En ruta por Lleida: cuando comer y beber es la excusa

En ruta por Lleida: cuando comer y beber es la excusa

En ruta por Lleida: cuando comer y beber es la excusa

Los viñedos del Segre

Si ello ocurre es por el abanico de posibilidades que ofrece ya que, además de la propia degustación de vinos con denominación de origen Costers de Segre, el enoturismo ilerdense nos permite pasearnos por un entorno natural bien comunicado repleto de zonas de montaña y llanos.

Dicen los expertos que hay que torturar la vid, para dar mejores frutos y aquí se logra con creces. Y es que en Lleida la tradición enológica y la actividad de bodegas como Mas Blanch i Jové o Tomas Cuisné son toda una una puerta al conocimiento de la provincia, que ha sabido combinar técnicas ancestrales con los más modernos avances para establecer su propio arte vinícola, entregado a un notable número de variedades. Dicen que los monjes cistercienses ya hacían vino en estas tierras, pero  parece que en las cosechas del siglo XXI, el tema  ha tomado otra dimensión.  El Segre suena a vino, con tecnología y un concepto muy moderno de la elaboración.  Vall de Riu Corb  y Artesa son lugares donde el vino ha revitalizado la agricultura.

A lo largo de la cuenca mediana del Segre las viñas se desperdigan a una altitud de entre 200 y 600 metros, dando lugar a tintos afrutados y profundos de aroma persistente, y blancos dulces y  de gran riqueza aromática. En ambos casos un producto muy especial.

Territorio Arbequina

La ruta del aceite se centra en otro de los productos propios y valiosos de la región, un aceite de oliva con denominación de origen propia, les Garrigues, que está considerado uno de los mejores del mundo. Puro oro líquido con toda una cultura a su alrededor, obtenido a partir de una variedad de aceituna denominada arbequina, introducida en España por el duque de Medinaceli en el siglo XVIII desde Palestina.

Precisamente en esa población de Les Garriges y por la N-240 encontraremos el denominado Parque Temático del Aceite, consagrado a todos los secretos de su cultivo y elaboración transmitidos de generación en generación desde época romana, e incluyendo una enorme prensa que figura en el Guinness de los records como la más grande del mundo.

El viaje por las comarcas leridanas de El Segrià, Les Garriges y L’Urgell, todos ellos centros de producción  de la provincia, se puede iniciar en la localidad de Juneda, a partir de la cual descubrimos una ruta repleta de paisajes llanos y encantadores que recorre poblaciones como La Floresta, Calba, Fulleda o Vinaixa, y que incluye -por supuesto-, campos de olivos cuya edad en ocasiones alcanza los 2.500 años. En otoño se puede observar el proceso de recogida y producción del aceite, que por cierto, queda especialmente bien con una de las especialidades de la zona. ¿Un plato? Por supuesto, el bacalao confitado con aceite de oliva, tan sencillo como sabroso.

Tierra de Fruta

Lleida también es un buen lugar para la fruta. Se trata de una región experta  en el cultivo de variedades tempranas como la nectarina, la paraguaya y el melocotón, pero también manzanas, ciruelas y peras. Todas ellas se benefician de un clima mediterráneo que proporciona todo lo necesario a los cultivos.

Sin embargo hay una estrella que merece alfombra verde. Ese es el color de referencia para la  la pera leridana, que como no podía ser de otra manera tiene su propia D.O.P. Pera de Lleida, y que incluye a tres jugosas variedades como la limonera, blanquilla y la conferencia. Tres peras distintas y un Dios verdadero para los cocineros de la provincia más afamados, como  en el restaurante Aimia, con Jordi Pallas y Josep Niubo  como ideólogos de los fogones.

Más de 1.500 hectáreas a lo largo y ancho de las comarcas de Segrià, la Noguera, Les Garrigues y l’Urgell unificadas gracias al canal  d’Urgell, una gran obra que ha permitido convertir el interior de la provincia en un vasto campo de cultivo abastecido con agua de los Pirineos

Seguir su trazado nos proporciona una ruta turística interesante, la del Salt del Durán desde Mollerusa, ocho kilómetros que bordean una de las acequias del canal a partir de la N-II y nos regalan bonitas vistas a los árboles plataneros y otras frutas.  Y si planificamos bien nuestra visita podemos hacerla coincidir con las fiestas de la propia población de Mollerusa, que acoge un centro dedicado a explicar los beneficios de  su brillante producción frutícola.  Lo sano también es sabroso.

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