Pocos aciertos y muchos horrores en la alfombra roja de los Globos de Oro

Pocos aciertos y muchos horrores en la alfombra roja de los Globos de Oro

Pocos aciertos y muchos horrores en la alfombra roja de los Globos de Oro

No nos engañemos. Los Globos de oro no son los Oscar. Nadie va a quemar un estilismo magnífico en una gala a la que tenemos el valor de bautizar como ‘antesala’ -por mucho que nos gustara que Tina Fey y Amy Poehler se encargaran de conducir todas las ceremonias posibles, incluso la de nuestra boda o las bodas de oro de nuestros padres- y así lo han dejado bien claro los actores, actrices y demás satélites que poblaron este domingo por la noche la primera gran alfombra roja de la temporada. Hollywood se vistió de aburrimiento y trapillo para recibir al nuevo año y consiguió que, al menos, nos lo pasáramos bien mientras esperábamos que empezara el espectáculo en horario español -Mediaset decidió amenizar la jornada con el estreno de Gran Hermano VIP, así que tampoco nos podemos quejar mucho-.

Entre los hombres, hubo un claro vencedor: Jamie Dornan. El protagonista de la esperada Cincuenta sombras de Grey no encontró rival, ni en belleza, ni en elegancia. Nos dejó fascinados, enamorados, excitados y casi todos los adjetivos que se les pasen por la cabeza -si es que son capaces de pensar con claridad tras ver sus fotografías-, aunque la estricta etiqueta masculina deja poco margen para improvisaciones, y cuando las hay, suelen salir mal. Las estridencias sólo le funcionan a Jared Leto, que ya puede ir con smoking o desnudo, que siempre consigue un aspecto de total naturalidad. ¡Ya quisieran muchos otros parece tan cómodos! Tengan en cuenta que no hay mejor forma de escapar a las críticas que acudir en pareja a una alfombra roja. ¿Alguien se fijó en el estilismo de George Clooney? Pero seguro que a nadie se le escaparon los guantes blancos de su mujer. Así es la vida en el show business.

Posiblemente, esta edición de los Globos de oro pasará a la historia como una de las más aburridas, estilísticamente hablando -de hecho, ni eso, la olvidaremos en cuanto pasen veinticuatro horas-. Las celebrities apostaron por los peores estilismos que encontraron en el armario, los más anodinos y los menos adecuados para su figura, que ya es delito, teniendo en cuenta que a su alcance están las mejores creaciones del momento. Nos quedamos fríos con el Saint Lauren de Jennifer Aniston, el Givenchy de Julianne Moore, el Calvin Klein de Reese Witherspoon o la montaña roja que decidió ponerse Catherine Zeta-Jones por vestido -no seré yo el que haga la comparación con la flamenca del whatsapp-. Y eso por nombrar a cuatro, ya que todas las demás se nos han perdido en el memoria. Menos mal que siempre nos quedará Jennifer López para arrasar cual pantera en celo y llenar la alfombra roja de sexo y actitud. El vestido no hay por donde cogerlo pero su posado ante las cámaras fue de lo mejor que vimos.

Pero si algo nos han dejado los Globos de oro, además de unas ojeras considerables, ha sido un plantel de horrores digno del peor de los museos. Empezamos la noche con Rosamund Pike, la protagonista de Perdida, que apostó por un arriesgado Vera Wang que, claramente, no estaba pensando para ella. La única explicación que encontramos es que la actriz se equivocara de paquete y que en su casa no tenga espejos. ¿Pero a qué venía todo esto? Tuvo suerte que, al poco, empezaron a llegar las protagonistas de Girls y eclipsaron su poco acierto. Lena Dunham, vestida de Zac Posen, y el resto de compañeras confundieron la alfombra roja con una fiesta de Carnaval y llegaron disfrazadas de señoras mayores. ¡Y nadie les dijo nada! Pobres. Como consuelo, sus compañeras de Orange is the new black tampoco acertaron demasiado. ¿Quién decidió que Laura Prepon tenía que ser una versión de saldo de Monica Bellucci?

Todavía nos estamos preguntando qué hacían en los Globos de oro la eurovisiva Conchita Wurst, con un vestido de terciopelo verde que es imposible que le quede bien a ningún ser humano, la modelo Heidi Klum, que quiso quitarle protagonismo a todas las demás jugando a enseñar una teta (pero que acabó con ella empotrada sobre las costillas), y Cindy Crawford, que repitió el truco de la pierna de Angelina Jolie pero sin pena ni gloria. Mención aparte merece Patricia Arquette, que se fue a casa con un premio y no fue el de ‘el vestido más baratejo del evento’. La actriz visitó el armario de Terelu Campos y le cogió prestado un vestido negro brillante, como de madrina de boda, y no tuvo reparos en ponérselo. Y nos hizo llorar. No por la visión del conjunto en sí -los hubo peores-, sino por lo que fue y lo que ha terminado siendo. Hay veces que el negro no es una buena opción.

Pero no todo van a ser disgustos. Cuando ya habíamos perdido toda esperanza, apareció Naomi Watts y nos quedamos con la boca abierta. Con un vestido amarillo de Gucci y un increíble collar de Bulgari, la actriz fue lo mejor de la noche. De hecho, podría haber ido tan sólo con el collar y también hubiese ganado. Amy Adams, con su Versace azul, y Emma Stone, la única que se decantó por los pantalones -hemos borrado de nuestra mente a la cantante Lorde, lo sentimos-, se lo pusieron difícil. Aunque, como siempre, nos quedó claro que la veteranía es un grado y tanto Helen Mirren (quien además llevaba un bolígrafo como broche en homenaje a Charlie Hebdo), como Jane Fonda o Christine Baranski, les dieron un buen repaso a toda esa panda de jovencitas.

Eso sí, antes de terminar dos apuntes. El primero, Kate Hudson. Cuando uno va a una gala de este tipo, hay que dejar al público sin respiración, que no se crean lo que están viendo, aunque no sea de su gusto o, directamente, les parezca horroroso. La actriz se enfundó un ajustado y escotadísimo vestido de Atelier Versace que le sentaba como un guante. Así sí, y más si te acabas de divorciar. Y segundo, Lana de Rey. Nos parecerá que no le sienta bien o que el plisado es una mala opción, pero cuando se tiene un personaje tan perfectamente creado como el de la cantante, hay que serle fiel. Otra cosa no se hubiese entendido. 

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