Inteligencia artificial: ¿qué pasará el día en que los robots sean nuestros jefes?

Inteligencia artificial: ¿qué pasará el día en que los robots sean nuestros jefes?

Inteligencia artificial: ¿qué pasará el día en que los robots sean nuestros jefes?

Llegará un momento en que la inteligencia artificial creada por el hombre sea capaz de evolucionar; es decir, en la parábola evolutiva de una civilización alcanzaremos el punto en el que los avances tecnológicos superarán la capacidad de comprensión humana. Es lo que los expertos llaman la Singularidad tecnológica y que a uno de estos teóricos, David Orban, le plantea una inquietante pregunta: «¿Cuál sera entonces el papel del hombre?» Encasillar a Orban en una profesión es imposible, o, por lo menos, restrictivo. Para redactar su currículum harían falta páginas: estudioso de inteligencia artificial, observador de la realidad, pensador…
¿Qué es la Singularidad?

La mente humana y su capacidad de analizar y resolver problemas han llegado hasta el punto de concebir y crear ‘individuos’ dotados de una forma de inteligencia parecida a la nuestra, las llamadas inteligencias artificiales. Cuando estas evolucionen hasta alcanzar las capacidades de la mente humana, llegaremos a un punto de ruptura en la historia del hombre. Los humanos tenemos que estar preparados para que la transición no nos coja desprevenidos, y podamos seguir siendo protagonistas de la aventura de la existencia.

¿Qué hace hoy la inteligencia artificial?

Muchas cosas; y cada vez estará más presente. No hay más que fijarse en los asistentes virtuales de los smartphones: Cortana, Siri, el asistente de Google; o en Alexa, los altavoces inteligentes de Amazon, por poner ejemplos conocidos. Otro campo de aplicación muy extendido es el del reconocimiento de imágenes, que permite llevar a cabo cribas y selecciones de foto mediante palabras clave.¿A qué tipo de riesgos se enfrenta el hombre con el desarrollo de la inteligencia artificial?

Replicar la mente humana significa reproducir emociones, sentimientos. Muchos tienen un respeto casi sagrado hacia estos conceptos; hay quien cree que son peculiaridades exclusivamente humanas y, por lo tanto, imposibles de replicar, e incluso quien considera que no debería ni intentarse. Pero el impulso que nos incita a superar los límites forma parte de la naturaleza humana. Riesgos hay, y tienen que tenerse en cuenta; pero las ventajas que pueden derivar de los avances en el conocimiento del universo (incluyendo la mente humana), son sin duda mucho mayores.¿Dejaremos a la inteligencia artificial también el control de los sentimientos?

Hace unos años las playlists se hacían según el humor o las circunstancias. Hoy, aplicaciones como Spotify o Apple Music elaboran listas de canciones sin nuestra intervención, según los gustos musicales de cada uno. Prácticamente, ya hemos delegado la gestión de las emociones a las inteligencias artificiales, y tanto es así que hoy en día unos algoritmos toman decisiones por nosotros. Que esto deba considerarse positivo o negativo, depende del criterio de cada uno.
«Hemos delegado la gestión de las emociones a las inteligencias artificiales»¿La mente humana se volverá vaga?

Los cambios tecnológicos siempre despiertan este temor. Yo estoy convencido de que todas estas novedades tecnológicas son simplemente herramientas para seguir progresando. Lo que vuelve vagas a las personas no son las herramientas en sí, sino la actitud de cada uno.¿Cómo cambiará el concepto de ser humano como especie única?

En el curso de la evolución, las diferentes especies humanas (homo sapiens, homo sapiens sapiens, etc.) se han sucedido causando cada una la extinción de la anterior. Es un caso único en la naturaleza, ya que las otras especies suelen convivir con sus subespecies. Pero hombre e inteligencias artificiales están destinados a coexistir, y esto podría ser bueno. Ya veremos cómo se fraguarán las relaciones de poder.
¿Qué espera usted?

Que esta sociedad plural compuesta por hombres e inteligencias artificiales pueda encontrar un acuerdo para plasmar un futuro en común. Sin embargo, hay una pregunta que no ha sido contestada todavía, y se refiere a la llamativa ausencia de señales que atestigüen la presencia de inteligencias similares a la nuestra fuera de nuestro planeta. Ya estamos colonizando el sistema solar: hemos enviado robots a Marte, a la Luna, y tenemos sondas en órbita alrededor de casi todos los planetas. Y todo esto en los últimos 50 años. En el futuro conquistaremos la Vía Láctea, y en cuanto podamos viajar por las galaxias, nuestra civilización se enfrentará a una transformación radical. La pregunta es sumamente importante: ¿hay civilizaciones tan ambiciosas, agresivas y arrogantes como la nuestra?
«Debemos dejar al margen a los derrotistas y a los que tengan una actitud destructiva»Entonces, ¿qué podría pasar?

Tenemos una responsabilidad inmensa hacia el universo. Si después de 14.000 millones de años, la mente humana está generando una nueva fase de la materia, el fenómeno que llamamos vida (inteligencia y civilización tecnológica) está a punto de convertirse en una semilla rara que debemos preservar y multiplicar a toda costa. Entre otras cosas, para hacer que la materia existente en el resto del universo nos pueda acompañar en este cambio de fase. Si rechazamos esta responsabilidad, no tenemos garantía de que la evolución natural nos proporcione espontáneamente otras soluciones. Nuestra semilla y nuestros sueños podrían desaparecer para siempre.¿Cómo ve el futuro dentro de 50 años?

El proyecto de Elon Musk de construir una civilización interplanetaria es sin duda uno de los desafíos más importantes y, por lo tanto, es fundamental apoyarlo y soñar con él. Al igual que lo es explorar la mente humana, crear herramientas para pensar y sentir mejor, empatizar y colaborar más estrechamente y analizar más en detalle la sociedad; para que, todos juntos, nos podamos sentir verdaderos protagonistas del futuro. Desde luego se trata de un desafío apasionante, que puede generar una creatividad constructiva, que deje al margen a los derrotistas o los que tengan una actitud destructiva. Es verdad, se trata de un desafío muy exigente, pero cada uno de nosotros puede hacer su parte en los diferentes ámbitos de su vida y en diferentes niveles: familia, escuela, trabajo; en su casa, en un país, en un continente, y en todo el planeta.

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