Jordi Mollá, el arte de no aburrirse

Jordi Mollá, el arte de no aburrirse

Jordi Mollá, el arte de no aburrirse

Jordi Mollá sorprende por muchas cosas. Sin ser una de las caras más reconocibles del cine español, es probablemente el actor más internacional, con una sólida carrera en Hollywood, cincelada durante más de 20 años -desde que en 2001 participó en la película Blow– a base de surfear con maestría las olas de aquel no siempre fácil universo. Sigue trabajando en España y otros países europeos y, sobre todo, combate su rechazo visceral al aburrimiento con una actividad artística que ha convertido al aficionado a la pintura que siempre fue en un nombre admirado, que expone en galerías a un lado y otro del Atlántico cuadros que luego llevan a sus casas gente como los también actores Johnny Deep –con quien cultiva una larga amistad– y Zoe Saldaña o el productor musical DJ Khaled.

El arte es, de hecho, el que le trajo a Madrid unos días de principios de verano para la inauguración (Gärna Art Gallery, durante el mes de julio) de la colección El arte de trascender, una intervención sobre 65 reproducciones del icónico toro de Osborne que ejecutó, a partir del pasado abril, en las bodegas de la firma en El Puerto de Santa María (Cádiz). Parte del dinero recaudado por esta iniciativa servirá para impulsar proyectos de la Fundación Osborne, centrada en la conservación del patrimonio y en promover la inserción laboral de los jóvenes, de forma especial en el sector de la hostelería.

Los periodistas tendemos a acompañar el nombre del entrevistado con su lugar y fecha de nacimiento, como si sirviera para situar al personaje. ¿Dicen algo de Jordi Mollá esos datos: L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona), 1968?

Dice mucho. 1 de julio de 1968 me parece una fecha perfecta para un tío como yo. Lo de Hospitalet también, porque es una realidad y, además, tiene sentido que yo no naciera en Barcelona, que naciera justo pegado, en una zona obrera, por todo lo que ha sido mi trayectoria de vida. Vengo de ahí, de una familia que vendía ajos, y me gusta. Y me gusta mucho venir de Valencia, porque creo que soy más valenciano que catalán.

¿Y en una tarjeta de visita, qué profesión añadiría a esos dos datos básicos?

Yo me he hecho tarjetas, ya siendo famoso. Me hice unas con caligrafía muy de notario, con el número de teléfono abajo… Sin ningún tipo de duda, pondría actor. Por todo lo que implica la palabra actor, no actor de películas, actor en toda su dimensión.

Hay un momento en su vida, estudiando Contabilidad y a punto de entrar para hacer una entrevista de trabajo en un banco, en el que se da la vuelta. ¿Alguna vez piensa en qué hubiera sido de usted sin tomar esa decisión?

Mucho, claro. Ese día, a las dos menos cuarto de la tarde, en las oficinas centrales de La Caixa, ese no llamar a la puerta del tío que iba a contratar gente me cambió la vida.

¿Cómo surgió este proyecto y cómo ha sido la creación de las obras?

Nació de una propuesta de gente seria y competente y Osborne, y al principio yo dije “bueno, ya veremos si esto es real o no”, y de repente se hizo realidad. Un herrero de Osborne había construido 65 toros, y me pareció que la gente que estaba detrás era seria y que sabía lo que hacía, y dije que sí, claro.

Cada obra se comercializa en una espectacular artbox que incluye además impresiones firmadas por el autor de los 65 toros, así como un libro en el que diversos artistas homenajean al toro de Osborne.

¿Qué le atrae: la figura del toro, como por ejemplo a Picasso y a Goya, o la figura del toro de Osborne?

La figura del torno de Osborne. Por lo que representa en mi pasado, yendo de Barcelona a Valencia de niño con mis padres y ver ese toro, que para mí era sinónimo de fiestas, vacaciones y buen comer. Luego aparece Bigas Luna, personaje crucial en mi vida a todos los niveles, y me dice que tengo que deshacerme de los testículos del toro en la película Jamón, Jamón. Y ahora otra vez esto… Tenía que ser, parece cosa del destino. Espero que no me pille el toro.

