Cualquier amante del arte que pase por Barcelona tiene la oportunidad de ver reunidos seis bocetos que Dalí dibujó en 1965 para el fabricante de ropa de Wisconsin, Jack A. Winter. Estas láminas forman parte de la exposición Dalí, maestro de la metamorfosis que ha comisariado Ricard Mas para la Galería Mayoral. “Su creatividad va más allá de solo pintar”, asegura. El sector del diseño tuvo la suerte de poder recibir la atención e ideas de Dalí a lo largo de su carrera.
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Marabilias no ha perdido la oportunidad de entrevistar al experto en Dalí para profundizar en la importante y fructífera relación que unía al artista catalán con el mundo más fashion, algo que daría “para un libraco gigante”. “Este conjunto de bocetos es muy interesante, aunque hizo bastantes más, estos eran de una serie de ropa sport y de baño que llegó a presentarse en París”, nos cuenta. Asegura que la lectura que podemos sacar al analizar estos bocetos y sus divertidas anotaciones es que “Dalí, como siempre, se adelanta a su tiempo y sus ideas en el vestir llegarán a concretarse más de treinta años después”.
Seguro que muchos ya tienen en mente el sombrero-zapato o el vestido de la langosta que diseñó para Elsa Schiaparelli. Dalí tuvo entre sus amigos a maestros de la aguja como Coco Chanel, Pierre Cardin, Dior y Paco Rabanne, entre otros. De hecho, según Ricard Mas, fue la propia Schiaparelli la que presentó a Dalí a la prensa neoyorkina en 1934 al bajar de un barco. El experto nos recomienda entender a Dalí como un fenómeno en sí. “La gente dice que Dalí es un pintor que hacía numeritos, por ejemplo, pero no, Dalí es un pensador o creador global que concreta su trabajo, la parte más conocida sería la pintura, pero también en la escritura, de hecho yo pienso que es mejor escritor que pintor”, asegura. Y lo que destaca de este creador multidisciplinar es que es el primero que “construye un personaje y esa es su gran obra de arte”. La que se esconde tras su emblemático bigote.
Además de la capacidad expresiva y plástica de la moda, al parecer, a Dalí le interesaba la disciplina porque “le gustaba el glamour, la fama, y el acceso al mundo de la moda es eso”. Durante toda su vida, Dalí utilizó la indumentaria como medio de comunicación y, en ese sentido, Mas recuerda que al artista le encantaba disfrazarse de pequeño, especialmente su disfraz de rey con corona.
Dalí tuvo entre sus amigos a maestros de la aguja como Coco Chanel, Pierre Cardin, Dior y Paco Rabanne.
Más allá de los disfraces, ya adulto, el artista se paseaba por Figueras y también a su llegada en Madrid en 1922 para ingresar en la residencia de Estudiantes “vestido como un artista bohemio del siglo XIX, con una melena que le llegaba al hombro, patillas gigantes, un abrigo ocho tallas más grande que arrastraba por el suelo, chalina en lugar de corbata, un chambergo”. No pasaba inadvertido para el que se le cruzaba, hasta que coincidió a principios de 1923 con compañeros como Federico García Lorca (“de lo más cool”), que lo pusieron a la moda del momento: “Un buen corte de pelo en la barbería del Palace, un traje inglés”. Mas recuerda que podemos ver cómo se inventaba lo que se ponía y era todo un dandi. “Una figura que ya no existe, alguien que viste de forma extravagante, pero con elegancia”.
Además de este trabajo para la compañía de Winter, Dalí realizó muchos anuncios para Bryans, una marca de medias de EE.UU., también hizo corbatas en EEUU, perfumes, tejidos para Scabal y entre sus colaboraciones para Schiaparelli diseñó un maravilloso kit de maquillaje en forma de pajarito. También muchísimas piezas de joyería durante los cuarenta y cincuenta. “Hay una sala gigante de su museo de Figueras con la joyería, hay un corazón de rubíes que palpita que te deja alucinado”, apunta Ricard Mas. En España participaba y se relacionaba con el gremio de tejedores, montó un ballet en 1966 con vestuario de Paco Rabanne e incluso llegó a un acuerdo con un empresario textil gallego, José Regojo, para sacar al mercado las camisas Dalí (camisas blancas que no había que planchar). Los anuncios de las camisas estaban por todas partes y las ventas eran internacionales. “El acuerdo era que de cada camisa que se vendía, Dalí recibía una peseta. Llegaron a darle 5 millones de pesetas”.
Tenía al público de su parte, también a los grandes empresarios y, sobre todo, un talento e imaginación inconmensurable, solo hubiera faltado esa chispa que le llevara a crear una colección de ropa. Ese desfile y puesta en escena habrían sido recordados por siempre y su influencia habría hecho evolucionar a la moda española y potenciado su exposición internacional. ¿Y si…?