Louis Vuitton comenzó su viaje relojero en 2002 y hace 16 meses establecía su ‘ideario’ relojero en Ginebra, con la puesta en pie de La Fabrique du Temps. Ahora, esa radicación le permite presentar en sociedad el primer reloj con el sello distintivo del Punzón de Ginebra, un signo más de una calidad, la que Louis Vuitton ha ido confiriendo a sus productos, y que señala el principio de las excepcionalidad y la excelencia en las creaciones. Para lucir esta primera distinción, de los talleres ginebrinos ha salido un Flying Tourbillon con diseño esqueletado que además destaca por sus 4,47 mm de grosor para el movimiento (9,1 mm con la caja), y que no solo aparenta ligereza sino que además lo consigue gracias a haber reducido al máximo el número de componentes (solo 168).
La jaula del tourbillon es perfectamente reconocible con su diseño en la característica forma de V de la casa y ocupa la parte baja de la esfera transparente en la que el calibre, de estructura lineal, recorre la parte central para situar la esfera horaria a las 12 h, en forma tan etérea que parece flotar entre los dos cristales de zafiro que marcan el frente y el fondo del reloj. Una composición tan sutil como esencial en los elementos, pero brillante en su mecánica de cuerda manual con una frecuencia de 21.600 alt/h.
Como digno acreedor al sello de calidad ginebrino, cada uno de los componentes del reloj ha sido decorado… La V de la jaula con pulido acabado espejo, los puentes del reverso del movimiento, son satinados y todos ellos sin excepción están biselados con los flancos cepillados. Hasta lo que no se ve tiene la mano del relojero, que también ha trabajado una caja muy especial en su diseño y forma.