Cómo se ha forjado el periodismo del siglo XXI (y qué futuro le espera)

Cómo se ha forjado el periodismo del siglo XXI (y qué futuro le espera)

Cómo se ha forjado el periodismo del siglo XXI (y qué futuro le espera)

Hay quien dice que ya no se consigue encender fuego con una hoja de periódico. Que han perdido la verdad, que ya no arden. Que las noticias están vacías de esa materia poderosa que un día las convirtió en el cuarto poder. Una crisis que se ha desarrollado en paralelo a la digitalización. Mientras internet ha ido penetrando en la sociedad y aumentaron las horas que pasa la ciudadanía online, han descendido paralelamente el número de horas de lectura de periódicos, revistas y libros.
“Yo no me levanté una mañana diciendo ‘quiero ser guionista de televisión’. Si mi periódico no se hubiese entregado al marketing, si hubiese invertido en dar a sus lectores buena información y de calidad, si no se hubiesen corrompido ante las luces del sensacionalismo… yo seguiría siendo periodista”. Al otro lado del teléfono, David Simon, que ha triunfado con la televisión, no oculta su desencanto con la transformación de los medios de la era internet, lo que le llevó a cambiar de profesión y a decidirse por escribir los guiones con un éxito tal que parece demostrar, silenciosamente, que la audiencia todavía tiene hambre de buenas historias, aquellas que han desaparecido de los periódicos de la era online.

Internet ha vapuleado las grandes cabeceras, con la gratuidad de las noticias, devenidas en “contenidos” y, mientras las ventas de ejemplares caen en picado, ha transformado las redacciones tradicionales por equipos multimedia que presentan ante el lector/espectador/consumidor pildoritas digestivas capaces de crear ‘likes’, la nueva moneda del lector, devenido a ‘follower’.
También ha disuelto los periódicos para transformarlos en una sustancia nueva, diferente, preñada de hipervínculos, noticias relacionadas, opiniones de una supuesta comunidad. Nos enfrentamos a ellos de una manera multisensorial y la sensación más urgente es cómo han cambiado en apenas unos lustros de frenesí digital desde que en 1990 se lanzara la web comercial. En pocos años, los periódicos han dejado de ser material combustible…

Periodistas sin periódico

Como se quejaba David Simon, las noticias otrora relevantes de los periódicos, desde un rotativo musculoso hasta un honesto diario de provincias, han dado paso a la morralla informativa. Así, el titular capcioso parece olvidar la relevancia informativa para pretender el meneo de la noticia por la vitalidad infinita de la Red y rebotar el mayor tiempo posible acumulando la mayor cantidad de likes (la moneda del nuevo internet en donde no se paga por las noticias).

Del lector al ‘follower’

Los flujos de información multimedia y la disrupción de las redes sociales en la cadena editorial han hecho mutar las cabeceras para siempre. Desde que una noticia se lanza, los “enlaces y feeds RSS” consiguen que baile a través de las profundidades de Internet, donde la nueva paradoja es que termina llegando al público desagregada de su cabecera, vapuleada por las diferentes redes sociales. Al tiempo, éstas transforman a la audiencia en agentes activos de la realidad digital. Twitter es capaz de informar mejor que un diario a través de los recortes y opiniones de sus usuarios e incluso un tuit puede ser la nueva exclusiva.

El fin de una maquinaria

Las redacciones se han quedado vacías y los periódicos cuentan hoy con un número variable y creciente de freelances que nutren la información/contenido que orbitan alrededor de las cabeceras (muchos de ellos despedidos en los continuos ajustes de plantilla tras la implosión de lo digital). Entre las consecuencias inmediatas están la decadencia del redactor veterano, la no investigación de las noticias, la superficialidad y el triunfo del espasmo instantáneo que haga vibrar los ‘followers’ y los ‘likes’ y sea capaz de alcanzar esa meta efímera de ser trendic topic.

La cultura del picoteo

Como apunta Nick Carr, autor de ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?, nuestros cerebros digitalizados, adictos al estímulo constante, se fatigan cuando tratan de adentrarse en una lectura medianamente larga y, en esa perversa condición, abandonan toda noticia que no sea manejable o esté inscrita en pequeños clips de vídeo. Paralela a los cambios cerebrales derivados de la digitalización de la vida, la profundidad de la información se hace menor y emerge la cultura del picoteo. Las noticias son pequeños impulsos, cuando no meros ‘zascas’ sin otra relevancia que el hacer click sobre la entrada y hacer girar la dictadura del logaritmo.

Un futuro poliédrico

Mientras el túnel de la tarta publicitaria digital siga sin permitir la monetización de las cabeceras como en la era analógica, los medios continuarán su fragmentación pasando, en muchos casos, por pérdidas de prestigio y verdad en aras del follower temporal o el like estacional. Por su lado, Google y Facebook se yerguen como la gran competencia de las editoriales, dueños de los logaritmos que filtran noticias y manejan audiencias. A la vez, surgen voces que apuntan a nuevas narrativas, como Storify, que propone el ejercicio social del periodismo, gratuito y en red, o experimentos en periodismo sin ánimo de lucro como NPR, y la voz del periodista flota por encima de su propio medio.

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