Podríamos pensar que sobran las presentaciones, pero nunca está de más recordar que Jordi Mollà (1968) es el actor español más internacional junto a Javier Bardem y Penélope Cruz, con quienes se dio a conocer en Jamón, jamón (1992), de Bigas Luna. Desde entonces, su magnetismo ha convencido a todos los cineastas españoles de calado y también a Peter Greenaway, Michael Bay, Ron Howard, Terry Gilliam y, más recientemente, Harmony Korine. Tras unas gafas oscuras que en un primer momento protegen su timidez y que dejará sobre la mesa al rato, mostrando sus ojos claros, Mollà se abre a esta entrevista con una frase que sorprende y desnuda su alma al completo: “Podíamos haber quedado a hacer la entrevista en una iglesia”.
¿Le dan paz?
Son el único sitio donde me siento seguro.
Una de las preguntas que le quería hacer era si concibe el trabajo creativo como un proceso meditativo.
Absolutamente. Y religioso. Sí, soy un gran creyente.
Tiene fe en el arte, pero ¿está afiliado a algún tipo de creencia?
Para mí lo único que existe es Dios. La gente se sorprende y dice, “No lo entiendo, ¿estás de coña?”, pero no me importa. Lo tengo más claro que el agua: lo único que realmente existe es Dios. Y los humanos, pues humanos son. Yo experimento a Dios a través de otras personas.
¿Se tiene que retener al hablar de Dios?
La gente lo malinterpreta, tiene mucho miedo de la creencia. Se politiza, se deshumaniza. Cuando uno habla de Dios, todo el mundo tiembla.
¿De qué le ha salvado la creatividad?
De todo, de la vida. Si no hubiera sido por esto, creo que haría mucho tiempo que yo no estaría en esta tierra.
En la fe hay una gran parte de humildad.
La humildad es una planta. Hay que regarla y hay que cuidarla. No tiene precio.
Usted tiene una carrera impresionante, pero ha sido capaz de mantener una discreción sobre tu vida.
Solo hay que decir que no. Eso forma parte de la humildad de la que hablábamos, de no concebirte como alguien que merece más atención que un neurocirujano que salva vidas. Lo tengo muy claro: lo que hago en el cine es entretener, porque si ya uno cree que va a dar lecciones…
Ha trabajado con maestros: Peter Greenaway, Bigas Luna, Pedro Almodóvar… Harmony Corine, más recientemente.
Yo era súper fan de Harmony desde que tenía 20 años. Éramos vecinos durante la pandemia. Entonces iniciamos una correspondencia a través de vídeos. Entre él y yo vivía el Puma. Y delante DJ Khaled y al otro lado el hijo de Julio Iglesias. Un día me dijo “oye, que voy a hacer una película”. Y yo le digo, “bueno, si tienes un guion o algo”; “no, no hay guion”. Me enseñó un storyboard y dije que sí. Pero para mí era hacer una película con mi vecino.
Y con los otros directores que he mencionado, ¿de quién ha aprendido más?
Es que vaya tres, ¿eh? Bueno, Bigas para mí es un padre, era un artista conceptual, un sociólogo, un humanista, un antropólogo. Y Greenaway, pues, es una catedral de conocimiento. Historiador, pintor, director, escritor.
¿A qué achaca su longevidad profesional, el trabajar con gente tan relevante?
Yo creo que es porque no era solo un actor lo que veían en mí. Debían ver algo que yo no veía.
¿Se pueden tener amistades o relaciones sinceras en Hollywood?
Sí, sí, sí, sí.
¿No están condicionados por una cultura perversa, el conocido star system?
A ver, hay algunos que sí y hay otros que no. Porque los grandes no son mediocres. Los grandes tienen los pies en el suelo muy bien puestos. Y cuando reconocen otro de su especie, se produce un match.
¿El carisma de qué actor le ha podido llamar más la atención?
Johnny Depp es tela marinera. Tom Cruise, tela marinera. Pero me quedaría con Tommy Lee Jones. Trabajamos en una escena donde solo hablaba yo. Él tenía una frase con la que me recetaba un medicamento, y me tumbó. El carisma de Tommy Lee Jones… Yo sudaba.
Su trabajo más literario, tanto la narrativa de ficción como sus guiones, ¿vehiculan algún tipo de obsesión?
Es querer decir “esto debería cambiar”. De hecho, voy a sacar otro libro en diciembre con el que estoy súper contento. Trata del poder mediático que inventa y destruye iconos.
