El gesto serio invitaba a pensar que Luis Tosar fuera parco en palabras, pero al contrario, es un buen conversador con el que se podría haber pasado más tiempo si no hubiera habido una producción como la que protagoniza esta cover. Luis Tosar (Cospeito, Lugo, 13 de octubre de 1971) atesora uno de esos currículos que impresionan, y no solo por el volumen, sino también por la calidad de sus interpretaciones. Ganador de tres Goyas, este mes de enero comparte espacio cinematográfico con su papel protagonista en una serie, La ley del mar y colaboración especial en la película El correo. Y curiosamente, en ellas se verán las dos vertientes interpretativas de Tosar: la más cinéfila y social, y la figura del hombre duro que, para él, es un juego que “me divierte”.
Incluso en una novela negra ambientada en Galicia hablaban de usted para decir que no hay película en la que no esté. ¿Qué tiene Luis Tosar que le llama todo el mundo para trabajar?
Puede ser porque intento variar en la medida de lo posible, aunque luego el público es soberano. Una parte solo me identifica con personajes malos y extremos; otros descubrieron en algún momento películas menos notorias en las que interpreté personajes más sensibles, con conflictos más cercanos en lo humano. Tengo un público que se divide entre Malamadre (Celda 211) y Flores de otro mundo. Al primero solo le interesan los personajes que interpreto con ese perfil. El segundo es más cinéfilo, también más mayor y asiduo a las salas, y es el que me identifica con Te doy mis ojos, Maixabel o En los Márgenes, un cine más social y comprometido. A veces me pregunto si esto es una buena estrategia en mi carrera, pero la verdad es que hago lo que me apetece.
Tiene la posibilidad de elegir…
En la medida en que puedo. En algunas ocasiones me hubiera gustado elegir mejor o haber dicho que no. Pero esta profesión es muy incierta. La gente cree que cuando uno está en una posición de cierto privilegio, y no somos muchos, se pueden tomar decisiones y alargar los tempos a tu gusto, pero no es así. Los proyectos a veces se caen y con ello los siguientes cuatro o cinco meses de tu vida… y yo tengo dos hijos.
¿Es fácil trabajar con Luis Tosar? ¿Se adapta a las necesidades del guion?
En general, sí. Y creo que soy demasiado blando a veces. Al acabar un trabajo, pienso que tenía que haber ido más a mi bola y no hacer caso al director o directora. Porque en ocasiones tengo una idea un poco diferente, pero al final…
Y de seguridad, ¿cómo anda?
Soy una persona muy confianzuda cuando estoy trabajando. No me asaltan los demonios del síndrome del impostor. Cuando era más joven y empecé a trabajar en cosas más grandes podía pensar si estaba lo suficientemente preparado. Pero hace tiempo que no me ocurre. Aunque hay momentos en que estás muy solo. Llega a ser tan íntima tu relación con el personaje que no tienes a casi nadie con quien compartirlo. Yo tengo suerte porque tengo una compañera actriz (su pareja es Luisa Mayol), que puede entender procesos que son difíciles de confiar a otra persona.
Es decir, que las dudas no tienen que ver con el entorno, sino con uno mismo.
A veces da un poco de pudor hablar de cosas que en realidad pertenecen al puro oficio. Hay una parte de esta industria que me pone nervioso y es que a los actores se les dé más espacio del que necesitan y un lugar que no merecen, una especie de pleitesía… No me gusta que los rodajes se supediten a los caprichos de los actores. Yo intento ser cordial y que se genere buen ambiente, pero también entiendo la posición del que llega y se mete en su mundo. Otra cosa es la gente que directamente es idiota, que de eso también hay.
¿Es un hombre pausado?
Sí. Ahora, si se lo preguntas a mi mujer igual no te responde lo mismo; le pone nerviosa lo pausado que soy. Estoy desayunando y me quedo como en babia; vivo en una ensoñación en la que creo mi propio mundo desde muy pequeño. Tengo una gran facilidad para abstraerme, a veces quizás demasiada.
¿Qué proyectos de futuro tiene? ¿Le gustaría dirigir?
Ser feliz. Llevo toda la vida tras ello. Respecto a la dirección, creo que tengo ese prurito, pero me lo estoy tomando con mucha calma porque es una labor muy compleja. Tengo la sensación de que es cada vez más peliaguda, porque los directores tienen que estar en procesos de financiación que les dejan exhaustos antes de empezar a rodar.
Ha trabajado con casi todos los directores. ¿Con quién repetiría siempre?
Con varios. Con Daniel Monzón, Daniel Guzmán, Icíar Bollaín por supuesto…, con Jorge Coira. Son gente con la que me siento a gusto, pero sobre todo tengo una complicidad a la hora de crear. Se ha forjado una amistad, pero sin cegar la otra parte, que es hacer las cosas bien. Y con alguien con quien no ha trabajado y le gustaría… Amenábar, por ejemplo. Ahora, además, hay mucha gente joven haciendo unas cinematografías supergolosas, con una manera de rodar muy sólida y con un punto de vista. Y eso es maravilloso.
