ARCOMadrid 2022: un debate entre galeristas en torno al arte, el coleccionismo y el negocio

ARCOMadrid 2022: un debate entre galeristas en torno al arte, el coleccionismo y el negocio

ARCOMadrid 2022: un debate entre galeristas en torno al arte, el coleccionismo y el negocio

Probablemente la única feria que se ha celebrado en los últimos tres años es ARCOMadrid. Su directora, Maribel López, llena de energía las palabras, perfilándolas con un optimismo cargado de razones. Tomó el relevo de la feria en 2019, de manos de Carlos Urroz, director considerado casi insustituible. Y a base de audacia y esfuerzo ha convencido a quien dudaba de su perfil bajo que ese nombramiento fue más que acertado.

Demostrar su valía y tomar decisiones difíciles. Una de ellas, mantener a finales de febrero del 2020 la feria abierta, cuando aún no había datos certeros sobre la crisis sanitaria. Y esquivar las sucesivas olas para que ARCO pudiera celebrarse también al año siguiente, el verano de 2021: “Fue importante celebrar esa edición porque demostramos que se podía hacer, que era seguro, y lanzamos un mensaje muy positivo de continuidad”. Como cada año desde 1982, para que el ecosistema de las artes plásticas no se resintiese. “No solo hay que concebir el coleccionismo como la compra de una obra, sino como la protección del patrimonio cultural del futuro que se hace desde el presente –insiste López–. Las galerías son mucho más que un negocio que vende obras. Exponen, reflexionan, producen y financian proyectos artísticos, generan cultura de muchas maneras”. El arte como negocio se enfrenta a prejuicios y ambigüedades que ferias de la calidad e interés de ARCO han conseguido mitigar. Y aunque muchos cuestionen su manera de absorber el foco mediático para concentrarlo en unos pocos días, olvidando que el mundo del arte se extiende más allá de las fechas de la feria, no es menos cierto que la interdependencia de ambos es fundamental. Y que sería incluso deseable que se reforzara la cultura del coleccionismo, para que muchos más artistas pudieran acceder al mercado.

Situada en Bilbao y orientada al arte creado en el País Vasco, la galería Carreras/Múgica, posee varios espacios donde alternan creadores reconocidos y otros más emergentes. Especulan con el formalismo, pero también celebran las prácticas menos ortodoxas.

Luces y sombras de un gigante

Al igual que las bienales u otras instituciones culturales que contienen el prefijo mega–, las ferias se cuestionan por ser un símbolo de la ley del más fuerte. Hay aspectos que pueden mejorarse, evidentemente, como el apoyo a nuevos galeristas, coleccionistas y artistas; o el equilibrio de determinadas ausencias. ARCO desarrolla programas e iniciativas para intentar remediarlas, pero suelen tener una dimensión moral y cultural, más que económica.

A los comisarios, críticos y artistas, sobre todo, les preocupan mucho estas carencias. A los galeristas, que igualmente son agentes culturales, también. Pero las ferias son sobre todo un encuentro comercial. Por ello, sus cuitas incorporan aspectos más prosaicos. Efectivamente, ARCO es un espacio cultural donde se intercambian ideas, obras de arte, contactos e incluso afectos. Pero el negocio de fondo está más cercano al inmobiliario, en el que una empresa –en el caso de Ifema, semipública– alquila un espacio comercial durante un periodo determinado de tiempo a una serie de galerías.

Los galeristas saben que de esa inversión depende su salud económica. Por ello, y de forma constructiva, también critican aspectos de la feria madrileña. Jorge Bravo, de etHALL, cuestiona que pague lo mismo una gran galería situada en un pasillo central que otra más humilde en un lateral del pabellón. “Revisaría el precio del metro cuadrado según la ubicación y el tipo de proyecto”, y apunta: “Es frustrante, para una galería de fuera de Madrid, que la única oportunidad de recibir la visita de un responsable público sea pagando un stand en ARCO”.

