De niño soñó con ser astronauta, y de mayor se convirtió en sombrerero; un modo de tener la cabeza en el cielo y los pies en la tierra. El británico Stephen Jones (1957), hechizado por las creaciones del costurero Charles James, que descubriría de adolescente en el Victoria & Albert Museum, es un amante de las flores, afición que le fue transmitida por su madre, y de la música.
Ésta sería el detonador y al mismo tiempo inspiración en sus inicios a la hora de dar forma a sus sombreros. El primero fue para su amigo Boy George, con quien compartía casa, en ese Londres del punk y los nuevos románticos, de noches sin fin en el Blitz, célebre club de los 80. Ahora, ha cumplido 40 años adornando cabezas, algunas de ellas ilustres y en algunos casos con las propuestas más rompedoras y no exentas de humor.
No ha habido grande de la Alta Costura y del prêt-à-porter, que no haya contado con su talento: Jean-Paul Gaultier, su descubridor; Azzedine Alaïa, Claude Montana, Comme des Garçons, John Galliano para Dior o Thierry Mugler. Para quitarse el sombrero.