Cuando bill gates se mete en algo es que hay negocio. El director ejecutivo de Microsoft anunció hace un año su intención de crear la ciudad más futurista del mundo. Su enésima obra maestra tendrá el nombre de Belmont y estará en Arizona, ubicada en unos terrenos que el magnate ha adquirido por unos 80 millones de dólares. Contará aproximadamente con 10 hectáreas y serán 80.000 hogares los que Gates inaugure en la que prevé ser la ciudad con mayor conectividad del mundo.
Sin embargo, el devenir de los acontecimientos demuestra que las ciudades del futuro no son solo cosa de millonarios o proyectos que podrían parecer de ciencia ficción. Las smart cities (ciudades inteligentes) proponen una sociedad alejada de los parámetros habituales: un mundo conectado, con predominio de espacios verdes, sin contaminación y con la tecnología al servicio de la comodidad social. De hecho, conseguirlas se ha convertido en una cuestión de Estado para los países desarrollados.
Por ejemplo, la Unión Europea está desplegando una gran cantidad de recursos a través de su programa Horizonte 2020 en el proyecto Select for Cities, cuyo principal objetivo es el diseño, desarrollo y despliegue de plataformas digitales basadas en el llamado Internet of Everything (IoE, en sus siglas en inglés) para mejorar la calidad de vida y los servicios ciudadanos en Europa a través de las más avanzadas tecnologías.
¿Viviremos más tiempo y seremos más felices gracias a la tecnología?
Mark Jannot
Mientras, el sudeste asiático se posiciona como un punto de referencia de las smart cities, con ciudades como Hanoi, que ha estado trabajando con intensidad en su planificación urbana inteligente desde 2016 –con una población de casi 8 millones de habitantes, la capital de Vietnam aspira a ser líder en desarrollo sostenible de aquí a 2030–; Singapur (designada Ciudad Inteligente de 2018 en el Smart City Expo World Congress), que está por delante de las principales ciudades del mundo, como Nueva York, San Francisco o Londres gracias a sus vehículos autónomos, su plataforma de sensores inteligentes y su uso de la inteligencia artificial; o Kuala Lumpur, con ambiciosas iniciativas gubernamentales para hacer de la capital de Malasia una de las doce Áreas Económicas Clave Nacionales del Programa de Transformación Económica (ETP), que pretende cambiar la ciudad mediante el uso de la tecnología y el desarrollo de habilidades digitales a través de las empresas y sus propios habitantes.
Por supuesto, Estados Unidos no se queda atrás: 12 de ciudades del país forman parte del Top 50 de ciudades inteligentes del mundo, especialmente gracias a sus avances en Internet de las Cosas (IoT). Según cifras de la plataforma SmartAmerica Challenge, los gobiernos municipales invertirán aproximadamente 41 billones de dólares en los próximos 20 años para mejorar su infraestructura y beneficiarse de la IoT. Pero la pregunta que está en el aire ante tanta masificación de proyectos estatales, ideas, startups, emprendedores y grandes corporaciones es: ¿en qué cambiarán las ciudades inteligentes nuestra vida cotidiana? Y otra cuestión: ¿realmente va a cambiarla? La realidad, a modo de resumen, es que ya lo están haciendo.
NUEVOS AMIGOS
Más allá de las nuevas formas de relacionarse que han generado las redes sociales o la telefonía inteligente, ha surgido otro actor que, si bien lleva años entre nosotros, es ahora cuando el mundo empieza a plantearse cómo va a condicionar (es pronto para asegurar si para bien o para mal) las relaciones humanas: los robots. En la primera de sus variantes, la robótica industrial, adalid de la llamada industria 4.0 o cuarta revolución industrial, genera esa desazón sobre si las máquinas sustituirán a las personas.
El mismo Foro Económico Mundial ha realizado advertencias en los últimos años respecto al impacto que estas tecnologías podrían tener en el campo del empleo. Las estimaciones indican que esta revolución se cobrará 5 millones de puestos de trabajo, especialmente en el área industrial. Los empleos más afectados serán aquellos vinculados a trabajos manuales y repetitivos. Sin embargo, hay otra tesis mucho más positiva sobre la mesa, en la que máquinas y humanos se abrazarán para crear un futuro mejor y serán las personas quienes controlen a los robots industriales, ya que ¿quién mejor que ellas para enseñarles el trabajo que antes realizaban?
