Isesa, cubrir la cabeza con estilo: la fábrica de la realeza británica y actores de Hollywood

Isesa, cubrir la cabeza con estilo: la fábrica de la realeza británica y actores de Hollywood

Isesa, cubrir la cabeza con estilo: la fábrica de la realeza británica y actores de Hollywood

El sombrero acompaña al hombre desde el Antiguo Egipto, como atestiguan las pinturas de las tumbas. A lo largo del devenir del tiempo, su uso evolucionó desde la mera necesidad de protegerse de las inclemencias del tiempo a convertirse en una prenda fetiche que marcaba el estatus social de su portador. A finales del siglo XIX y principios del XX la industria sombrerera era muy floreciente. Fue entonces cuando los sevillanos Antonio Fernández Caro y Antonio Roche Verdugo decidieron asociarse en 1885 y construir un negocio en torno al sombrero, dando lugar a la empresa Fernández y Roche. Sin embargo, a partir de 1930 el uso del sombrero dejó de ser una prenda habitual en los ‘looks’ de hombres y mujeres de la época, dando lugar a lo que se conoce como sinsombrerismo.
La industria sufrió las consecuencias de esta nueva tendencia y muchas fábricas desaparecieron. Otras, como la sevillana Fernández y Roche sortearon la crisis mediante la fusión con otras empresas. La actual Isesa (Industrias Sombrereras Españolas S.A.) es el resultado de la unión de cuatro empresas españolas: sombreros Fernández y Roche, Sucesores de C.L. Palarea, Industria Sombrerera y la catalana Hijos de Jorge Graells Llansana. Todas ellas empresas familiares cuyos descendientes siguen siendo propietarios de la compañía actual, que cuatro generaciones después produce más de 35.000 sombreros al año y factura en torno a tres millones de euros.
La empresa matriz, Fernández y Roche, empezó siendo un modesto taller que acabó empleando a más de 500 personas. Tras la fusión, esta cifra se incrementó hasta los 800 trabajadores, repartidos entre Barcelona, donde se elaboraba el pelo, y Sevilla, donde se creaba el fieltro y se fabricaban los sombreros. Desde el principio, los dueños otorgaron una gran importancia a las exportaciones.
Hasta la década de los ochenta, la práctica totalidad de los envíos al exterior era de fieltros en bruto como materia prima para la posterior elaboración de sombreros. A partir de entonces, se exportan los sombreros elaborados, con el consiguiente valor añadido, y dirigidos a Estados Unidos, Israel, Gran Bretaña y Japón, que absorben aproximadamente el 80% de la fabricación. Fue precisamente en la década de los ochenta cuando Isesa encontró salida en un mercado tan exigente y especial como el de los judíos ortodoxos, que supone casi la mitad de su producción, porque si hay una gran comunidad en la que el uso del sombrero sea diario y habitual es la de los judíos ortodoxos de Israel y Estados Unidos. “Es el elemento top de su vestuario, y son muy exigentes con la intensidad de negro adecuada o las medidas exactas”, afirma Miguel García, director general de Isesa. Pero no solo ellos son exigentes. El sombrero es una prenda que aporta distinción y elegancia, por lo que su elaboración requiere un cuidado especial. En la fábrica de sombreros de Isesa hay un continuo y profundo control de calidad a lo largo de toda la cadena de producción.
En total, sus cuarenta trabajadores realizan en torno a doscientas operaciones durante el proceso, y en todas ellas existen parámetros de obligado cumplimiento. La duración es de un mes, aproximadamente. Además, en Isesa también fabrican el fieltro desde el principio, con el fin de cubrir un espectro más amplio de exigencia de precios. El cono de fieltro que acaba convirtiéndose en sombrero después de moldearlo es una única pieza hecha de pelo de conejo, liebre o castor importado de Centro Europa, Argentina o Canadá. Los únicos aditivos que llevan son los tintes que les aportan el color final y una resina procedente de un árbol de la India, previamente infectado por un insecto concreto, que aporta la rigidez y consistencia necesarias. Todo este proceso se ejecuta de forma artesanal no solo por el interés de aportar autenticidad y exclusividad frente a la producción en serie del mercado chino, sino porque la industria sombrerera se ha desarrollado poco en términos tecnológicos.

De hecho, en la fábrica de Isesa no es raro encontrar máquinas de principios del siglo XX que funcionan perfectamente. Sin embargo, lejos de ser un hándicap, esta falta de automatización ha sido utilizada por la empresa a su favor, pues es una forma de ofrecer un producto artesanal hecho en Europa, especialmente valorado en países de alta capacidad adquisitiva como Japón o Estados Unidos. En los últimos tiempos, la edad media de los hombres que llevan sombrero se ha reducido sensiblemente. Además, cada vez es más habitual el uso de sombrero en verano, o en lugares donde los rayos solares son especialmente intensos.

La necesidad de proteger la cabeza y el rostro de la acción del sol ha ido acompañada del interés por hacerlo de forma elegante, aportando distinción y categoría al resto del atuendo. Un panamá clásico es una buena opción para soportar el calor al tiempo que proyecta una presencia y estilo especial a quien lo lleva. Hoy el sombrero ha dejado de ser una prenda clasista: hay sombreros que cubren todo el espectro de precios. “Aunque es cierto que en Europa se vende más gorras que sombreros, estos están más dirigidos a un segmento de mayor nivel adquisitivo”, comenta el director general de Isesa. En este sentido, el más vendido en Europa y Estados Unidos es el sombrero de fieltro clásico de caballero conocido como borsalino, aunque su nombre correcto sea fedora. Es el utilizado, por ejemplo, por Indiana Jones, en cuya quinta entrega Isesa colaboró en su diseño y fabricación.
Entre los mejores clientes destaca también el mercado japonés, cuyo producto estrella es el sombrero de ala ancha tradicionalmente usado por los caballistas de la Feria de Sevilla, que los japoneses han hecho suyo por su gran afición al flamenco. El uso del sombrero no queda restringido a un determinado perfil socioeconómico, sino que es una prenda versátil que se adapta a cualquier tipo de hombre. Al final, lo importante es tener interés y un buen criterio a la hora de escoger y definir el estilo que más favorece para sacar el máximo partido al atuendo. Hay tantos sombreros como gustos y necesidades, si bien las tendencias son, sin duda, una guía que sirve como resorte para definir adecuadamente qué sombrero se adapta mejor al estilo de cada uno. El próximo invierno la línea predominante para la colección de caballero seguirá siendo el sombrero clásico, combinado con colores actuales como los arenas, tostados, grises o burdeos. El cuadro seguirá siendo el estampado estrella.
Hay personas que por su profesión deben cuidar especialmente su imagen, y suelen elegir el sombrero como signo distintivo. En la fábrica sevillana de Isesa cuentan con orgullo que de su fábrica salieron sombreros que han terminado en cabezas de aristócratas en las famosas carreras de caballos de Ascot, miembros de la Casa Real británica o incluso han aparecido en películas como ‘El discurso del rey’ o en las del detective Sherlock Holmes. Los datos aportados dejan poco lugar a dudas: quien desee dotar a su imagen un toque distinguido dispone de un aliado perfecto: el sombrero.

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