En más de tres décadas de historia, el Grupo Tragaluz ha tejido en Barcelona una auténtica constelación de restaurantes que va mucho más allá de la cocina. Cada local es un escenario propio, donde la gastronomía se convierte en protagonista y el diseño y la atmósfera crean el telón de fondo perfecto para cada encuentro. Entre ellos, Tragaluz Barcelona, El Japonés, Pez Vela, Cuines Santa Caterina o Bar Lobo, solo algunos de los 18 espacios que hoy conforman su mapa gastronómico en la ciudad.
En total, el grupo suma 24 restaurantes & clubs, todos con la misma filosofía de crear ambientes singulares para disfrutar del entorno y deleitar el paladar. Dentro de este universo, nos detenemos en cuatro restaurantes de Barcelona, cada uno con una singular propuesta gastronómica.
Camping Mar: sabor frente al puerto
Situado frente al puerto deportivo de Marina Vela, justo detrás del hotel W Barcelona, Camping Mar se descubre como un refugio gastronómico y de ocio con espíritu de chiringuito. Su propuesta culinaria, sencilla y estacional, está concebida para compartir: desde entrantes y arroces hasta pastas, pescados y carnes, siempre preparados con producto fresco y de calidad, guiados por el sabor mediterráneo.
Entre los platos que marcan la personalidad del local destacan las croquetas de txangurro, la burrata con calabacín, albahaca y nueces, el ceviche de corvina con boniato y chimichurri de rocoto, o los arroces como el meloso de cigalas y almejas y el de butifarra de Calaf con setas, perfectos para compartir y acompañar con vinos blancos o cócteles ligeros. Precio medio: 35-40 euros.
El comedor, concebido como una “caja de cristal” rodeada de vegetación, es un jardín que se abre al puerto y al cielo, ofreciendo luz natural, brisa marina y vistas que convierten cada comida en un pequeño viaje. La arquitectura del local combina diseño y naturaleza: dos volúmenes independientes revestidos en madera albergan el bar y la cocina, protegidos bajo el edificio, mientras que el comedor se extiende sobre la explanada, con vistas a los barcos que reposan en el puerto. Al mediodía, la claridad del sol dibuja un espacio vivo y abierto; al atardecer, la brisa y los reflejos del puerto suavizan el ambiente hasta transformarlo en un lugar más íntimo, donde el mar y la mesa parecen compartir espacio.
Camping Mar es ideal tanto para una comida relajada frente al mar, un aperitivo al caer la tarde o una cena informal con amigos, ofreciendo la sensación de estar en un destino costero sin salir de Barcelona.
Fiskebar: un viaje del Mediterráneo al norte desde el puerto de Barcelona
En el Real Club Marítimo, frente al Maremagnum, Fiskebar despliega una propuesta singular en un entorno privilegiado, con vistas abiertas al puerto y al Paseo Colón. Bajo la dirección del chef Pol Vitale, la carta combina inspiración mediterránea y acentos nórdicos para rendir homenaje al mar. El recetario se construye con pastas y verduras realzadas por productos marinos, arroces melosos que condensan la esencia del litoral y pescados trabajados con un delicado juego de texturas y sabores, siempre con la impronta del mar en cada propuesta.
Entre sus platos más destacados figuran los blinis de salmón ahumado Carpier, el dip de berenjena y nueces con flatbread, el tartar de vieira ahumado con capuchina y el crudo de pez limón. Como principales, el arroz meloso de cigalas o el solomillo a las pimientas con setas sintetizan el pulso creativo de la cocina, entre tradición y contemporaneidad, equilibrando el punto justo de intensidad.
El espacio, diseñado por Isern Serra, refleja un estilo nórdico raw: un interior sereno y arquitectónico donde la sencillez de los elementos y los materiales puros destacan la belleza artesana y el entorno portuario, con la montaña de Montjuïc de fondo. Para tardear, su terraza Fis K Bar es un lugar privilegiado para contemplar el atardecer con un cóctel o una copa de vino al ritmo de buena música.
