Paul Newman, una vida ante el espejo

Paul Newman, una vida ante el espejo

Paul Newman, una vida ante el espejo

Entre 1986 y 1991, Paul Newman mantuvo una serie de conversaciones con su amigo y guionista (Rebelde sin causa, entre otras) Stewart Stern, más que como germen de un libro, como un regalo en forma de confesiones a sus hijos que, sin embargo, no vieron la luz. La existencia de las transcripciones de esas entrevistas acabaron convirtiéndose en una especie de rumor confuso hasta que, tras la muerte de Newman en 2008 y de que un Stern ya nonagenario clamara reiteradamente por su recuperación y conservación, acabaron apareciendo por fin en su totalidad en 2019. Por decisión de la familia Newman, han visto recientemente la luz bajo el título Paul Newman. La extraordinaria vida de un nombre corriente, editadas por Libros Cúpula. Lo que sigue son apenas unos extractos de una obra que, como explican los propios hijos del actor, retrata un momento determinado de reflexión y autoanálisis. Nada más ni menos. Porque el actor vivió luego otros 17 años en los que, añaden sus descendientes, convirtió su vida en un “regalo increíble” para los suyos.

Recuerdos de familia

(Mi padre) “De joven, quería ser escritor; era lo único que deseaba, ciertamente (…). Pero su hermano Joe le convenció de que se incorporase a un negocio de comercio de artículos deportivos (…). No tenía más remedio, estaba formando una familia, tenía muchas responsabilidades y era un hombre honrado (…). Acabó siendo un prisionero: preso de la tienda, preso de su propia polla, sin tiempo para reflexionar acerca de sus propias decisiones. No creo que el trabajo le satisficiese. No creo que su reino fuese de su gusto. Como tampoco creo que le gustase su familia (…). Uno de los efectos que el matrimonio pudo tener sobre mi padre fue el empezar a beber en secreto hasta volverse alcohólico”.

Las primeras clases de teatro (Tras ser arrestado por una pelea) “Me echaron del equipo de fútbol. Al encontrarme de repente con tiempo libre adicional, me acerqué al departamento de oratoria y realicé una lectura para una obra de teatro. Iba a probar suerte con la actuación (…). Nunca pensé que mis papeles fuesen un éxito; eran algo que había que hacer (…). Me dedicaba a lo mismo que otros hacían en clase o en el equipo de tenis o de fútbol. Para mí no tenía ningún glamour o estatus añadido”.

Un matrimonio por inercia

“Me gradué de Kenyon a las dos de la tarde del 13 de junio de 1949, y a las cuatro ya estaba en un tren hacia Chicago. El Belfry Players, un teatro de verano de la ciudad, me había ofrecido una ‘beca’ por toda la siguiente temporada, lo que significaba que iba a actuar a cambio de nada (…), pero tendría la oportunidad de hacerme un nombre. Y cama y comida gratis (…). En la parte trasera había seis cabañas tipo bungaló donde vivían los aprendices, entre ellos yo y una preciosa estudiante de Arte Dramático de Wisconsin a la que conocí allí, Jackie Witte (…). Nunca había estado con una mujer con la que pudiese hablar (…). Fue la primera y la mejor (…). Había trabado contacto real con una mujer por primera vez en la vida, por lo que pensé que el paso siguiente era casarse y tener muchos hijos”.

Joanne Woodward

“Llegó un punto en el que estaba llevando una doble vida. Vivía con Jackie y también con Joanne. Fue una época imposible. Hasta aquel momento no había sido verdaderamente consciente de las consecuencias de mis actos, nunca había sufrido ninguna. Me presenté voluntario para volar en un bombardero y sobreviví. Me gradué en la universidad sin esforzarme lo más mínimo. Había despeñado coches por acantilados después de haber bebido unas cuantas cervezas de más. Pero ahora, con Jackie y Joanne, las consecuencias empezaban a pesarme. Era un fracaso como adúltero”.

La sombra de James Dean

“Me concedieron un papel en The Battler (…). Jimmy Dean iba a interpretar al protagonista y yo al principal secundario. Dos semanas antes de la emisión, Jimmy murió al chocar con su Porsche en una pequeña carretera de California. Se decidió seguir adelante y me encargué de interpretar al boxeador (…). Sé que hay muchos que atribuyen el despegue de mi carrera a la muerte de Jimmy. Sí, gran parte de mi vida y mi carrera ha estado marcada por la fortuna, por aquello a lo que llamo ‘la suerte de Newman’, cuyo primer ejemplo se dio en 1925, cuando nací en el seno de una América blanca. El segundo es mi aspecto. Las capacidades cognitivas necesarias para inventar fueron el tercero. Y también tuve la suerte de superar el hecho de que todos dijesen de mí “¿A que es muy mono?” o “Mira qué guapo” y entender que no iba a lograr sobrevivir solo con eso (…). Nunca me he visto enfrentado a verdaderas adversidades. La suerte me acompaña. Parte de mí está convencida de que, si Jimmy no hubiese muerto, podría haber llegado de todos modos donde llegué. Quizá de forma algo más lenta, pero hubiese llegado”.

La otra cara de la fama

“Uno de los motivos por los que Brando siempre me ha parecido alguien interesante es que dio inicio a una forma de comportarse por parte de los actores que no se plegaba a la jerarquía de los estudios de Hollywood. Los jefes, los periodistas de cotilleos, los publicistas… Él fue el primero en desentenderse de todo aquello que los demás consideraban necesario: las entrevistas, el lamer culos, el ‘protocolo’… Marlon dejó claro que (…) esas reglas (…) eran absurdas y vacuas. Y acabó liderando a todo un movimiento de actores que se sentían del mismo modo”.

La hora de la verdad

“A causa de mi desapego, nunca he entendido a mis hijos como personas. Solo en los últimos años, incluso Joanne ha acabado siendo para mí, al fin, poco a poco, no una esposa, ni una actriz o un objeto sexual, sino una persona. Lo mismo ha sucedido con mis hijos. Me siento como alguien a quien acaban de dejar salir de prisión. Como alguien a quien solo le quedan cuatro, seis u ocho años de vida y sabe que eso no es tiempo suficiente para hacer las paces”.

Epílogo (Clea Newman, hija del actor)

“Papá tenía 60 años cuando se iniciaron [estas entrevistas] y parecía tener intención de publicarlas. Pretendía escucharse y ser escuchado por su familia sin cortapisas (…). El resultado fue una instantánea de un momento determinado, un crucial momento de descubrimiento y reflexión. Esas entrevistas no pudieron punto y final a su historia; en cierto modo, fue un comienzo. Papá evolucionó muchísimo en el último cuarto de su vida, se volvió más atento y se deleitaba dando a los demás lo que él había recibido. Para la familia fue un regalo increíble, del que el mundo entero se benefició”

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