En un muro de la casa de Antonio Banderas, el poeta Manuel Alcántara escribió de su puño y letra: “A la sombra de una barca me quiero tumbar un día y echarme todo a la espalda y soñar con la alegría”. Cuando el actor lo cuenta, uno ya sabe que no va a anunciar algo así como un paso atrás, ni mucho menos una retirada ni nada que se le parezca. Todo lo contrario, su hiperactividad ha vuelto a arrinconar en el baúl de los sueños incumplidos esa anhelada entrega a la molicie.
En su agenda inmediata, efectivamente, no caben barcas, ni sombras, ni hay tiempo para tumbarse. Esta noche, Banderas ha dormido apenas unas horas tras celebrar a lo grande el estreno en Madrid de Dolor y gloria, su octava película con Pedro Almodóvar; a las 8 de la mañana ya estaba corriendo por el parque de El Retiro (unos 8 km en unos 41 o 42 minutos) y, cuando acabe la sesión y la entrevista con GENTLEMAN, volará a Los Ángeles para rodar alguna escena pendiente de ‘The Laundromat’, bajo la dirección de Steven Soderbergh, y luego viajar a su Málaga natal y asistir a las audiciones de Chorus Line, el musical con el que inaugurará (quizás en octubre) su nuevo e ilusionante proyecto, el Teatro del Soho Caixabank, su aportación a la creciente vida cultural de la ciudad.
¿Cómo transcurre esa “segunda parte del partido” de su vida que anunció al recoger, en 2015, el Goya de Honor?
Como mucha gente sabe, sufrí un evento cardiaco hace dos años y, a partir de ahí, he empezado a vivir otro tipo de vida. Es cierto eso de que cuando ves la muerte de cerca la vida cobra otro valor, cada segundo es muy importante. Y de repente las cosas han empezado a funcionar de otra manera, a raíz de ese ataque y de las reflexiones que suscitó, me encuentro mucho menos ansioso, trabajo de otra manera.Parece más una sensación que una realidad, porque el ritmo no ha cambiado.
Sigo. Y además me he metido en más follones. Si tengo miedo a algo es a la posibilidad de vivir ya muerto. No quiero vivir muerto, quiero vivir a tope. Y si eso significa que me tengo que ir antes, pues a lo mejor me iré antes. Hay cosas que quería hacer; he tirado un ancla, en forma de teatro, en Málaga, a ver qué pasa. Ese proyecto me ofrece una posibilidad de volver a mi ciudad, pero no a apalancarme, sino a trabajar y a trabajar en algo absolutamente distinto, con gente joven, lo que me produce muchísima satisfacción.Es usted una estrella de Hollywood, con jet privado, asesores, agenda milimetrada. ¿Cuánto queda del Antonio Banderas que se fue a Madrid en los 80 a buscarse la vida?
Todo, todo.¿Dirían lo mismo quienes le conocen?
Sí, sí. El día que me marché de Málaga, un 3 de agosto del año 80, en el tren Costal del Sol, me acuerdo de estar viendo por la ventana, cuando el tren empieza a andar, a mis amigos, que me habían traído 50 pesetas, un paquete de Winston… como si me fuera a la mili. Pues de aquellos que se iban perdiendo en la vista, están todos conmigo en el teatro de Málaga.¿Con qué director le queda la ilusión de trabajar algún día?
He trabajado con muchos muy buenos. Pero voy a recurrir a los antiguos… Me gustaría con Scorsese, o con Coppola, aunque está prácticamente retirado. Pero he disfrutado tanto con sus películas que me encantaría, aunque fuera solo por el placer de verle dándote directrices (Y cuenta en este punto Banderas cuando se citó con Coppola para participar en el casting para el papel protagonista de ‘Drácula’, que acabó en manos de Gary Oldman).Si de repente se olvidaran de usted y tuviera que empezar de nuevo, ¿cuál de sus papeles enseñaría a un director para venderse?
‘Átame’.¿Y qué película no debería haber hecho?
Todos tienen una razón de ser. Hay películas malas, pero tenían que haber sido hechas para aprender lo que he aprendido.¿Ha pasado alguna grave crisis profesional, un momento en que viera todo peligrar?
No. Ha habido altibajos. Pero nunca me ha faltado el trabajo desde el 80, nunca. Incluso cuando he tenido alguna crisis, la he pasado currando sobre los sets, aprendiendo, pero no ha habido ningún momento de ruptura total.¿Ni interior?
No, yo soy patológicamente optimista.
Ha dicho que su mejor momento de gloria está por llegar ¿Se lo ha imaginado ya?
