Benicio del Toro: «Ser el malo de la película te hace llegar más lejos»

Benicio del Toro: "Ser el malo de la película te hace llegar más lejos"
Benicio del Toro: "Ser el malo de la película te hace llegar más lejos"

“Si puedes mantener la cabeza en su sitio cuando todos a tu alrededor / la han perdido y te culpan a ti. / Si puedes seguir creyendo en ti mismo cuando todos dudan de ti, / pero también aceptas que tengan dudas”. Es el principio del poema ‘Si…’ de Rudyard Kipling. Un clásico de la literatura británica, de la época victoriana, que el actor Benicio del Toro (San Germán, Puerto Rico, 1967) atesora como una de sus lecturas de cabecera. Es el poema que le daría a su yo de 20 años para que se lo leyera cuando arrancara su carrera en la industria del cine. “Habla de que el éxito y el fracaso son prácticamente lo mismo –explica el actor–. Creo que es interesante fracasar: nunca tendrás éxito si no fracasas”.
Una idea que interiorizó rápido a pesar de que no se puede decir que Benicio del Toro, Beno para los más cercanos, haya conocido realmente el fracaso. Solo el éxito. Tenía 22 años cuando consiguió su primer gran papel, de villano de segundas en el James Bond de Timothy Dalton, ‘Licencia para matar’ (1975). Después de unos años en la universidad de San Diego estudiando Empresariales, hacía muy poco que había tomado la decisión, por descarte, de ser actor. “Elegí interpretación porque no podía tocar la guitarra, no podía tocar el piano, no podía jugar al fútbol… Jugué al baloncesto, pero nunca iba a poder vivir de eso”, explica.
Él querría “haber tocado la guitarra como Eric Clapton o Carlos Santana”, pero empezó tarde. Las clases de teatro también llegaron tarde, a sus 18 años, pero un profesor le animó diciéndole que “era la mejor edad”. No le dio más vueltas. “Todo lo que supe es que esto era lo que quería hacer, que no importaba realmente si no conseguía un papel. Pensé: ‘Si no llego a nada y todo lo que acabo haciendo es de mimo en algún parque, me parecerá bien’. Esa era mi mentalidad”. Nunca ocurrió tal cosa, y la demostración de su talento como mimo se quedó en las imitaciones que hacía de su padre desde pequeño. “Cuando me veo en películas, aún veo a mi padre. Es increíble”, ha confesado el actor en alguna ocasión.
Su padre, su “viejo”, como él lo llama, ha sido una persona fundamental en su vida, y al que se parece en “la inquietud y la actividad”. Abogado, como su madre, Benicio del Toro creció con ambos y su hermano mayor, Gustavo, en el barrio de Santurce, en San Juan, Puerto Rico. Su madre murió cuando él tenía nueve años y al cumplir los 15 se mudaron los tres a Pensilvania, donde se dedicó sobre todo al baloncesto. Su altura, de casi 1,90 metros, era un buen aliado, pero tras torcerse el tobillo no volvió a la cancha. ¿Era eso un fracaso? Tampoco lo ve así. No es de esos que se arrepienten de lo que ha hecho o dejado de hacer.
Aun así, Benicio del Toro insiste en su cercanía a la idea de fracasar. A veces en interpretaciones o películas que no recibieron la respuesta que esperaba. Como cuando la crítica reventó ‘Miedo y asco en Las Vegas’ (1998) de Terry Gilliam. Hoy es una película de culto, pero aún recuerda la reacción en el estreno. “Fue un gran esfuerzo por mi parte, por parte de todos. Gané mucho peso, y lo hice yo solo, sin entrenadores. Lo logré en ocho semanas. Había críticas que ni siquiera me mencionaban”, recordaba hace un par de años. Sin rencor, él sabe “lamer las heridas”, pero sí le gusta tener una “memoria saludable”.
En realidad, por lo general, la idea de fracaso la experimenta a través de sus personajes. “Me gustan las historias que incluyen la futilidad del esfuerzo. Me atrae la literatura que trata esos temas. Incluso en la música hay canciones sobre esto: el chico que va detrás de la chica, pero no la consigue. A mí me gusta ese chico. El chico que consigue a la chica es fácil”, dice.
EL MALO DE LA PELÍCULA

Será por eso que ha acabado siempre encarnando a personajes complejos, gente que no siempre tiene el mejor final. De ‘Licencia para matar’ a las recientes y grandes ‘Guardianes de las galaxias’ (2014) o ‘Star Wars: Los últimos Jedi’ (2017). De su debut en ‘Miami Vice’ (1987) a ‘Sospechosos habituales’ (1995). De ‘Sin City’ (2005) a ‘Salvajes’ (2012). Los personajes que han seguido a Del Toro, si no eran villanos, eran como mínimo de moral y acciones dudosas. Parecidos al personaje que ahora retoma, como protagonista absoluto, tras el éxito de la primera parte, en la secuela Sicario: ‘El día del soldado’.

