Kenneth Branagh regresa a la convulsa Belfast de su infancia para firmar su película más personal

Kenneth Branagh regresa a la convulsa Belfast de su infancia para firmar su película más personal

Kenneth Branagh regresa a la convulsa Belfast de su infancia para firmar su película más personal

Aquel aficionado que se acerque al cine como mero espectador, sin más conocimientos que los derivados del disfrute momentáneo de cada película, sin manejar nombres, fechas o trayectorias, puede que, legítimamente, se esté preguntando de qué Kenneth Branagh hablamos. ¿Del director que en los años 90 se ganó un merecido respeto por su maestría, y también arrojo, para llevar al cine algunas de las obras más emblemáticas de Shakespeare? ¿De quien conmovió a toda una generación aún apabullada por el sida y sus consecuencias en Los amigos de Peter? ¿Del que de repente se adentró en los no siempre estables caminos de los superhéroes rodando un muy rentable Thor? ¿Del que se pone en la piel del detective sueco autodestructivo imaginado por el escritor Henning Mankell en la serie Wallander o en la del deductivo Poirot para desentrañar los crímenes de Agatha Christie? ¿O quizás del que aprovecha una vis cómica innegable para ponerse a las órdenes de Woody Allen en Celebrity? Curioso, por cierto –merece la pena este inciso–, cómo le invitó el director estadounidense a sumarse al proyecto. “Por favor, lea el guión adjunto y fíjese en el papel de Lee Simon –comenzaba diciendo la carta que Allen le envió y que el propio Brenagh recordaba entre risas, hace años, en una charla ante la Academia Británica del Cine y la Televisión (BAFTA)–. Cuando lo escribí pensé que solo había un actor que podía interpretarlo, Alec Baldwin, pero no está disponible. Entonces pensé en Mel Gibson, pero al final decidí que usted podía ser la elección más correcta porque Lee Simon es, esencialmente, un perdedor”.

Efectivamente, en Kenneth Branagh conviven, visto lo visto con bastante cordialidad, muchos Kenneth Branagh. Es de esos personajes que las reseñas enciclopédicas se ven obligadas a definir enlazando un término tras otro: director, guionista, actor… Y, de hecho, es de los pocos escogidos que ha estado nominado al Oscar en las tres categorías –cinco veces en total, aunque aún no ha conseguido ninguna estatuilla–: el único extranjero junto a Roberto Benigni en una lista que completan John Cassavetes, Warren Beatty, Clint Eastwood, George Clooney, John Huston, Woody Allen y Orson Welles.

Belfast (estreno en España el 28 de enero) es su último trabajo como director y, quizás, el mejor vehículo para acercarnos a otro Kenneth Branagh, al primero, el que nació en la capital irlandesa en 1960 y del que, al fin y al cabo, derivan todos los demás. Es, sin duda, la película más personal del autor, con una clara intención autobiográfica. En el verano de 1969: Buddy vive, a sus nueve años, una infancia feliz arropado por sus padres (Jamie Dornan, el protagonista de 50 sombras de Grey que parece, por fin, haber encontrado una salida a su personaje) y Caitriona Balfe (serie Outlander) y los abuelos que todos querríamos tener (Judi Dench y Ciarán Hinds). En unas calles acariciadas por el sol, filmadas en blanco y negro, lucha contra imaginarios dragones y abre los ojos hipnotizado ante una gran pantalla devorando wésterns como Solo ante el peligro o El hombre que mató a Liberty Valance. Hasta que, casi de repente, la realidad le saca de su ensoñación: en su entorno también hay descontento, revueltas populares, disturbios y un conflicto enquistado entre católicos y protestantes que se extiende por toda la ciudad y por el que también pululan héroes y villanos reales. Otro ciudadano ilustre de Belfast, Van Morrison, protagoniza la banda sonora con hasta ocho de sus temas clásicos y uno compuesto para la ocasión.

Branagh logró el septiembre pasado el Premio del Público en el festival internacional de cine de Toronto por su próximo estreno Belfast.

Branagh es el segundo de tres hijos de una familia protestante dueña de una explotación ganadera que se trasladó a Reading (Inglaterra), precisamente cuando él tenía 9 años, para escapar del ambiente de violencia que se apoderaba de su Belfast natal, “ese momento –ha dicho al hablar de la película– en el que los niños tal vez tengan que asumir una especie de cualidad de adultos para la que no estaban del todo preparados”. “Quería volver y estrechar la mano de esa versión de mí mismo con 9 años –afirma sobre el origen de Belfast–, y quería entender por lo que habían pasado mis padres y los increíbles sacrificios que hicieron para dar un gran paso en nuestras vidas, del que nunca hablamos posteriormente; jamás”.

Cuando a los 15 vio al actor Derek Jacobi haciendo de Hamlet decidió ser actor; ingresó en la Royal Shakespeare Company y fundó una compañía teatral llamada Renaissance que pretendía renovar la escena teatral inglesa. No fueron las tablas, sin embargo, las que le situaron en la escena internacional, sino sus versiones de obras de Shakespeare: Enrique V (1989), que dirigió y protagonizó junto con Emma Thompson –con quien se casó ese mismo año, para convertirse en la pareja, Ken & Em, adoptada con orgullo por la sociedad británica, hasta su separación oficial en 1995–; Mucho ruido y pocas nueces (1993), también con la que entonces seguía siendo oficialmente su pareja, antes de embarcarse en una relación con la también actriz Helena Bonham Carter; o Hamlet (1996). El papel como director y protagonista en la trilogía convirtió a Branagh, entonces aún en la treintena, en el nuevo hombre fuerte de la cinematografía británica, inspirando comparaciones con los históricos Laurence Olivier u Orson Welles. “¿Por qué estoy tan interesado en Shakespeare? Porque es la vida vivida al máximo”, ha explicado en alguna ocasión.

En esa misma década prodigiosa, otros tres trabajos suyos como director, Los amigos de Peter (1992), Frankenstein de Mary Shelley (1994) y En lo más crudo del crudo invierno (1995), y otra incursión en la obra de Shakespeare, en Othello (1995), en esta ocasión delante de la cámara, confirmaron que las comparaciones no eran exageradas: el irlandés era capaz de hacer de todo y de hacerlo bien. Es lo que ha hecho desde entonces, también en Hollywood, abriéndose a un universo en el que han entrado Woody Allen y Thor, pero también Harry Potter o Jack Ryan; ese mismo Hollywood que, dicen, está dispuesto a rendirse definitivamente a Branagh en los próximos Oscar.

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