Cuando era una niña, Stella McCartney (Londres, 1971) buscaba en los armarios de sus padres, el ex-Beatle Paul McCartney y la fotógrafa Linda, prendas con las que forjar su precoz entendimiento de la moda, casi todas ellas carentes de género, herencia de la androginia y cierta teatralidad que recorría la época. Criada entre la realeza del rock y “en la importancia de vivir en paz con la naturaleza y todos los seres que en ella habitan”, según sus palabras, su infancia transcurrió entre las ovejas y la tranquilidad del campo de Sussex y los multitudinarios tours de su célebre padre. Aspectos que posteriormente definirían las siluetas y la vanguardia de sus colecciones.
La diseñadora británica ha hecho posible la unión de lujo y sostenibilidad, creando un nicho de mercado que parecía improbable, en el que el sentido de la moda no tiene por qué desligarse de la conservación del planeta. Sus colecciones, llenas de sutiles contradicciones, aúnan siluetas femeninas y masculinas, líneas suaves y rígidas y, cada vez más, la transición hacia un lenguaje estético ausente de género. Su misión nunca se limitó solo a diseñar. Alejada de la fama de su padre y siempre por delante de los tiempos, la mueve un claro objetivo de concienciación, en el que la circularidad y reducción del sistema (reusar y reciclar las prendas), en contra de las colecciones lanzadas cada pocos meses, son sus prioridades para el futuro.
McCartney se graduó en 1995 en la Central Saint Martin’s School con una colección totalmente vegana, realizada con vestidos de segunda mano, mezclados con piezas de sastrería, disciplina que dominaba gracias a sus años de formación en Savile Row. En 1997, asume la dirección creativa de Chloé, llevando a la casa francesa a un aclamado éxito comercial, hasta 2001, cuando, tras rechazar tomar las riendas de Gucci por la utilización de pieles, se establece con su propia firma, libre desde el día uno de todo tejido de procedencia animal. Tres años más tarde comienza su colaboración con Adidas (por supuesto, también ecológica), que sigue hasta el día de hoy, proyectada en prendas de cortes aerodinámicos y estampados maximalistas.
En 2016 lanza su línea masculina y el pasado año el gigante de lujo LVMH compra parte de la compañía, otorgando a Stella McCartney el privilegio de convertirse en la consejera de sostenibilidad de Bernard Arnault. “La naturaleza nos proporciona todo lo que necesitamos… si la dejamos.” Para este invierno, la diseñadora introdujo el tejido Koba, sustituto de la piel artificial, elaborado a partir de pulpa vegetal y poliéster reciclado.