El arte de burlar la censura con el Museu de l’Art Prohibit de Barcelona

The Statue of a Girl of Peace, de Kim Eun-Sung y Kim Seo-Kyund, en el Museu de l’Art Prohibit de Barcelona.
The Statue of a Girl of Peace, de Kim Eun-Sung y Kim Seo-Kyund, evoca las mujeres prostituidas en Japón durante la II Guerra Mundial.

Desde Francisco de Goya, que se deshizo con premura de algunos de sus Caprichos antes de que intervinieran las mentes inquisidoras, hasta Andy Warhol, cuyas obras sobre Mao no fueron exhibidas en China por ser consideradas irrespetuosas. Hay una característica común en las obras reunidas en el Museu de l’Art Prohibit que abrió sus puertas a finales de 2023 en Barcelona: todas ellas han sufrido algún tipo de censura.

Fotografía Lena, London, de Zanele Muholi, en el Museu de l’Art Prohibit de Barcelona.
Fotografía Lena, London, de Zanele Muholi.

Los motivos, muchos, y prácticamente los mismos a lo largo de los siglos: desde el desnudo femenino hasta la crítica al poder, pasando por la religión o, incluso, los intereses particulares de las grandes compañías; también la ahora vigente ‘cancelación’, que condena al ostracismo las creaciones de un artista acosador.

Detalle de Silence Rouge et Bleu, de Zoulikha Bouabdellah.
Detalle de Silence Rouge et Bleu, de Zoulikha Bouabdellah.

Detrás de cada una de la cuarentena de obras expuestas en la histórica casa Garriga Nogués –el creador del museo, el periodista y empresario Tatxo Benet, cuenta con hasta 200 que irán rotando– hay un documentado episodio de censura que, gracias a un magnífico despliegue digital, códigos QR incluidos, sumerge al visitante en los pegajosos tentáculos de la intolerancia.

La obra Espectador de espectadores, de Equipo Crónica, da la bienvenida al visitante.
La obra Espectador de espectadores, de Equipo Crónica, da la bienvenida al visitante.

La historia de este museo comenzó a gestarse en la edición de ARCO 2018, cuando Tatxo Benet adquirió una obra del artista Santiago Sierra, Presos políticos en la España contemporánea. Horas más tarde, cuando ya era de su propiedad, la galería que la había vendido retiró la pieza del stand. La mera calificación de «presos políticos» hizo que fuera censurada. Esto propició que, cinco años más tarde, la suma de las obras que habían sufrido este tipo de ataques formaran el Museu de l’Art Prohibit.

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