El Museo del Siglo XX, recientemente inaugurado en Italia, concretamente en Mestre, frente a la isla de Venecia, utiliza exposiciones multimedia e interactivas para mostrar los cambios económicos, políticos y sociales que tuvieron lugar en Italia a lo largo del siglo XX. «Y además este», dice el guía corriendo una cortina negra e invitando al público a introducirse en una sala en la que reina la oscuridad, «es el único museo del mundo en el que se puede bailar». A lo largo de una pared de la habitación hay una gigantesca pantalla conectada a una videograbadora. Presionando un botón se pueden ver, escuchar y por supuesto bailar –como el atento guía anunció–, cumplidas muestras de la música que hizo que los italianos se levantaran en diferentes momentos en el siglo XX, desde la tarantella de antes de la guerra hasta los ritmos electrónicos que latían en Italia en los años noventa.
El museo del siglo XX presenta una forma diferentede contar la historia, sin seguir la lógica tradicional del museo basada en la exhibición de objetos, pero aprovechando todos los instrumentos de la modernidad, procurando el resultado de mostrar fidedignamente el siglo que investiga: navegación en entornos 3D, dispositivos multitáctiles, hologramas, sistemas de enfoque sonoro y entornos inmersivos.
Gianni Toniolo, historiador económico que asesoró sobre la selección de contenidos del museo, cree que el Museo del Novecento puede ser único también en otros aspectos, y que el único espacio de exhibición comparable podría ser la Maison de l’histoire européenne (Casa de la Historia Europea), en Bruselas. El M9, como se ha llegado a conocer rápidamente, casi no exhibe materiales físicos. Se basa en videos y fotos digitalizadas que se presentan al visitante de diversas formas creativas: en presentaciones interactivas y cuadros 3D, en pantallas activadas por gestos y como realidad virtual.
El M9, sin embargo, pretende no ser solo un museo, sino que también aspira a convertirse en el corazón de un «centro abierto» que incluirá un área dedicada a actividades comerciales y de entretenimiento, respetando el tejido urbano circundante y con la ambición de mejorarlo, convirtiéndose en parte integrante de él.
Enriquecer el contexto, fomentar la participación ciudadana y promover la sostenibilidad ecológica son las ideas que animan el proyecto M9, y que podrían llevar a la localidad de Mestre, subestimada con mucha frecuencia, al centro de un diálogo animado con sus habitantes y con un público mucho más amplio.
Más allá de la controversia que ha suscitado un museo que no exhibe «cosas», sino que se basa tan sólo en las proyecciones e intervenciones interactivas, una cosa es cierta: el M9 es innovador y emocionante, que genera curiosidad y nostalgia. Un viaje adecuado para todos, que sirve para recordar o, en el caso de los más pequeños, para averiguar qué sucedió hace bien poco tiempo. En cada campo, ocho secciones abarcan todas las esferas de la vida de los ciudadanos de un país milenario pero volcado al futuro.