A Ignacio Múgica, de la galería bilbaína Carreras/Múgica, le preocupa además que la feria madrileña tenga una excesiva orientación hacia fuera de España ya que, ciertamente, cada año la organización gasta mucho, pero mucho, dinero en invitar a coleccionistas extranjeros. “El mercado internacional es fundamental, pero se descuida un poco el aspecto local y regional, en concreto a los coleccionistas de provincias”. Pedro Maisterra, del espacio madrileño Maisterravalbuena, por su parte, ve la presencia de galerías internacionales como un aliciente para el prestigio de ARCO, direccionando el debate hacia cómo la pandemia “ha provocado una reevaluación del lugar que las ferias ocupan en el mercado del arte y la reflexión por parte de las galerías sobre si realmente es necesario ser tan dependientes de ellas”.

Noche (rojo) (2021), de Antonio Ballester Moreno, presente en la Galería Maisterravalbuena, situada en Madrid y fundada en 2007 por Pedro Maisterra y Belén Valbuena.

Esta discusión es habitual en España, donde ARCO tiene una dimensión casi totémica debido a que durante años fue el único proyecto de visibilización del arte contemporáneo en nuestro país. Y a que no hay gran cultura de coleccionismo. “Es solo una feria, punto –opina Jorge Bravo, de etHALL–. La dependencia ‘emocional’ que se tiene con respecto a ARCO resulta un poco excesiva”, y continúa: “Las ferias son necesarias pero en ningún caso pueden sustituir a lo que sucede en las galerías”. Y sin embargo, como casi todos los galeristas confiesan en petit comité, la visita a estos espacios es cada vez menor. “Las galerías –defiende Maisterra– son espacios de encuentro, eso es lo que nos define. Todo lo demás son modelos que nos pueden ayudar en ese cometido, incluido el negocio digital, que sin duda es una herramienta muy efectiva”.

Alex Mor hace referencia a los eventos digitales que sustituyeron a las ferias presenciales durante la pandemia, aunque apueste también por el arte como deporte de contacto. Colombiano de nacimiento, su galería parisiense Mor Charpentier es fija en ARCO: “Las ferias virtuales lograron minimizar los daños; las ventas no desaparecieron. Las ferias presenciales son y seguirán siendo un espacio privilegiado para los encuentros, los descubrimientos y los intercambios” aunque, como apunta Múgica, “no es comparable visitar una exposición que ha sido preparada con cariño y esfuerzo por el artista durante todo un año, con la acumulación que se da en una feria, donde se juntan más de 250 galerías, 1.500 artistas, 5.000 obras”.

¿Naturaleza muerta?

La tecnología digital cambia la forma en que nos comunicamos, también nuestros hábitos. Lo presencial pierde terreno. Hacer la ronda de galerías en una ciudad cualquiera, existiendo Instagram, ¿deja de ser atractivo? ¿Aleja a los visitantes? “¡O los acerca! –advierte Alex Mor–. Las redes pueden ser un arma de doble filo. En los últimos años, esas herramientas han resultado muy eficaces para consolidar contactos con una nueva generación de coleccionistas –más joven y conectada– que asume plenamente el acercamiento al mercado por medio de las redes sociales. Negarlo sería un error”.

Río de Janeiro (Salvador Scofano, Agência O Dia), de la serie Corpo da alma, 2006-2009, de la artista brasileña Rosângela Rennó.

En España, es urgente facilitar una regulación impositiva para permitir que las galerías sean más competitivas a nivel internacional, según los galeristas. Modificar el IVA de las obras de arte que ahora es el de un objeto de lujo para que sea de bien cultural. Ignacio Múgica añade otra exigencia: “Es fundamental una Ley de Mecenazgo que haga atractivo el coleccionismo de empresas, que en España es absolutamente residual. Los países con mercados fuertes son los que han favorecido un coleccionismo potente de las empresas”.

