Se escribe San Francisco, pero se lee San Fresco. Porque es sobre todo gracias al agua de la bahía, que no supera los 15 grados ni siquiera en agosto, y a su encuentro con la tierra firme, calentada por el sol californiano, que la cercana Napa Valley es una especie de jardín botánico en el que crecen juntas palmeras y encinas. A solo una hora de coche empieza el desierto, pero aquí pastan las vacas y las ovejas. Y todo está rodeado por las viñas: viñas de cabernet y de merlot, de chardonnay y de syrah, viñas por doquier.
Llueve poco, pero, en los meses más cálidos, la niebla matutina generada por el contraste de temperatura entre el océano y el continente riega suave y constantemente las laderas de las colinas y las mesetas. Inviernos templados, veranos frescos, una oscilación térmica de unos 15 grados entre el día y la noche: condiciones climáticas que, junto con el espíritu vanguardista del país, han convertido este valle, 40 kilómetros de largo y solo seis de ancho, en la región vinícola más renombrada de los Estados Unidos.
Los topónimos, algunos españoles, otros ingleses y otros en el idioma de los nativos (de donde viene el nombre Napa, que significa casa u oso grizzli), nos recuerdan que no estamos en la Toscana o en la Rioja, sino en un mundo algo más salvaje, con aves depredadoras rondando sobre la cabeza, y más joven: en lo alto de los picos de las colinas no hay castillos medievales, sino mansiones de colores pastel. Aun así, importando del viejo continente conocimientos y talentos, muchos emprendedores procedentes de todos los Estados Unidos han olido el negocio y han fundado más de 400 empresas vitivinícolas. Tres de ellas han sido compradas por LVMH Moët Hennessy para incorporarlas a su cartera de top brands del vino: Colgin Cellars, Newton y Chandon California.
Ann Colgin, tejana, y Joe Wender, de Oklahoma, se conocieron durante una cata en Beverly Hills en 1997. Hoy, son marido y mujer. Él, consejero senior de Goldman Sachs, ya era un coleccionista de vinos, pero es Ann el alma de la bodega, nacida en 1992. La sede de St. Elena es una mansión sumergida en los viñedos de cabernet y syrah, que se asoma al lago Hennessy.
Desde los terrenos más altos, en los días despejados, se divisa el skyline de San Francisco. En las mesas, en estilo imperio, racimos de plata, libros Taschen y balones esféricos y ovalados firmados por campeones del calibre de LeBron James o Iker Casillas. Colgin Cellars acoge cada año un número limitado de visitantes, unos mil, y produce un número limitado de botellas, unas 40.000. Desde el Cariad (“amor” en celta), un tinto estilo Burdeos, muy equilibrado y de excepcional persistencia, hasta el IX Estate Syrah, que recuerda los perfumes del alto Ródano, pasando por el Tychson Hill, el cabernet estrella de la bodega.
En el caso de Newton se podría hablar de pioneros, ya que su nacimiento se remonta a 1977, prácticamente la prehistoria para las bodegas de Napa Valley. Fue entonces cuando la china Su Hua compró con su marido Peter Newton, un empresario inglés, una milla cuadrada de terreno en Spring Mountain con el objetivo de producir en California un vino con estándares cualitativos franceses.
Pero, si por un lado la bodega mantiene una fuerte conexión con Europa, por el otro su dueña mira a Asia, como explica el milanés Alberto Bianchi, responsable de la elaboración de los vinos. “Aquí cada detalle está pensado para que esté en armonía con el entorno, según la filosofía oriental de Su. Si cuidas la naturaleza, la naturaleza cuidará de ti”. De hecho, las explotaciones de Newton han obtenido el certificado de ecosostenibilidad de Napa Green. Las bodegas están enterradas en un 80% de su extensión; un sistema de cisternas recoge las lluvias invernales que en verano se utilizan para regar las viñas: de esta manera se preservan las aguas subterráneas y se ahorra energía.
El matrimonio ha sido de los primeros en el Napa Valley en plantar vides en altura, atraídos por la variedad climática y geológica. Gracias a esta intuición, hoy Su y Peter embotellan también cabernet sauvignon, merlot y pinot noir. Sin embargo, Su ama especialmente el chardonnay no filtrado, envejecido en barricas de roble francés pero fermentado con levadura local. Un vino blanco que sigue siendo el símbolo de la bodega.
En el rosal de la finca de Yountville, la directora de Chandon California Susan Caudry, que empezó su carrera en Vogue Australia, mira alegre las nubes cargadas de lluvia. En el Valle de Napa hay un promedio de 300 días de sol al año, mientras que, por ejemplo, en la región francesa de Champagne, son solo 165. Pese a las diferencias climáticas, John Wright se propuso, en el lejano 1973, embotellar el primer vino espumoso del valle. Susan señala las dos orillas del sendero: “Por un lado viñas de chardonnay, por el otro de cabernet-sauvignon, más macizas y nudosas; un entorno que hemos intentado preservar, utilizando en la construcción de las bodegas solo piedras de este terreno para no alterar demasiado el paisaje. Solo hemos tenido que talar tres encinas”.
Por su 45 cumpleaños, Chandon California propone un Blanc de Noirs limited edition, inspirado en el primer vino comercializado por la marca. El objetivo no es reproducir el champagne, sino crear un vino espumoso de carácter californiano. “Un vino accesible y afrutado –explica Susan Caudry– que se pueda utilizar también en cócteles y sea acorde al gusto americano”, donde el vino espumoso cotiza al alza, con 25 millones de botellas vendidas y un 70% de restaurantes que lo sirven en copa.