Tapas Lobito: el tapeo sin reloj en el corazón del Born
El Born siempre ha tenido algo de escenario vivo: callejuelas con historia, terrazas que se abren a rincones llenos de vida y ese aire entre cosmopolita y de barrio que lo hace único. En medio de este pulso mediterráneo, Grupo Tragaluz suma una chispa más con la apertura de Tapas Lobito, un local que rompe las reglas del tapeo barcelonés al reunir en un mismo lugar las tapas de siempre y una barra de sushi.
Ubicado en un edificio histórico a un paso del puerto y del Paseo de Colón, el nuevo bar respira la filosofía que ha hecho del grupo un referente: luz natural, techos altos, ventanales que se abren a la terraza, mesas compartidas y rincones pensados para alargar la sobremesa. La gran mesa central invita a la convivencia; la barra de sushi —donde se puede ver trabajar al sushiman en directo— añade un toque que da al conjunto un aire diferente. Y para los nostálgicos, hasta un futbolín espera al fondo como guiño divertido.
La carta es fresca, sencilla y pensada para compartir, desde un gazpacho que abre el apetito, gildas que despiertan la memoria, croquetas de pollo y jamón ibérico, pincho de tortilla o pa amb tomàquet, hasta una smash burger, una tosta de roast beef con salsa de champiñones o de roquefort, y propuestas como el steak tartar o la ensaladilla rusa con el toque de la casa. Y, por supuesto, sushi preparado al momento. Todo con el sello de producto de calidad y ese aire casero que busca la autenticidad antes que el artificio. El precio medio, de 25-30 euros, confirma que el espacio está pensado para disfrutar sin pretensiones.
Además, abre todos los días con cocina ininterrumpida de 12:00 a 00:00 h (hasta la 01:30 h los fines de semana). Un bar sin prisa, vinos naturales, cervezas, sangría y cócteles que prolongan las sobremesas mientras la música sube de ritmo. Como dicen en el propio local: «Aquí todo se perdona menos no disfrutar». Y si queda alguna duda sobre qué pedir, siempre está Roberta con sus sugerencias del día.
Tapas Lobito es el nuevo bar de moda en el Born, donde uno puede empezar con un zurito de gazpacho y acabar riendo alrededor de una mesa compartida. Porque hay bares que se visitan, y otros —como este— a los que siempre se vuelve.
Bosco de Lobos: un bosque para saborear en plena Diagonal
En la Avenida Diagonal, Bosco de Lobos ofrece un escape del bullicio urbano, y un restaurante donde la sensación de comer rodeado de árboles es posible. La propuesta gastronómica se centra en la cocina tradicional italiana, con platos clásicos llevados a un terreno más actual por el chef, lo que se traduce en una carta amplia que va desde spuntini y antipasti hasta ensaladas frescas, pastas elaboradas con mimo, auténticas pizzas romanas —finas y crujientes—, carnes, pescados y postres caseros.
Entre los platos recomendados destacan el vitello tonnato de solomillo, la sopa fría de tomate con peperoncino y albahaca, la ensalada de hojas con hinojo, naranja y vinagreta de mostaza, el carpaccio de ternera con foie o los mezzi paccheri con ‘nduja, burrata y tomate cherry. Y para cerrar, nada mejor que el mini tiramisú con helado de café, un final que combina lo clásico y lo inesperado. El precio medio ronda los 40 euros a la carta.
El espacio, diseñado por Francesc Rifé Studio, combina minimalismo y modernidad en un entorno dividido en distintas atmósferas: sala principal, porche, terraza y un parque verde de 600 m² creado por los paisajistas Pepote Comella y Mauricio Ramírez. Grandes ventanales abren el restaurante al bosque urbano, integrando la naturaleza con la mesa, mientras que la cocina abierta —verdadero corazón del local— permite observar el proceso culinario como parte de la experiencia.
Más allá de Barcelona, el grupo ha consolidado su presencia en otras ciudades: en Madrid con Tragaluz Madrid, Bar Tomate, Bosco de Lobos y Luzi Bombón; en Palma de Mallorca con Mariluz y Spot; y en la Costa Brava con Tragamar, en Calella de Palafrugell (Girona). Una expansión que lo sitúa entre los grandes referentes de la restauración española. Su más reciente incorporación, Cohete, se sumará en breve oficialmente a la galaxia Tragaluz.
