Nada más traspasar el umbral de la fábrica de Crockett & Jones en Perry Street (Northampton, Inglaterra), la mezcla de intensos olores a piel y pegamento se confunde con el ruido sordo de las máquinas y los operarios a pleno rendimiento en una sabia conjunción de fuerzas donde lo manual y lo mecánico comparten protagonismo. El escenario –uno de los primeros edificios con estructura metálica, anterior incluso a la torre Eiffel– refleja mejor que nada la tradición de una casa que mantiene vivo el espíritu con el que nació: hacer zapatos con las mejores pieles aplicando la técnica del legítimo calzado Goodyear.
En esta teoría de lo auténtico, la calidad es una constante desde que la empresa viera la luz en 1879, entonces como fabricante de zapatos masculinos que llegaron al mercado con un precio de 30 libras esterlinas de la época. Fruto de la unión de intereses y fuerzas de los cuñados James Crockett y Charles Jones –eso sí, con la ayuda de sendos créditos personales de 100 libras–, el negocio se iniciaba con veinte empleados y desde entonces siempre ha permanecido en la familia; en su seno ha ido creciendo no sólo la fama sino también la producción para otras firmas de lujo que, conocedoras de la técnica de Crockett & Jones, acuden a la casa inglesa para obtener un resultado adecuado a sus magníficos estándares de calidad.
Tal vez por eso no extraña que a medida que se superan etapas en el proceso de fabricación de unos zapatos Crockett & Jones se sucedan carteles en los que el término “calidad” se convierte casi en una bendita obsesión con mensajes como “la calidad empieza por tí mismo”. Una suerte de arenga cariñosa que implica todavía más a los alrededor de 160 trabajadores, altamente cualificados, que componen la parte fabril de Crockett & Jones y que se completa con personal de administración y directivos hasta llegar a más de doscientos empleados.
En Crockett & Jones son fieles con la tradición zapatera y están implicados todos los trabajadores
Pero además de la calidad, el calzado que lleva la firma Crockett & Jones se distingue por sus detalles, su confortabilidad y durabilidad. En realidad, son verdaderos arquitectos de esa obra de precisión que es el zapato, al que se aplican las mejores pieles del mercado: “Tenemos relación comercial con las mejores tenerías del mundo”, señalan desde la firma, “y siempre seleccionando las pieles de mejor calidad, porque esa es una de nuestras señas de identidad”. Así, a Northampton llega lo mejor de las curtidoras británicas, alemanas y americanas, dispuestas ya para ser transformadas en cómodos pares de zapatos que son sometidos a un riguroso control en los distintos procesos creativos y que empieza con el mantenimiento de la piel en condiciones óptimas de humedad mientras están almacenadas.
Más de 400 pares al día
Pero son los propios empleados los encargados de vigilar que cada unidad que pasa por sus manos supere las exigencias de un zapato Crockett & Jones. Y eso a pesar de que al día se producen más de 600 pares, una cifra considerable que habla por sí misma de la actividad frenética que se sigue en la compañía. Así ha sido desde que vio la luz; a la cualidad emprendedora de James Crockett y Charles Jones, que se tradujo por ejemplo en investigación para crear botas impermeables, se le unió la visión innovadora de sus hijos, responsables en gran medida del primer gran acontecimiento de la compañía, como fue la introducción de la maquinaría para la confección de zapatos Goodyear, todo un hito en 1890 y un síntoma del carácter precursor de Crockett & Jones, que se ha mantenido con el paso del tiempo. Hoy, viejas máquinas de los comienzos comparten espacio y trabajo con elementos de elaboración mucho más avanzados, como corresponde al siglo XXI.
Pero por mucha técnica que exista, el motivo del éxito de Crockett & Jones se encuentra en el perfeccionismo con el que elabora un zapato en serie, en el que se trabaja con la misma atención que si se tratara de una pieza realizada a mano, un servicio que todavía se presta y que es un verdadero ejercicio de ingenio para dar vida, a través de treinta piezas de piel, cerca de 200 operaciones diferentes y casi ocho semanas de trabajo, a unos zapatos de pedido especial. El hecho evidente es que la fama de Crockett & Jones es más que merecida; no sólo por su carácter innovador dentro de los registros que marca la tradición zapatera británica sino porque le han añadido una excelente visión del negocio.
Con la llegada a la sede actual, a finales del siglo XIX, no sólo se incrementó la producción y la capacidad de maniobra de la compañía, sino que en el período comprendido entre 1900 y 1914 la empresa fue capaz de atender a un mercado interno cada vez más identificado con el estilo Crockett & Jones que iniciaba una aventura de mayor envergadura con su presencia en mercados tan dispares como Sudamérica, Egipto, Australia, Sudáfrica, Nueva Zelanda, India, China, Bélgica, Sudeste Asiático (incluidos Hong Kong y Malasia), Canadá o Estados Unidos, lugares que, aún hoy, se rinden a la calidad incontestable de sus creaciones y que han dado a la casa una visión cosmopolita, casi universal del zapato inglés.
En Crockett & Jones acostumbran a decir que la piel tiene memoria; tal vez por ese convencimiento tan íntimo, los niveles de acabado de cada par de zapato, el cuidado con el que se efectúa cada uno de los pasos de creación, con la piel protegida por un plástico para evitar cualquier tipo de roce o desperfecto, son en sí mismos todo un deleite para los ojos y también el resultado de una voluntad por hacer de cada producto una pequeña obra de arte que se amolde con perfección al pie.