María Dueñas (Puertollano, Ciudad Real, 1964) dedica dos, tres, cuatro meses a documentar cada libro. Lee, ve documentales, consulta a expertos e incluso visita casas de subastas en busca del menú que serviría un restaurante en los años en que sitúa la trama. Luego, se sienta al ordenador y escribe, todo el día durante un año, con los parones a que le obliga su ajetreada agenda. Así ha nacido Sira, la segunda parte de aquel El tiempo entre costuras, su primer libro –entonces compaginaba la escritura con su trabajo como profesora de Filología Inglesa en la Universidad de Murcia– que, en 2009 y con 45 años, le cambió la vida al convertirse en un fenómeno literario que ha vendido más de cinco millones de ejemplares en más de 40 lenguas e inspirado una serie de televisión. Difícil no comparar con las cifras que acabe logrando Sira, que salió en abril con una tirada inicial de medio millón para España y Latinoamérica y lleva ya ocho ediciones. En el mundo tras la Segunda Guerra Mundial, Jerusalén, Londres, Madrid y Tánger son los escenarios por los que transita la protagonista, antes una joven costurera devenida en espía, ahora, y siempre, intentando tomar las riendas de su vida.
Las mujeres llevan toda la vida leyendo libros escritos y protagonizados por hombres. ¿Nos sigue costando a los hombres lo contrario?
Sí, creo que cuesta. Creo que ya se está perdiendo un poco, pero tradicionalmente y hasta hace no tanto ha costado mucho. Yo misma lo he vivido con mis libros: mujer, autora, que publica una novela con protagonista femenina y en la portada aparece una señora; automáticamente, hay muchos hombres que dicen que no, que no le van a dar ni la oportunidad. Es un prejuicio que se está empezando a resquebrajar, creo que las nuevas generaciones ya vienen con otra historia, pero que ha existido. Mientras las mujeres hemos visto y hemos leído todo lo que los hombres nos han querido contar toda la vida…
Mujeres normales que, en algún momento, se ven obligadas a reconstruir su vida. Son, a grandes rasgos, las protagonistas de sus novelas. ¿Qué hay de usted en ellas?
Yo intento que en mis libros haya lo menos posible de mí. Inconscientemente, siempre se te puede resbalar algo, pero intento crear mujeres que sean pura ficción. Y que a la vez tengan toda la carga posible de humanidad que yo sea capaz de transferirles: intento que sean un poco como somos los humanos, con nuestras luces y nuestras sombras; nuestras flaquezas y debilidades; nuestros pequeños momentos de gloria; nuestras incertidumbres, nuestras dudas… Intento que tengan carga de humanidad casi orgánica, pero siempre tratando de que los personajes sean los personajes y de que yo sea yo.
Cinco millones de lectores en todo el mundo con El tiempo entre costuras; una serie de televisión con éxito de audiencia… ¿Con qué presión afrontó esta segunda parte?
Con (ríe), si te digo la verdad, cero presión. En serio. Con cada novela nueva arranco como si fuese la primera; arranco de cero, con las mismas ganas, con la misma ilusión. Me abstraigo de mi alrededor, no estoy pendiente de los lectores, ni de los críticos, ni de qué van a decir, ni de si venderemos mucho o poco. Para nada. Me encierro en mi novela y ahí estamos el texto y yo solos. No podría escribir con ningún tipo de presión, y creo que no me saldría nada en condiciones si estuviera condicionada por el ruido exterior.
Empezó Sira en el otoño-invierno de 2019, pero gran parte del libro lo escribió durante lo peor de la pandemia, confinamiento incluido. ¿Le sirvió de refugio?
Muchísimo, porque en los momentos más duros yo me sentía tocada por una varita de la suerte por tener un mundo paralelo en el que abstraerme de la realidad.
¿Cuántas veces ha sentido a su alrededor esa condescendencia con que los supuestos grandes escritores miran a los autores de best sellers?
Me encanta eso de “supuestos”. Porque ¿quiénes son los grandes? Pocos hay más grandes que, por ejemplo, Mario Vargas Llosa, que ha sido conmigo atento, cariñoso, que ha leído mi libro, que me dio una cita cuando se tradujo al inglés para que saliera publicado en Estados Unidos… O sea, que los grandes de verdad han sido magníficos. Pero es verdad que alguna ceja así alzada ves entre algunos que quizás no sean tan grandes y a los que a lo mejor les molesta un poco.
¿Esa idea de que la literatura que vende mucho no es tan buena no está ya superada?
No te creas. Sí, mayoritariamente sí, pero hay quien todavía piensa que no, que por escribir 600 páginas en Planeta no tienes derecho ni a que te lean. Hay suplementos literarios que no reseñan mis libros, porque no, ni aunque sea para darles caña, porque les parece que no tienen la categoría literaria que sí tiene…, yo qué sé, un húngaro de 1903. Sí, sí, todavía hay prejuicio.
Disculpe la indiscreción, pero es fácil imaginar que ha ganado mucho dinero con sus libros. ¿Cómo cambió su vida en apenas unos meses tras El tiempo entre costuras?
