GENTLEMAN estuvo en el último de ellos. Mejor no desvelar nada, quizás solo apuntar. Un malabarista ¿de vanguardia, tecnológico? que dibuja figuras y mensajes luminosos en el aire mientras los asistentes degustan uno de los cócteles estrella de la gala, quizás por su simplicidad: la misma cantidad de Brockmans que de zumo de lima para construir un refrescante Gimlet. Un chef y su equipo que elaboran ante los ojos del público exquisitas tapas para maridar. Una llamada, por fin, para bajar ¿a los infiernos? –quizás pueda llamarse así, en su versión más sugerente–.
Allí, donde todos los elementos escenográficos se acoplan para construir un ambiente elegantemente sensual -siempre la sorpresa asociada a Brockmans Gin-, el lema Press for Gin por fin se revela. Cada pulsación da paso a un nuevo episodio en esta noche mágica en la que la coctelería más creativa, acompañada y en perfecto maridaje con la más alta gastronomía, cobra todo el protagonismo.
Más performances, más trucos, más juegos: unas esposas que te atrapan, una llave liberadora escondida en un cóctel; una bailarina que dibuja posturas imposibles en un aro mientras una escolta de percusionistas la rodea; un photocall que despierta risas… Una noche única. ¿Será igual en Madrid? Solo Brockmans lo sabe.