Cuando se contempla un reloj de Panerai, la mente lleva obligatoriamente a tiempos pretéritos, a historia de la relojería; eso es lo que la firma de origen y estilo florentino ha ofrecido desde su renacimiento en el mercado. Todo lo contrario sucede cuando se visita su manufactura de Neuchâtel, una edificación sostenible de más de 10.000 metros cuadrados en la que se asiste al futuro, a lo último en tecnificación en apoyo de esa creatividad que lleva en su interior el desarrollo relojero y en el exterior la imagen reconocible de una filosofía.
Una curiosa mezcla, pero al mismo tiempo eficaz. La tecnología no domina, solo está al servicio de la imaginación, la que nace del Laboratorio de Idee, un lema empleado desde el principio por la casa y que ha tomado verdadera dimensión al ser convertido en el departamento de investigación y desarrollo de Panerai, en el escenario donde las ideas superan el examen de la realidad, compuesto por alrededor de 50 personas encargadas de testar y poner en marcha en forma de prototipos los diseños tanto del reloj como de los movimientos, un primer paso que sigue haciéndose desde Italia. Pero sin duda, lo más llamativo está en la etapa de homologación, de vital importancia en el desarrollo y funcionalidad de los calibres y posteriormente de los relojes finales. De hecho, realizan exámenes muy exigentes entre los que figura el control antimagnético. Aunque no es un elemento que exhiba entre sus atributos como marca relojera, los futuros desarrollos de Panerai se someten a controles para verificar su capacidad de resistencia a los campos magnéticos.
Ya se sabe que lo que más afecta al interior del mecanismo es la humedad o las condiciones extremas. También se hacen test de impactos, como el que efectúa una máquina en la que se simula una caída del reloj de desde un metro de altura, o de resistencia, tanto dinámica como de aceleración (donde el reloj llega a someterse a fuerzas de 5.000 G). Como buena marca vinculada al mar, hay otro elemento interesante, y es la creación de una máquina que mueve el agua e impacta sobre el reloj como si se estuviera navegando. Nada queda al albur ni a la casualidad. Y por tanto, antes de comenzar el trabajo real ya se sabe el comportamiento que tendré el futuro reloj, en forma de todo creativo.
Control de calidad
Toda estas pruebas anticipan lo que Panerai acabará exigiendo tanto en interno como a sus proveedores de componentes. Máxima fiabilidad y rendimiento. La producción de los calibres se hace en dos escenarios diferentes: uno es Neuchâtel, donde se producen complicaciones y los movimientos de cuerda manual, y otra parte de la producción se realiza en Val de Fleurier, empresa del grupo Richemont y que crea movimientos exclusivos para Panerai, atendiendo a sus peticiones expresas. No hay que olvidar que la firma de origen florentino empezó a gestar sus movimientos manufactura en 2005, cuando todavía no estaba la manufactura en pie, pero en estos más de diez años ha ido conformando un estilo propio que se percibe desde que se trabajan los primeros materiales de los calibres hasta que se ejecutan los últimos controles de calidad, convertida en la principal obsesión de la marca. Pero centrándonos en Neuchâtel, lo que en 2014 eran 25 personas trabajando, hoy se ha convertido en una manufactura de 250 personas que en las condiciones actuales tiene la posibilidad de crecer en otras 75 personas. Entre los relojeros, la edad media no supera los 37 años, una de las mas jóvenes de este negocio, y la mujer tiene un peso importante dentro de la estructura de la manufactura, pues representa el 52% del personal contratado.
Antes de construir un nuevo calibre o reloj, en Panerai se desarrolla una etapa de homologación que garantiza su óptimo funcionamiento
Una plantilla que ha aprendido a convivir con un proceso automatizado en forma de ‘autopista’ que traslada los calibres de un puesto de trabajo a otro, aunque todo se sigue montando de forma manual. Panerai apostó por crear una manufactura que cuenta con los últimos adelantos en materia técnica, incluido un robot central en la línea de ensamblaje de los calibres que realiza un control de calidad exhaustivo y que permite asegurar que ninguno de los movimientos y relojes que van a salir de allí tiene un solo defecto. Cuando es rechazado, el calibre sale de esa ‘autoestrada’ hasta ser subsanado el problema. El control de calidad llega casi al paroxismo, pues incluso se vigila que los materiales no tengan microporos que puedan suponer que en algún momento existan filtraciones o entradas de humedad en el interior del reloj. El servicio técnico también se halla en Neuchâtel, con un equipo que no llega a la decena, y que realiza el mantenimiento, reparación y también restauración de piezas antiguas. Con un compromiso: en cuatro semanas todo reloj debe estar listo para ser devuelto a su propietario. Es la visión relojera de Panerai.