En cuanto a los humanoides –ese ‘Blade Runner’ que parece acercarse cada vez más–, las perspectivas son a cada cual más variopintas; desde futuros maridos o esposas, hasta mayordomos o compañeros de profesión. Muy sonado es el caso de Sophia, humanoide desarrollado por la compañía Hanson Robótics y diseñada para aprender y adaptarse al comportamiento humano. Desde que fue activada en 2015, y especialmente desde 2017, cuando se convirtió en la primera robot-ciudadana del mundo (en Arabia Saudí), ha estado en el foco mediático de shows de máxima audiencia y entrevistada en programas como ‘The Tonight Show’, de la NBC, del popular humorista Jimmy Fallon.
CIUDADES SOSTENIBLES
El uso y gestión de las energías renovables es un factor clave para que las smart cities consigan su principal objetivo: la sostenibilidad en las ciudades. La Agenda 2030 de las Naciones Unidas, aprobada por los dirigentes mundiales en 2015, constituye el nuevo marco para el desarrollo sostenible a nivel mundial y establece objetivos básicos como la dignidad humana, la estabilidad regional y mundial, un planeta sano, unas sociedades justas y resilientes y unas economías prósperas, además de erradicar la pobreza y lograr el desarrollo sostenible de aquí a 2030 en todo el mundo.
Por otro lado, decisiones políticas como las recientemente adoptadas por la Unión Europea de poner fin a la era de los combustibles fósiles en 2050, y que el 80% de la electricidad provenga de las renovables, dibuja un escenario cercano al que plantean arquitectos ecológicos como Ken Yeang, considerado como el gran ‘repensador’ de las ciudades; Vicent Callebaut, conocido por su compleja obra París Smart City 2050, o el considerado padre de la ‘arcología’, Paolo Soleri, y su proyecto Arcosanti, un prototipo de ciudad ecológica pensada para 5.000 habitantes en el desierto dr Arizona.
LA NUEVA MOVILIDAD
Una combinación inédita entre tecnología, métodos de transporte e infraestructuras está cambiando la forma de moverse en las ciudades. Bicicletas, coches eléctricos (compartidos y en propiedad), motos eléctricas, patinetes… Todos ellos se integran en diferentes plataformas tecnológicas en forma de apps para facilitar, junto al transporte público, una movilidad sostenible que sea capaz de acabar con adversidades como la contaminación, el tráfico y también el estrés. En este último aspecto, el coche autónomo aún tiene mucho que decir.[Lea aquí: Coches autónomos, presente y futuro de una conducción que cambiará el mundo]
Mientras el sector se debate entre lo que puede hacer y lo que debe (o no debe) hacer, la tecnología para su implementación ya está lista. Una vez más, el marco legislativo y la propia composición de las ciudades, además del propio dilema ético que rodea a esta conducción (por ejemplo, ¿dejaría que un coche autónomo lleve a su hijo al colegio mientras usted hace otras cosas? o ¿de quién sería la culpa en caso de haber un accidente, del coche, del fabricante o del propietario?) determinarán si es posible cambiar el modelo tradicional e movilidad.
DIVERSIÓN ‘SMART’
Las formas de ocio también están cambiando desde la propia composición de los espacios. Los ‘smart malls’ o centros comerciales inteligentes comienzan a ganar terreno uniendo experiencias inmersivas (hacer partícipe al cliente desde que entra hasta que sale) gracias a la realidad virtual, nuevas fórmulas de pago (a través de los smartphones o incluso de la huella dactilar) o la mejora de ajardinamientos interiores y exteriores. Al mismo tiempo, la ropa ecológica y los escaparates en cartón sostenible, que van restando protagonismo a otros materiales contaminantes, forma parte de una tendencia cada vez más en auge y que las marcas están sabiendo aprovechar.
Pero si algo une a todas estas experiencias es la continua conectividad, desde puntos de recarga para móviles a wifi abierto a todo el público. “Los ‘consumidores inteligentes’ están hiperconectados, buscan en la red lo que quieren comprar, lo consultan en las redes sociales, se lo prueban en tienda física y lo compra online. Posteriormente lo recomiendan y producen sus propios contenidos. Por lo tanto, para ellos es muy importante que el centro comercial cuente con una buena conectividad. Es decir, la existencia de una red de wifi de banda ancha que les permita permanecer conectados a Internet, pero además interactuar con el propio centro comercial a través de encuestas y valoraciones de servicios que permitan mejorar la experiencia de los clientes”, explica el blog especializado en nuevas formas de comercio Mall&More.