¿Existe la suerte o el éxito le ha llegado a base de trabajo y formación?
Creo que hay de ambos lados. Fui labrando mi carrera, pero no de forma consciente. Hacía lo que creía que estaba bien con los personajes a los que tenía acceso y que creía que podría aportar algo… Y funcionó. Pero seguro que mucha gente habrá hecho ese camino y quizás no le ha salido así. El factor suerte también funciona. Yo hice un papel muy pequeñito en Atilano, presidente, una película de La Cuadrilla, pero el making off lo llevaba Manuel Martín Cuenca, que después se convierte en el director de casting de Flores de otro mundo y se acuerda de mí para hacer una entrevista con Icíar Bollaín. Y en ese proceso de casting estaban Eva Leira y Yolanda Serrano, que hoy son las popes, y que desde entonces me han llamado asiduamente. Así que creo en la suerte como ingrediente importante.
En esa dualidad de personajes que hablábamos al principio, ¿dónde se siente más cómodo? Seguramente, como actor no me vea en la parte mala, pero me divierte porque es más lúdica, está más cerca del puro juego infantil. En la otra parte, hay otro tipo de responsabilidad con la que yo comulgo más como persona y como espectador, porque le agrega un mensaje que debiera trascender a lo cinematográfico. Cuando haces En los márgenes o Maixabel y la cosa funciona, se ha comunicado bien y emociona, produce una satisfacción comparable con lo otro.
En lo personal, también tiene un decidido compromiso social, y no hablamos aquí de posición política…
Alguna vez ha sido política, pura y dura. Creo que es algo a lo que no volvería porque en general es poco útil; es más importante ser altavoz, porque tenemos un foco que otros no tienen. Hoy el activismo está muy castigado y es muy difícil mantener una discusión mínimamente pausada y constructiva con nadie porque enseguida saltan los demonios; cada uno tiene los suyos…
Vivió la experiencia de Hollywood y dijo ‘ya lo he hecho’. ¿Qué diferencias hay con el cine europeo?
Hay una importante, que es la presupuestaria. Ellos todavía pueden hacer cine espectáculo, mientras que nosotros, salvo excepciones como la de Bayona, no podemos permitírnoslo. Personalmente me daba mucha pereza quedarme allí, también porque he tenido buenos proyectos aquí y entendía, además, que me aportaban más que películas que eran todas del mismo corte: narcos latinos y poco más. Tal vez no sea ahora la cinematografía más interesante que hay en el mundo.
Si analizamos el cine español, ¿por qué falla en las salas? ¿Qué solución hay para lograr una buena convivencia y equilibrio entre películas y series?
Estamos en un momento muy delicado, con un cambio generacional en el cual la gente muy joven no tiene el hábito de ir al cine, y esto sí que va a ser difícil de reconducir. Históricamente, el cine español ha tenido un público maduro, salvo excepciones como las películas de Santiago Segura o títulos como Ocho apellidos vascos. La pandemia ha echado de las salas a una parte de nuestro público que está costando recuperar. También porque también vivimos una época de crisis, de inflación, y los precios de las entradas, si se compara con los de las plataformas, no ayudan.
¿Tiene superado el síndrome de los actores que, cuando pasan de los 50, temen no ser llamados?
No. De hecho, ha coincidido esta época con unos meses de incertidumbre que me han hecho pensar “vaya, no será ahora, que esto va a llegar”. Es inevitable, son las reglas de este negocio. Las alfombras rojas son la imagen del éxito, también el momento de la elegancia y el estilismo.
¿Es Luis Tosar un seguidor de la moda? ¿Qué opina del tailoring como el que hoy luce de Dior Men? Porque he sabido que su padre ha tenido como profesión la de sastre…
Mis looks suelen ser bastantes clásicos y formales y me gusta la idea de llevar prendas con una factura exquisita. Seguramente se lo debo a mi padre. Mis primeros trucos para ver cómo sienta un traje los aprendí de él, como girar la mano por debajo de la manga y tocarla con las yemas de los dedos para comprobar que su longitud es la correcta. Con el Tailoring de Dior me he sentido muy a gusto. Tener la sensación de que estás vistiendo un tejido de mucha calidad marca la diferencia. En el mundo del traje se nota mucho. Otras prendas de esta sesión, desde el cashmere a la lana, aportaban una sensación muy agradable que pocas veces he tenido. Pero, sobre todo, contar con una sastrería exquisita es algo maravilloso.
No le encuentro en las redes sociales…
No me gustan nada. No entiendo la esclavitud de tener que crear material para una red social que no tiene que ver con mi profesión. Y me produce especial tristeza que sea un parámetro a la hora de escoger a alguien para trabajar más importante que el talento… y esto sí que ocurre en nuestra profesión.