“Empecé a interpretar a malos casi desde el día en que decidí ser actor –justifica–. No sé, puede que tenga que ver con la forma de mi cabeza, pero ocurrió enseguida. Lo primero que hice, incluso en teatro, fue hacer del malo. Pero son papeles jugosos, casi siempre. Interpretando al malo tienes más libertad de experimentar y llegar más lejos que si eres el bueno. Creo que los buenos tienen los límites marcados, de alguna forma”.
Otro mundo que le ha perseguido en la ficción es el de las drogas, la guerra de los carteles. La respuesta fácil es pensar en que la industria le encasilló como actor latino y por esa mirada enigmática que, bromea siempre, debe a sus padres. “Me lo dieron la vieja y el viejo en una noche o un día loco”, dice. Y le quita valor o esfuerzo. “La mirada tiene que ver con el pensamiento expresado ahí o a veces, sencillamente, con que me da el sol en la cara y ni se me ven. Yo sé que confunde a la gente…”.
Sin embargo, Benicio del Toro explica por qué ha hecho tantas películas sobre el narcotráfico de otra forma: de la Ley Seca salieron las películas de gángsteress, las drogas son hoy el gran comercio ilegal mundial. La guerra es real. “Es un problema que empezó hace más de 40 años y aún no se ha solucionado, y seguirá así. Así que veremos más historias tratando el tema de una forma o de otra”, cuenta.

A él, desde luego, le ha dado grandes alegrías en su carrera. Desde la nominación por ’21 gramos’ (2003) al Oscar que ganó por ‘Traffic’ (2001), la película que le catapultó y con la que inició su relación profesional con Steven Soderbergh, para quien, después, interpretaría otro personaje que irá en las primeras líneas de su obituario: Ernesto Guevara en el díptico sobre la figura de ‘El Che: El Argentino’ y ‘Guerrilla’. Y, a pesar de todo, justo al contrario de lo que se pensaría, estos personajes le han permitido romper moldes y barreras para todos los actores latinos que han llegado detrás de él.
“Si puedes soñar sin que los sueños te dominen; / si puedes pensar y no hacer de tus pensamientos tu único objetivo; / si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso, / y tratar a esos dos impostores de la misma manera. / Si puedes soportar oír la verdad que has dicho, / tergiversada por villanos para engañar a los necios”. Otros versos del mismo poema ‘Si…’, que glosamos al inicio de este artículo; otros versos que dibujan su carrera.
LAS GRANDES PRODUCCIONES

Después de años centrado en el cine independiente, Benicio del Toro ha encontrado en los últimos años refugio en grandes producciones y papeles bastante cómicos, en las franquicias de Marvel o Star Wars; o incluso esta nueva ‘Sicario’ –segunda entrega del ‘Sicario’ original de 2015, también con la compañía de Josh Brolin–. El actor, por un lado, lo justifica por su paternidad. En 2011 tuvo a su hija, Delilah, con Kimberly Stewart, la hija del rockero Rod Stewart. “Es posible que esté más interesado en hacer cosas que quizá mi hija pueda disfrutar, pero no es que no quiera interpretar al malo porque soy padre”, dice.
Las excepciones a esa reinvención hacia el ‘blockbuster’ de estos últimos años han sido, por ejemplo, ‘Puro vicio’ (2014), dirigida por Paul Thomas Anderson, o ‘Un día perfecto’ (2015), de Fernando León de Aranoa, la primera película de producción española que rodó con su estrenada nacionalidad española (concedida a él y a Ricky Martin, ambos puertorriqueños, por sus antepasados españoles). Y también su próximo asalto a la televisión con la miniserie ‘Escape to Dannemora’ –ocho capítulos, acompañado de Paul Dano y Patricia Arquette–. Solo le falta tiempo para recuperar una pasión y afición, la que descubrió cuando su madre le apuntó a clases con solo cinco años. Si estuviera menos ocupado, si no siguiera enganchando éxito tras éxito, si… volvería a pintar.

Por Redacción Gentleman

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