“No tengo un plan específico”, decía Margot Robbie (Dalby, Australia, 1990) hace tres años. Sentada en un hotel de Nueva York, en plena promoción de Focus, su primera gran película, después de su imborrable debut en ‘El lobo de Wall Street’, que la colocaba en los carteles al mismo nivel que Will Smith. Con la misma sonrisa que hoy, tras una nominación al Oscar incluida y varios éxitos de por medio, no ha perdido, explicaba entonces que tenía una hoja de ruta, sí, pero nada “específica” según ella. “El plan siempre ha sido el mismo. Cuando tuve mi primera reunión con mis mánager [en Hollywood], me preguntaron qué tipo de carrera quería tener, y yo les respondí: ‘Quiero calidad, diversidad y longevidad”. Ese era su objetivo a largo plazo. Y para conseguirlo en el corto y medio plazo debía ponerse otras pequeñas metas que va tachando una a una de su lista de deseos.
Definir una catálogo ideal de directores favoritos con los que intentar trabajar, por ejemplo, es siempre una de esas tareas básicas de cualquier actor al empezar. Incluso para alguien como Margot Robbie, que creció lejos de las luces de Hollywood, entre una granja y el mar de la costa más turística de Australia, hay sueños cinéfilos. Y cuando empiezas trabajando a las órdenes de Martin Scorsese, compartiendo pantalla con Leonardo DiCaprio, apuntas lejos.
“Mi top tres de directores lo tengo claro: Wes Anderson, Paul Thomas Anderson y Tarantino –dice–, los hermanos Coen serían del top cinco. Habré visto las películas de todos ellos mil veces”. De esa lista, acaba de cumplir uno: Tarantino, con quien está ahora rodando ‘Once Upon a Time in Hollywood’. De nuevo, cerca de DiCaprio y dando vida a una triste leyenda de la Meca: Sharon Tate, la modelo y actriz, mujer de Polanski, que fue asesinada por Charles Manson.
En segundo lugar de su lista de tareas y deseos, estaba “crear trabajo, historias”. “Ya sea producirlas, escribirlas o dirigirlas, pero me gustaría hacerlo algún día”, decía. Hecho: ya lo puede tachar. Montó su productora LuckyChap en 2014 con su entonces pareja, hoy marido, Tom Ackerley (a quien conoció en el set de ‘Suite Française’, donde él era ayudante del director) y su mejor amiga y asistente, Sophia Kerr, y este año, su primer estreno fue su primer gran éxito: ‘Yo, Tonya’, el biopic sobre la patinadora Tonya Harding, triunfo de crítica y público en todo el mundo, tres nominaciones a los Oscar, incluida mejor protagonista para Robbie y uno por Allison Janney, como mejor intérprete de reparto.
Pueden llamarlo suerte. Ese elemento de la ecuación al que todo el mundo se refiere cuando una actriz alcanza el estrellato de manera tan rápida y fulgurante. Pero Margot Robbie no ha dejado nada al azar. “Es mucho más divertido para otros decir que he ganado la lotería y que soy la última sensación surgida de la noche a la mañana –decía ante la escalada de su fama–. Pero fue todo muy estratégico: estos son los pasos que hay que dar”. Y los dio.
Robbie no tendría un plan específico, pero tenía un plan. Un plan que comenzó viendo mucho cine sola o con sus tres hermanos y su madre. “Me encantaba ver películas –dice–. No sabía que quería ser actriz porque no sabía que podía ser un trabajo si eras de una pequeña ciudad de Australia. Pensaba que tenías que nacer en la profesión o, al menos, en EE. UU., o Londres, o París… Pero todo lo que puedo recordar de cuando era pequeña es que me encantaba recrear las escenas de las películas y las veía una y otra vez”.
“Siempre he tenido grandes sueños, pero jamás pensé que se harían realidad»
Tenía dos favoritas en aquellos años: Leeloo, el personaje de Milla Jovovich en ‘El quinto elemento’, porque “ahora tenemos más heroínas en pantalla, pero entonces no había tantas”, dice, y le gustaba recrear sus escenas de acción; y ‘Goldie Hawn’, “porque su comedia física y tempo cómico eran perfectos”, explica. Una no tan extraña pareja si se conoce un poco la trayectoria de Robbie, que ha practicado la acción y el humor incluso en un mismo personaje y película (‘Escuadrón suicida’; ‘Yo, Tonya’).
Fue, de hecho, repitiendo las frases de una actriz cualquiera en una película cualquiera cuando se dio cuenta de que ella lo hacía mejor y de que podía intentarlo fuera de su salón. Aún adolescente, se marchó a Melbourne y llamó un día tras otro a la productora de ‘Vecinos’, la telenovela australiana que ha dado estrellas como Kylie Minogue o Guy Pearce.
Al final, alguien al otro lado del teléfono le contestó y le dieron el papel de la charlatana Donna Brown. “Pensé que era lo más loco que me podría haber pasado, pero dos meses después de empezar me di cuenta de que allí todos vivían de su trabajo como actores, y en ese momento decidí que quería ser actriz”, cuenta. Después de pensar brevemente en ser desde trapecista a maga, pasando por directora de hoteles o festivales (“supongo que para eso aún estoy a tiempo”, bromea), después de formarse en más de 300 episodios de aquella serie, estaba preparada.
Ahí empezó a soñar a lo grande y a trazar las líneas de su plan estrella. “Siempre he tenido grandes sueños –decía sin tapujos el pasado otoño, justo antes de empezar la carrera de premios con ‘Yo, Tonya’–, pero nunca te atreves a pensar que se harán realidad. Por eso simplemente estar aquí, en este momento de mi vida, sintiendo que los he cumplido, es alucinante. Me pellizco todo el tiempo porque no me puedo creer que esté pasando de verdad”.
Es el sentimiento de satisfacción cuando los planes salen bien. La razón de su luminosidad y de sus ganas de seguir. Eso y su reconocida adicción al trabajo. En estos cinco años desde la fallida serie ‘Pan Am’, desde ‘El lobo de Wall Street’ no ha parado. “Soy una adicta, me encanta mi trabajo, me encanta los sets de rodaje. No es un castigo o una obligación, es un regalo, y mientras me sigan llegando oportunidades, no puedo resistirme a cogerlas”, sonríe.
La falta de buenos papeles no es por lo que la producción cada vez le roba más tiempo: tras ‘Yo, Tonya’, estrena ‘Terminal’, también protagonizada por ella; y luego ‘Dreamland’, una serie basada en Shakespeare. Y dos proyectos grandes: ‘Marian’, un Robin Hood sin Robin Hood, y ‘Gotham City Sirens’, donde retomará su papel más lucrativo y viral, la villana Harley Quinn.
“Creo que mi carrera como actriz iría bien si no me dedicara a producir. Pero tampoco quiero esperar a que me vengan los grandes personajes, quiero encontrarlos y crearlos. Aún me gusta actuar sin producir, como he hecho hace poco en ‘Mary Queen of Scots’ (estreno en España: 1 de noviembre), me involucro igual. Pero, por otro lado, me gusta todo ese lado del negocio que es crear una película de la nada. Poner tu alma y corazón en algo y que a la gente le guste es la experiencia más creativamente estimulante del mundo”. Y, con sus deseos originales ya realizados, estos son los nuevos. Ese es el único plan maestro ahora de Margot Robbie.