del Cadillac Model A Rear Entry Tonneau de 1903, pionera de un siglo de avances; del Ford Model T, que inició el prestigio de una firma que sedujo al mundo; del Delahaye 165 Cabriolet, con su línea de curvas sexy que lo asemejan a un coche de cómic; del Ford Superdeluxe 1941, que podríamos haber visto en mil películas de gánsteres; del Ford Thunderbird, que habla ya de líneas atemporales que apuestan por carrocerías elegantes; o de los Ferrari de 1960, 250 GT, y de 1962, 250 GTO, dignos contemporáneos de los Beatles, Marilyn Monroe y J. F. Kennedy, iconos de una época. Obras maestras que elevan, y transportan, el alma.