Mi amiga Magefesa López, que es muy sabia en estos contubernios del ligoteo con frenesí, me acompañó a tomar unos baños de barro, pensando ella que sería como el balneario de la película Ojos Negros, donde Mastroianni se sumerge, con un traje blanco impoluto -incluido canotier- en una piscina negra, a rebosar de lodo, para cogerle la pamela a su amada -se la arrancó el viento de las manos-. Íbamos las dos cogiditas del brazo, monísimas, con nuestros short, sombrero de paja y nuestros detalles flúor, cuando nos rebasó una señora bastante subida de kilos, en topless, con una delantera como no habíamos visto jamás, toda ella barro menos los ojos.
Nos saludó como si tal cosa y nosotras contestamos. Pero Magefesa, ciertamente impresionada, acertó a balbucear: “Eso que nos ha hablado, ¿era una señora o un pata negra ibérico?” Yo no la pude contestar, pero desde entonces no la he vuelto a invitar a la playa. Ahora vamos siempre de piscina en piscina y este verano ya llevamos cinco honrosas medallas con nuestras adquisiciones estivales.
Pepe, el rey de la piscina
Pepe tiene todos los encantos de Míster España. Sonríe a todo el mundo desde su metro noventa y cinco. Clava su mirada desde detrás de esa melena rizada y esa barba larga que comienza a dorarse también por el sol. Luce una especie de bañador que le alarga las piernas y que deja entrever ese fabuloso músculo que baja desde la cadera hasta la entrepierna y que no sabemos ni cómo se llama. Cada vez que nos habla o nos mira, allí nos tiene, clavadas… Sabemos que esto no puede durar mucho, la competencia es atroz.
Paco, el Mokines
Un rudo ejemplar castellano leonés de esos que cogen un tractor en cada mano. Grita “Tuuuuuso” a sus colegas, que le responden desde la otra punta de la piscina: “Qué paha, Tuuuuuuso”. Nunca hemos vivido una experiencia tan al límite. Ni puenting, ni rafting, ni kitesurfing,… aventuring agropop hasta que se nos salten los ojos de las órbitas.
Pablito, el niño
Una melena rubia de escándalo. Un moreno dorado de esos que sólo cogen los rubios. Una sonrisa permanente con unos dientes blancos perfectos. Educadísimo. O con una o con la otra, pero nunca mezcla. Majefesa se enfada un poco conmigo porque casi siempre me lo llevo de calle. Pero a las dos nos da un poco de cargo de conciencia… Y creo que a sus padres no les gusta mucho nuestra compañía. Nos hemos autoinvitado ya varios domingos a sus paellas familiares y antes de que nos echen… ¡Estamos deseando que cumpla los 18 ya!
Pitbull, el peloncito
Nuestro peloncito precious. Ni un solo pelo en ninguna parte de su cuerpo, ni un solo gramo de grasa, ni un sólo centímetro de piel sin tatuajes. Una especie verdaderamente llamativa. Jamás hemos podido verle los ojos porque no se quita las gafas de espejo ni en los momentos más íntimos… Jamás hemos podido hablarle de nada porque tampoco se quita nunca los cascos de los oídos, pero es que nunca deja de bailar reggaetón ¡Nunca!
Portugués, el
El portugués es, si cabe, el más fino de todos. No sabemos ni cómo se llama pero él tiende a compartirnos a las dos y eso a nosotras nos encanta. Ah… ni Figo en sus mejores momentos. Nos dice cosas como: “Muito obrigado”, “Qué bien que no tengáis bigote”, “Mira gato preto”, “Bon día”. Y aunque su conversación se queda en eso y nosotras no entendemos nada, con mirarle y tocarle los bíceps de vez en cuando, vamos sobradas. ¡Vamos! Y lo orgullosas que nos paseamos cogidas de su brazo por toda la piscina provocando la envidia de todos los que nos ven.