Ha habido cambio, pero no creas… Yo tenía una vida muy plena, era profesora de universidad, tenía consolidada mi profesión, muy gratificante, mi familia establecida… No es que viniera del arroyo y me he hecho de repente millonaria. Ha sido un paso adelante en mi vida profesional y un poco en la personal, han pasado muchas cosas en estos 12 años en ambos aspectos, pero no ha sido como un revolcón en el que no me reconozco. Me sigue gustando hacer las cosas de siempre, sigo manteniendo a mis amigos de siempre… Sigo viviendo en Cartagena, aunque con un pie en Madrid, sobre todo en años de promoción como este.
Da la impresión de que este libro, como otros suyos, tiene un profuso proceso de documentación detrás. ¿Cómo hace este trabajo? ¿Dispone de un equipo que le pasa notas, al que usted hace encargos…?
No, no, eso es todo mío. Ahí sí que soy muy, digamos, egoísta. Es que la documentación la disfruto muchísimo. Es lo mejor de la novela, es lo más interesante, porque a medida que te vas documentando vas abriendo caminos y vías que al final van a ayudar a construir la novela entera. Esos dos o tres meses que me paso simplemente leyendo y pensando con la información que tengo, y voy trazando la hoja de ruta y voy creando a los personajes y voy acotando los escenarios y los momentos históricos, para mí eso es lo mejor de la novela. Yo vengo del mundo académico, estoy muy acostumbrada a trabajar con fuentes, y al final acabas haciendo un pequeño máster en cada uno de los asuntos que quieres tratar. Lo duro llega cuando abres documento, capítulo 1…
La primera parte de Sira se desarrolla en Jerusalén, con el conflicto entre árabes y judíos en plena efervescencia al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Y el lanzamiento del libro coincidió en el tiempo con un recrudecimiento del conflicto entre palestinos e israelíes. ¿Tiene usted una opinión formada de quién tiene razón?
Noooo. Y cuando te vas a las fuentes de cómo surge el conflicto, es más confuso todavía. Ahora es una cosa entre judíos y árabes, pero antes estaban los ingleses también, entonces era un triángulo. Todos podemos sentimentalmente estar más de acuerdo con una parte que con la otra, pero lo que sí tengo intuitivamente más claro es que si en el origen del conflicto se hubiese actuado de otra manera, no habríamos llegado a esto. Pero todo se hizo mal desde el principio y nadie podría pensar entonces que íbamos a llegar a un siglo después y seguiría la cosa como sigue.
Probablemente si usted mostrara claramente sus preferencias políticas perdería a la mitad de sus lectores. ¿Se ve obligada a tener cuidado para que eso no ocurra?
(Ríe). Intento no implicarme públicamente en nada que no tenga que ver con mis libros, sea política u otras mil cosas más. Intento mantener mi vida privada, porque eso es parte de mi vida privada, al margen de los libros. Pero vamos, si tengo que decir mi opinión, la digo abiertamente. No tengo unas posturas tan extremistas de ningún lado como para que los lectores me dejen de leer por ellas. Espero que no. Yo creo que los lectores son gente inteligente que aprecia la literatura por delante de las opiniones, a no ser que se pase siete pueblos, de quien hay detrás. No es por no meterme en charcos y tener a todo el mundo contento; simplemente, prefiero asomarme lo menos posible al escaparate de lo público. Mis libros son los que tienen que estar ahí.
¿Cree que Sira se definiría como feminista?
Pues en su momento no, porque el feminismo estaba como más encapsulado en un pequeño grupo de mujeres. Pero ahora, con la mirada nuestra, yo creo que sí; dentro de ella, inconscientemente, tiene cosas que los postulados feministas han defendido siempre: cómo batalla por conciliar ser madre con estar en su trabajo; cómo aspira a tener una labor en el mundo más allá que cuidar a su hijo; cómo quiere trabajar; cómo admira a las mujeres que trabajan; cómo quiere ser independiente… En su vocabulario no entraban palabras como ‘empoderamiento’ o ‘conciliación’, que son contemporáneas, pero desde luego ella hace el esfuerzo, como tantas mujeres de tantas épocas anteriores, por luchar por todas esas cosas.
¿Se puede ser una gran escritora sin ser una gran lectora?
Yo lo veo un poco difícil, pero igual (ríe de nuevo) hay un talento en bruto por ahí que puede hacerlo. Yo lo veo complicado. Al final, los que escribimos, consciente o inconscientemente, sacamos nuestro bagaje lector. A mí me resulta muy difícil hablar de mis referentes, es tanto lo que vamos acumulando a lo largo de una vida, pero tenemos que tener una masa lectora para aprender a escribir en el sentido lingüístico, del discurso mecánico, estilístico, y también un poco para comprender el alma humana y lo que hay por detrás.
¿La vida en estos últimos 12 años la ha llevado a usted o ha podido controlarla y llevarla usted por dónde quería?
La he controlado yo, sí, perfectamente. A mí esto me pilló con cuarenta y algunos años cumplidos; entonces, si pierdo la cabeza a esa edad es para matarme. Yo ya tenía la madurez suficiente como para llevar bien las cosas. Pero además he tenido la suerte de trabajar con una gente estupenda que me lo ha puesto todo muy fácil, que para nada han sido invasivos, ni exigentes… Así que, además de controlarlo yo, es que he estado muy bien arropada, muy bien asesorada, muy bien acompañada en todo este camino.