No. Se trata de una actitud ante la vida: lo mejor está por llegar. Pero me produce un placer muy especial mirar atrás y ver la acumulación de trabajo, todo lo bueno, lo malo y lo regular. Me produce mucha satisfacción la cantidad de cosas, de gente, de almas, de actores. Hubiera merecido la pena haber sido actor solo por las ocho películas con Almodóvar. Con solo eso, me habría conformado. Si a eso le añado los dos zorros (‘La máscara del zorro’, 1998, y ‘La leyenda del zorro’, 2005), los desperados (‘Desperado’, 1995, y ‘Once upon a time in Mexico’, 2003), ‘Evita’ (1996), ‘Entrevista con El Vampiro’ (1994), Picasso (‘Genius: Picasso’, serie, 2017)…, entonces ya es la leche. Supera mucho el sueño.Es uno de esos profetas en su tierra que cae bien a todos. ¿Se reprime para no escribir algo en las redes sociales que lo estropee?
No me gusta saltar dentro de esa cacofonía de voces discordantes. Cuando lo hago es por una causa muy fuerte. Si lanzo algo que sé que va a producir un cierto terremoto es porque estoy muy seguro de lo que estoy diciendo y por una causa clara. Si no, prefiero mantenerme en un plano de corrección política.¿Desaparecerán los cines o pueden convivir con plataformas como Netflix?
Creo que van a convivir. Esto ha ocurrido en la historia de lo audiovisual, el miedo cuando se saltó al cine sonoro, al color o a la televisión… se echaban las manos a la cabeza, se acabó, decían. Pero las grandes plataformas tienen que entender que si quieren jugar el juego del cine, acceder a los premios, a ese mundo que rodea al cine, tienen que estrenar las películas, hacer una inversión, lo que hizo ‘Roma’. Pero están dando mucho trabajo. La oferta que hay ahora para los actores jóvenes.., buf. Eso tiene un valor que hay que cuidar.‘Dolor y gloria’ ha sido su octava película con Pedro Almodóvar. Cuéntenos algo de su relación con él que no todo el mundo sepa y que sirva para definirla.
Me he dado cuenta en esta última entrega de que esa dureza que se le achacaba a Pedro está justificada. Yo mismo me he quejado. Pero me he dado cuenta de que a Pedro no le gusta trabajar con gente que viene con ideas preconcebidas, con vicios adquiridos…, quiere personas nuevas. Y cuando te enfrentas a eso duele, porque tú te has fabricado durante años un montón de soportes, de trucos para ir saliendo de las situaciones, y te aburguesas y te conviertas en una especie de soda. Y a Pedro le gusta el vino bueno. Cuando se entiende eso y te entregas, de pronto las cosas funcionan. Pero si quieres imponer tu criterio, vas a chocar y te va a doler, porque Almodóvar tiene mucho poderío, controla su set, es dueño de sus propios guiones, de un estilo pulido durante años.
A propósito de otro proyecto, ‘The Laundromat’ (aún sin fecha de estreno), sobre los papeles de Panamá. ¿Cuántas veces le han aconsejado fórmulas para evadir impuestos?
La película cuenta que toda esta historia de Panamá y de otros lugares es legal, que eso está hecho por los gobiernos. En una escena contamos la historia de Delaware, que ha bajado las tasas para atraer capital, y un montón de gente se va a vivir allí. Yo a veces trabajo en cinco países en un año, cada uno con su legislación, y además resido en Gran Bretaña. Tengo que encargar a alguien que me haga eso, yo no entiendo. Y lo primero que le dices es legalidad, legalidad, legalidad. Pero si hay un problema con Hacienda él no es responsable de nada. Si lo he contratado porque no entiendo cómo hacerlo; si no entiendo lo que he firmado… Es muy complejo, tú no sabes qué hacer salvo elegir a los mejores asesores fiscales, aunque sean muy caros, para no jugártela.¿Hay algo que quiera decir, que sienta necesidad de decir a los cuatro vientos?
Cuando me preguntan por política, suelo decir que respeto a los políticos, los necesitamos, pero que no son lo más importante, hay otras cosas mucho más importantes, y ellos tratan de hacernos creer que sin ellos no somos nada. Lo que quiero es abrir una reflexión sobre esa dependencia absoluta que tenemos de la política, esa intoxicación en todos los poros de nuestra piel. Hay un libro de José Saramago, ‘Ensayo sobre la lucidez’, una novela maravillosa que hace alusión a esa realidad: que sin políticos, a lo mejor, se puede vivir.Realización: Jesús Cicero
Ayudante de estilismo: Ester Carreño
Sastra: Maribel Madrid
Ayudante de fotografía: Daniel Navarro
Agradecimiento: Westin Palace Hotel.