Omega Speedmaster, el reloj que conquistó la Luna

Omega Speedmaster calibre 321.

Omega Speedmaster calibre 321.

Cuando nació en 1957, el Omega Speedmaster original estaba pensado para los pilotos de carreras. Entre sus virtudes destaca la precisión y la legibilidad. Pero lo que son las cosas, la historia le tenía reservado un lugar preferente en otro medio, el espacio, un soporte inédito. Algo que quedó ratificado en marzo de 1965, hace ya 60 años, cuando la NASA declaró que el Speedmaster era “apto para el vuelo en todas las misiones espaciales tripuladas”. Una acreditación que remarca el espíritu pionero de la firma.

El Omega Speedmaster calibre 321 cuenta con una versión moderna de brazalete con tres eslabones, que además muestra el movimiento.

Pero hagamos un pequeño repaso histórico. En 1962, el entonces presidente de EE. UU., John F. Kennedy, realizó la ya célebre declaración de “elegimos ir a la Luna”. Pero no solo eso, prometió alcanzar ese objetivo en esa misma década. Se había iniciado la carrera espacial que se tradujo, primero, en el Proyecto Mercury y sus famosos ‘Siete del Mercury’. Al finalizar ese programa un año después, los astronautas pidieron a su director de operaciones, Deke Slayton, un reloj fiable para futuras misiones. No era un asunto baladí, porque si los temporizadores digitales dejaban de funcionar, lo único en lo que podrían confiar serían los relojes mecánicos que llevaran. Esta búsqueda se inició en 1964, con una solicitud de “cronógrafos de alta calidad” que envió a varias firmas de relojes. De todas ellas, solo cuatro respondieron y una fue Omega. Cada una envió tres cronógrafos que fueron sometidos a los exámenes más exigentes.

Uno de los elementos que también distinguían a esta creación eran los pulsadores del cronógrafo, que se han mantenido casi inalterables.

El ingeniero James Ragan fue el encargado de probar los relojes. Nada más llegar estos, excluyó al primero porque no era de pulsera. Las otras tres propuestas tuvieron que superar nada menos que 11 pruebas creadas para analizar su fiabilidad. La primera tenía que ver con la alta temperatura –48 horas a 70° y 30 minutos a 93° en un vacío parcial–, y cuando se sometió al vacío térmico, solo el Speedmaster superó la prueba. En segundo lugar, se realizó un test de baja temperatura –4 horas en un entorno a -18°– al que siguió una tercera prueba, la de vacío, donde el reloj se calentó en una cámara de vacío y se enfrió después a -18° durante varios ciclos. El cuarto elemento a controlar, el de la humedad, se realizó en un entorno con una humedad del 95% y temperaturas que oscilaban entre los 25° y los 70°, en diez ciclos de 24 horas. La prueba de corrosión –quinta de la serie– lo enfrentó durante 48 horas a una atmósfera de oxígeno a 70°. Llegaría a continuación la idoneidad de resistencia a los golpes, donde replicando los viajes espaciales, se registraron seis choques de 40 G en seis direcciones diferentes. La séptima prueba tuvo que ver con la aceleración, que llegó hasta los 7,25 G durante unos cinco minutos y después hasta 16 G durante 30 segundos en tres ejes. La presión también fue objeto de análisis. Primero sobre baja presión –de 10-6 atmósferas a 70° durante 90 minutos y después a 93° en 30 minutos–, y después sobre alta presión –1,6 atmósferas durante 60 minutos–. La décima prueba fue la de vibración con la que simular los extremos del lanzamiento de una nave espacial, con vibraciones aleatorias en tres ejes de entre 5 y 2000 Hz con una aceleración de 8,8 G. El test finalizaba con la prueba de sonido que debía garantizar la fiabilidad frente al ruido, para lo que el reloj se sometió a nada menos que 130 decibelios a frecuencias de 40 a 10.000 Hz durante 30 minutos.

Antes de obtener la acreditación de idoneidad, los astronautas también dieron su opinión favorable al Speedmaster de Omega.

El resultado fue que solo el Omega Speedmaster ST 105.003 superó con éxito las 11 pruebas. Había un detalle añadido: era el mismo modelo disponible para los clientes en las tiendas. Para entender este éxito, baste el comentario de James Ragan: “Incluso a mí me sorprendió que algún reloj pudiera superar esas pruebas. Los entornos se diseñaron para aparatos que se montan en vehículos. No era nada fácil. Era la prueba más extrema que se podía hacer”. Pero quedaba un último requisito para la acreditación, y quizá era el más importante de todos: los relojes también debían ser aprobados por los propios astronautas. Ragan les entregó otros relojes, además del Speedmaster, para que los evaluaran. Sin conocer los resultados, los astronautas eligieron el Speedmaster como su modelo preferido, debido a su mayor precisión, fiabilidad, legibilidad y facilidad de manejo. Ragan dijo después que esto “me facilitó mucho las cosas.

Cada una de las 11 pruebas que superó el Speedmaster ST 105.003 habían sido creadas con el objeto de garantizar el cometido del reloj en el espacio.

Pude ir a la oficina de programas y decir que había superado las pruebas y los astronautas lo querían”. Apenas tres semanas después de obtener la acreditación, el 23 de marzo de 1965, el Speedmaster ST 105.003 viajó oficialmente al espacio por primera vez con la misión Géminis 3. La única modificación era su larga correa de velcro. Había comenzado la particular carrera espacial de Omega, que se confirmó el 20 de julio de 1969, cuando el Apolo 11 aterrizó en la Luna por primera vez, cumpliendo la promesa del presidente Kennedy y el sueño de Omega de pisar la Luna.

Salir de la versión móvil