Por tradición, los ingleses de buen vivir solían invertir en dos objetos sobre los que más tiempo iban a pasar a lo largo de su vida: los zapatos y la cama. Si bien son escasos hoy los que continúan allí con esa inteligente costumbre, está comprobado que apostar por la calidad en ambos casos alarga el bienestar y seguramente la vida. En el terreno del calzado para hombre, los british son la gran referencia internacional; en el caso de las camas, el rolls-royce no se halla en su feudo, sino en el continente, concretamente en Suecia.
Es la firma Hästens la que, desde la localidad de Köping, a unos 150 kilómetros de Estocolmo, al noroeste del país, crea las más preciadas. Varias generaciones familiares que se han ido sucediendo en el terreno del descanso. Proveedores de la Real Casa Sueca desde hace más de medio siglo, producen un promedio de 12.000 camas al año, para luego enviarlas a cerca de 40 países de Europa, Asia y América; a alrededor de 300 tiendas, así como distribuidores, que pregonan que se trata de “las mejores camas hechas a mano en el mundo”.
¿Y qué es lo que las diferencia a simple vista? Un tejido estampado de cuadros de diversos tonos azules, inherente a la casa desde 1978 y ampliamente reconocible –aunque la verdad, más de uno, por ejemplo en España, podría asociar con el estampado de trajes típicos, como el de los arrantzales (pescadores vascos)–.
Desde la capital sueca no es necesario el automóvil para llegar al centro de las mejores camas del planeta. Nos basta el tren. Poco más de una hora desde la estación central de Estocolmo y estamos en Köping. Tras caminar escasos diez minutos, atravesando un extremo del lago Mälaren, se llega a la que llaman “factoría de los sueños”, un edificio funcional construido en 1948 por el arquitecto británico Ralph Erskine. Inmediatamente llama la atención, en la fachada del mismo y junto al nombre, la figura de un caballo en actitud de movimiento. “En sueco, la palabra hästens significa caballo, y en su origen, en 1852, cuando se fundó la empresa, hacían honor al animal, creando sillas de montar”, nos explica en su interior una de las responsables de Comunicación.
Empresa familiar de soñadores. De Pehr Adolf Janson, el fundador, a Jan Ryde, de la quinta generación y actual presidente y director general de la firma. “Antes de que Edison inventara la bombilla, antes de que Bell hiciera su primera llamada de teléfono y antes de que Ford pusiera el mundo sobre ruedas, mi tatarabuelo fundó Hästens”, dice con orgullo quien capitanea la marca desde hace más de 30 años.
Así como un buen plato gastronómico tiene como base alimentos de calidad, en este terreno se requiere también de componentes excelentes. A más de un curioso en la materia le daría la tentación de destripar una de las camas de Hästens para ver su construcción interna. Como cuando Cristóbal de Balenciaga, en sus orígenes, hacía lo propio, en su caso con vestidos de Poiret o Vionnet, para conocer al detalle cómo estaban construidos. No hace falta destripar cama alguna. En la factoría, nada más penetrar en un espacio a partir del cual ya no está permitido tomar fotografías, tras una vitrina se muestra al visitante lo oculto: las gruesas capas de las que están compuestas esas famosas camas.
Se trata de componentes, la mayoría, de origen natural, como por ejemplo la madera de pino sueco, la fina lana, el algodón y el lino. Pero eso no es todo. Lo que más interpela a quien percibe el interior de una cama Hästens es un material gris oscuro, y que proviene de un animal, el caballo. Se trata del pelo de su cuello, de la crin, que permite, en el terreno de la humedad, que nuestro cuerpo pueda regular su temperatura mientras descansa. La inclusión del resto de componentes mencionados no es solo por su origen natural, sino también por su función: la lana y el algodón ayudan a que conciliemos el sueño antes; el lino, igualmente, impidiendo además la electricidad estática; y el pino, que es de crecimiento lento, contribuye a la estabilidad de la cama y a su durabilidad.
Algunos de sus modelos son emblemáticos, como el Grand Vividus, el más trabajado del mundo (600 horas para hacerlo realidad), y que por ello puede presumir de ser la cama más exclusiva del planeta. Además, en el año 2022 han lanzado drēmər. Obra del diseñador Ferris Rafauli, es un homenaje al fundador de la casa, Pehr Adolf Janson. Una propuesta imponente, con un cabezal en terciopelo del mismo color que el resto, con detalles de ribeteados y patas de madera lacada.
Aunque el proceso se realiza a mano, la fuerza física es también necesaria para desplazar las diferentes camas que se van elaborando, con la ayuda de máquinas de última generación; de ahí un gran número de empleados masculinos. La mujer también está muy presente, sobre todo en la introducción de elementos como el pelo del cuello de caballo, la lana, así como a la hora de coser diferentes partes del colchón, valiéndose de una gruesa aguja.
Camas que han conquistado a reyes, como el de Suecia, y a cantantes como Drake y Beyoncé, por mencionar solo dos famosos, y que han llegado a asociarse con otros nombres, como por ejemplo el norteamericano Supreme, al que adoran los veinteañeros más fashion.
¿Y el precio de reposar sobre una Hästens? Puede resultar elevado, aunque a la larga no lo será. A partir de 4.690 euros, para una cama de 90, y de 10.580, para una de 210; hasta cantidades con cinco ceros, dependiendo de si se trata de un encargo exclusivo, con los materiales más preciados… En el ecuador, el modelo drēmər, la novedad de este año, muy próximo a los 50.000 euros. “Si hiciéramos cálculos, y elegimos por ejemplo una de nuestras camas intermedias, sería como pagar un euro cada vez que dormimos en ella”, nos explica James Aschberger, responsable del Departamento de Clientes y Marketing.
De creadores de sillas de montar, allá por 1852, para el confort del jinete y del caballo, a creadores de las mejores camas, para el mejor de los descansos de mujeres, hombres y niños. Si no garantizan felices sueños, por lo menos persiguen que sean dulces y saludables en el letargo, asegurando que si a las cuatro de la tarde sentimos que nuestro cuerpo no está cansado, eso es que hemos dormido bien. Palabra de expertos.