En sus pinturas no es difícil ver influencias de Basquiat o Tàpies por ejemplo, pero a la vez sorprende lo diferentes que son algunas series entre sí: desde la abstracción absoluta hasta flores o mujeres renacentistas. ¿Eso qué dice de usted como artista?

Creo que me aburro rápidamente de las cosas, lo cual es un problema. En mi estudio en Madrid había muchos cuadros muy diferentes, y un señor vino una vez y yo le dije “perdona el eclecticismo que hay aquí, porque hay de todo, y más que podría haber”. Es un coleccionista serio, un señor mayor, y me dijo “no, creo que en todo lo que estoy viendo veo a Jordi”. Lo bonito es la búsqueda. Pintar siempre lo mismo…, me imagino que Picasso estaría harto, sobre todo con su talento y amplitud estética… No me extraña que pasen a hacer cerámicas, como Barceló, que ya están hartos de lo bidimensional y pasan a una cosa más tridimensional.

¿Le da mucho miedo el aburrimiento?

Sí, es que el aburrimiento es pecado mortal. Creo que es una ofensa a Dios.

Es usted católico.

Sí, sí. El aburrimiento es peligrosísimo, la pereza… Dios no nos ha traído aquí para que te aburras, nos ha traído aquí para que absorbas esta cosa llamada vida, que es única.

Al fin y al cabo, de una forma o de otra, se puede decir que ha dedicado usted su vida a crear cosas. ¿En eso consiste la vida?

Para mí sí. No tengo escapatoria.

A propósito de la serie de flores dijo usted que quería hacer cosas bonitas, rodearse de luz. ¿Es de naturaleza optimista o es una decisión que uno toma?

Las dos cosas. No todo el tiempo estás optimista; entonces tienes que llenar el tanque de optimismo, de lo que a ti te haga sentir bien. Obviamente yo he tenido épocas en que veo el vaso medio vacío. Pero por naturaleza, yo creo que un tío que no sea optimista no habría hecho todo lo que yo he hecho; el pesimista tiende más al desasosiego, a decir ‘pa qué’. Aunque a mí mucha gente me tilda de pesimista, lo que me hace mucha gracia.

Es usted uno de los actores españoles más internacionales. ¿Qué le ha aportado el salto a Hollywood?

El salto fue eso, un salto, fui empujado en este salto al cine americano. Y ya que algo me empujó a saltar, mientras caía, decidí aprovechar las corrientes de viento, que sé bien de dónde vienen. O esta metáfora también de que soy un gran surfista… Voy allí y hay olas que sí puedo y otras demasiado grandes que no las quiero, y si no hay olas me aburro. Entonces lo que hice fue surfear América, surfear el cine americano, con cosas increíbles que me enseñaron y otras que no me interesan. Y he ido combinando con españolas, italianas, europeas.

¿Diría que el de Hollywood es un mundo apto para todos los públicos o en el que no cualquiera puede sobrevivir?

Es una gran escuela a la que te tienes que enfrentar. Es una cosa de locos, pero llevo 22 años, medio viviendo, yendo, también para exposiciones… Es un país que te enseña muchas cosas, pero sí, hay que estar preparado. Mucha gente no lo aguanta.

¿Cómo es ese cine que, según ha dicho alguna vez, le gustaría que le llegara para seguir disfrutando de la interpretación?

Esto es como enamorarte. No tienes novia, hasta que ves a una chica que te hace algo dentro, que no tiene explicación.

¿Y por qué le cuesta encontrarla? ¿El cine es diferente?

El cine ha cambiado mucho, drásticamente, a nivel de distribución, de percepción con el público… Pero independientemente de eso, no quiero decir que no veo nada que me gusta; a veces lo encuentro pero yo a ellos no les gusto, o al revés.

Una frase suya: “He conseguido todo lo que he querido; porque lo que no tengo es que no lo he querido”. ¿Diría que ha sido cuestión de trabajo, talento o suerte?

De las tres, y de saber decir que no. He tenido muchísima suerte, tengo talento y sé decir que no.

¿Sigue sin esperarle nadie en casa?

Sí, no me espera nadie.

¿Y le gusta?

Me tengo que adaptar. Todo el mundo me dice que tenga un perro, pero yo digo que no le voy a hacer eso al pobre perro.

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