¿Qué libros resaltaría de los que ha podido leer?
Por ejemplo Meditaciones budistas, el Jesús de Nazaret, de Ratzinger, Zen en el arte del tiro con arco. Para mí, los libros son compañeros de vida.
¿Cómo ha condicionado a la industria del cine el paradigma digital, las plataformas y las redes sociales?
Antes estaban los grandes estudios, MGM, Sony. Bueno, pues ahora hay otros. Netflix, Apple, Amazon… Los de antes necesitaban una figura como representación del estudio. De ahí nace el star system. Ahora el estudio es el único protagonista. ¿Qué tiene de bueno? Que da mucho trabajo. ¿Qué tiene de malo? A bote pronto y hablando desde el cine, que al final siempre gana el estudio. Ahora parece que todo funciona a base de algoritmos. Leí un súper artículo sobre cómo los escritores de guiones en Hollywood estaban condicionados con un chorro de cláusulas, con lo cual todas las historias se empiezan a repetir. ¿Y qué es un algoritmo? Algo que se repite.
No ha hecho ninguna serie, ¿no?
Bueno, hice Jack Ryan para Amazon. Pero para mí el tiempo es muy importante. Las series son cosas gigantes. Temporadas, temporadas, temporadas. Contratos de seis años. Yo no puedo. Otro dice: “Coño, ya tengo trabajo para los próximos seis años”. Para mí es todo lo contrario. Es una sepultura. Me encanta no saber lo que va a pasar mañana.
Se lo puede permitir, también.
Siempre he sido así. Siempre. Mi padre, el pobre, se volvía loco conmigo. “Pero hijo mío, cómo no lo aceptas”. Yo decía “espérate”. Y ¡pam! Salía algo mejor.
Confianza.
Confianza y técnica. ¿Qué hacía Messi? No corría. Estaba parado mirándolo todo. Y Guardiola decía que cuando veía a Messi parado, era como… Todo se abría.
Usted nace en Barcelona.
Bueno, nací en Hospitalet y luego mis padres se fueron a Les Corts, al lado del Camp Nou. Mis padres estaban preocupados porque mi hermano y yo no salíamos. Y decían, “ostras, estos niños tienen problemas de socializar”, y de hecho de jovencito yo los tuve, porque soy ultra introvertido. Y bueno, pues con mi hermano hacíamos música, hacíamos edición de vídeo con VHS…
¿Y cómo descubre la interpretación?
Por mi hermano y mi padre. Mi padre nos llevaba al cine a lo bestia porque trabajaba en Mercabarna. Tenía que levantarse a las dos de la mañana y el fin de semana quería dormir. ¿Y cuál es la mejor manera de que un padre pueda dormir y que los hijos no toquen las narices? Llevándolos al cine. Hacíamos doble sesión el sábado y doble sesión el domingo. La cantidad de cine que yo me comí con 14 años fue una animalada. Y mi hermano luego empezó con Tarkovsky, con Godard, con Bergman, con Pasolini.
Y entendió que usted podía hacer eso.
Fuimos a ver La espía que me amó de James Bond. Al salir tenía el ojo completamente rojo. Que de hecho, aún tengo una manchita. Mi madre me llevó a urgencias y el médico preguntó: “¿Qué ha estado haciendo su hijo en las últimas cuatro horas?”. “Hemos ido al cine”, respondió mi madre. “Su hijo no ha pestañeado en dos horas y media. Se le han reventado todos los capilares”. Después de eso, por cojones tenía que dedicarme a las películas, ¿no?
¿Estudia interpretación?
Tres años en el Instituto del Teatro, cuatro de ópera. Y luego estuve un año pululando por Rumanía, Hungría, Londres, Italia y Francia, aprendiendo de diversas escuelas. Debía tener 20 años o así.
Desde entonces no ha parado.
Soy un hombre que también ha aprendido a mantenerse en un estado de contemplación y cero productividad, porque si no te llenas los bolsillos de piedras. Soy un gran defensor de la siesta. Me da igual si es de diez minutos o de dos horas. Quiero escribir un tratado sobre la siesta. Yo he perdido 20.000 dólares por hacer una siesta.
¿La vida es cuestión de prioridades?
Hay que saber administrarse y organizarse muy, muy, muy bien. Estos meses tengo una exposición en Madrid, una en Düsseldorf, otra en París, otra en Zúrich y luego en Monte Carlo. Ahora iré donde me hacen los bastidores. Al “luego ya descansarás”, yo respondo: “¡Pero si esto no es trabajar!”.