Los diez nombres que iluminaron el año. Arte: Anselm Kiefer

Los diez nombres que iluminaron el año. Arte: Anselm Kiefer

Los diez nombres que iluminaron el año. Arte: Anselm Kiefer

Siempre controvertido, Anselm Kiefer (Donaueschingen, Alemania, 1945) no ceja en sus propuestas eruditas desde su laboratorio artístico de Barjac, próximo a Aviñón. Lejos de depreciarse con el tiempo, sus temáticas siguen vigentes: ya sean esculturas, fotografías, pinturas de gran formato, vigorosa pincelada y particularmente matéricas −semejantes a palimpsestos, si bien con huellas de los sucesivos empastes−, collages o assemblages.

Como otros neoexpresionistas, Kiefer desafió a sus coetáneos a enfrentar la amnesia colectiva general tras la Segunda Guerra Mundial, el horror del Holocausto (Shoah) y la división alemana. Su complejo despliegue de imaginería ha incorporado sucesivamente elementos de las leyendas germánicas; el simbolismo de la Cábala y su corpus de especulaciones metafísicas; el romanticismo y su apego por el pasado, las ruinas, la tradición o la correlación entre disciplinas artísticas –en su caso, con la poesía de Ingeborg Bachmann y Paul Celan, de origen judío rumano y habla alemana, superviviente de los campos−; o temáticas universales como el destino del arte y la cultura, la espiritualidad.

Próximo a la noción de circularidad temporal de la antigüedad, del eterno retorno, su concepción del tiempo “consiste en que cuanto más nos remontamos al pasado, más avanzamos hacia el futuro. Es un movimiento dual, contradictorio, que hace que el tiempo se expanda”. Tal aproximación al presente hurgando en el pasado condiciona su escepticismo sobre el progreso –“si una generación avanza a un estadio superior merced a los logros de la precedente, cómo explicar los campos de exterminio…”; y de otro mito moderno: el relato revolucionario de avance hacia un bien colectivo.

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