Esta demanda es generalizada en el sector cultural porque aquellas podrían desgravarse impuestos al adquirir arte. El exministro Pepe Guirao dejó esa ley preparada antes de ser cesado a finales de 2019, pero nunca más se supo de ella. “Sin duda es un punto crítico y pésimamente gestionado en España”, critica Múgica. Pedro Maisterra añade: “Yo soy partidario de atacar el problema desde el ejercicio cotidiano de nuestro trabajo. ¿No es más lógico provocar que un ministro elija motu proprio pasar una mañana de sábado a visitar galerías que ponerle en la cara cuestiones de un sector que no conoce?”. También, cambiar el prisma con el que se mira a quien compra arte, a menudo prejuzgado por pertenecer a un determinado estatus social. Como sugiere Jorge Bravo de etHALL, alineándose con las declaraciones iniciales de Maribel López, “se tiene que valorizar el papel del coleccionista como el de un ciudadano comprometido con la sociedad en la que vive, que contribuye a su desarrollo cultural”.

Obra Sin Título (2018), de la irlandesa Sinéad Spelman. Está expuesta en la Galería EtHall (Hospitalet de Llobregat, Barcelona), enfocada en un modelo centrado experimentación.

Coleccionismo y crisis

La economía global se ha visto afectada por la pandemia cuando parecía recuperada de la crisis del 2008. El arte es un valor refugio y como tal la venta de obras puede verse condicionada favorablemente por las dudas del sistema económico. Pero el coleccionista ‘menor’ –mayoritariamente profesionales liberales– también se lo piensa dos veces antes de adquirir obra. ¿Se compra diferente en época de crisis? ¿Afecta al tipo de obras que se presentan en las ferias?

“Aunque no nos guste, el coleccionista siempre tiene puesto un ojo en el valor económico de su colección, y en periodos de crisis se resiente”, conviene Ignacio Múgica. “Durante estos ciclos, en nuestro caso, se reducen las ventas, pero no percibo un cambio en el tipo de obra, solo en el número de obras vendidas”, explica. Según Pedro Maisterra, “este negocio resiste mejor la crisis que otros sectores. En mi opinión, es por la cualidad ancestral del arte. Le da una condición de inevitabilidad que causa seguridad en el mercado”.

“No considero que la zozobra deba condicionar el tipo de arte que le interesa a un coleccionista”, añade Jorge Bravo, quien asegura que el enfoque mercantilista de la pregunta no le interesa, como tampoco los coleccionistas orientados a la especulación, aunque reconoce que en momentos de crisis se venden valores seguros de mercado que benefician más al sector secundario del arte –en subastas, por ejemplo–.

“Las piezas monumentales o históricas –para Alex Mor– tomaron mucha fuerza durante la pandemia. Fue sorprendente evidenciar hasta qué punto era más fácil posicionar una instalación de vídeo con siete canales que una pequeña foto”, y continúa, respecto a las modas que una crisis puede generar: “Existe un interés creciente alrededor de la pintura. Esto se ha acentuado. Sin embargo, no creo que haya una correlación directa entre esto y la crisis generada por la pandemia. Ya llevábamos un par de años evidenciándolo”.

¿Modifica, finalmente, esta coyuntura la línea artística de una galería? Todos los marchantes coinciden en negar este extremo. O en afirmar que no debería suceder. En palabras de Ignacio Múgica, “Es muy importante mantener una línea definida, clara y continua de trabajo y no dejarse llevar por situaciones coyunturales”. Y añade: “Nosotros siempre recomendamos que sea el criterio artístico del coleccionista el que predomine sobre cualquier otro. Las grandes colecciones, y que han resultado más rentables, se han hecho así. Nuestra recomendación a los coleccionistas es que desarrollen su criterio visitando muchos museos, galerías, talleres de artistas, etc., y que utilicen su criterio personal por encima de modas o tendencias”.

Compromiso individual y colectivo, con nuestro tiempo y con la creación humana que busca el equilibrio entre lo místico y lo pedestre. Entre lo poético y lo económico. Con un sistema, el cultural, que es indisoluble de su estructura económica. Como el valor mercantil conforma también la obra de arte. Porque, si el arte fuera gratis, ¿tendría algún valor?

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