Cuando el coleccionista de arte Drew Aaron (Filadelfia, 1977) se mudó en 2016 a la localidad mallorquina de Alaró, al occidente de Palma, decidió que su nueva casa estaría decorada únicamente por obras de artistas españoles. Tras 20 años viviendo en Nueva York, este fue el primer paso para dejar de nutrir su colección personal exclusivamente de los grandes nombres del arte moderno del siglo XX y comenzar a integrar artistas emergentes repartidos por la Península y el territorio balear.
Estas dos dimensiones del arte, la universal y la regional, las integra desde 2018 en Gallery RED, una de las galerías más importantes del país en términos de inventario, obras vendidas y número de espacios propios en diversos puntos de España. En ella coexisten obras de Warhol, Koons, Basquiat, Hirst o Richter, junto a otras de artistas como la mallorquina Elena Gual o el catalán Iván Montaña, que mantienen sus piezas accesibles al público general, contribuyendo así al proceso de democratización del arte en la sociedad. “En la galería trabajamos con piezas valoradas desde los mil euros hasta algunas que alcanzan los millones –explica Aaron–. La calidad del arte no radica en el precio, si no en el background del artista y en sus experiencias”. Gallery RED representa a unos 30 creadores alrededor del mundo, distribuidos por ciudades como París, Londres y Bruselas, y regiones de África, Estados Unidos, países escandinavos o Estambul.
Drew Aaron vertebra el proceso de compra de una obra sobre tres ideas: la belleza estética, que la obra escogida represente una inversión a largo plazo y que integre los principios plásticos típicamente mediterráneos, como la presencia de azules. “En Gallery RED –dice– exhibimos bellos amaneceres y también obras hechas con plástico reciclado de botellas de agua transportadas por mujeres en Ciudad del Cabo. El fin de todos nuestros artistas es comunicar, ya sea la reivindicación de los derechos de la mujer, la importancia del reciclaje o la necesidad de expansión global del arte”.
Que el dinero y el marketing determinan parte del mercado del coleccionismo es para Aaron una cuestión evidente, e incluso necesaria, pues cuando la visibilidad de una obra aumenta también lo hace su valor y reconocimiento. “Cuando destinas tanto capital a comprar y vender obras, es necesario saber que en algún momento esa inversión volverá a ti, a tus hijos o a tus nietos”. Aunque también existe ese otro sector “movido por la pasión, la creatividad y la visión de futuro”; en un punto a medio camino se encuentra el estadounidense con su galería, ubicada en el corazón de Palma y una de las pocas del mundo dirigida por un coleccionista y no por un hombre de negocios.