La innovación perpetua de Rolex

La innovación perpetua de Rolex

La innovación perpetua de Rolex

Hans wilsdorf no solo fue un gran emprendedor, sino todo un visionario a la hora de analizar lo que debía ser y procurar un reloj de pulsera. En 1926 lanzó un reloj que revolucionaría el mercado y también el destino de Rolex. La fecha marcaba el nacimiento del Oyster, que hoy, 90 años después, es uno de los axiomas relojeros de la casa ginebrina.

Un reloj que fue el primero en plantear presupuestos de hermeticidad que preservaban al reloj de uno de sus grandes enemigos, el polvo, y garantizaba además la estanqueidad del interior. Tal vez por eso, Wilsdorf se atrevió unos meses después a lanzar un mensaje claro y directo a los minoristas relojeros convocados en asamblea: “Señores, fabricamos el mejor reloj de pulsera del mundo”. Toda una declaración que tiene su legitimidad en lo realizado en los años previos alrededor de la cronometría. Son los dos grandes principios que siempre ha manejado la firma y que nueve décadas después siguen siendo las claves para interpretar el universo Rolex. Oyster no solo sigue siendo la caja que da vida a gran parte de sus creaciones, sino que la precisión cronométrica ha ido dando sucesivos pasos que le han conducido hasta manejar su propio contenido cronométrico con el certificado de Cronómetro Superlativo.

Primero, la precisión

Antes de que llegara al mercado el Oyster, hay que hablar de que en 1910, un reloj de pulsera Rolex es el primero en obtener la certificación de cronómetro; cuatro años después, la marca logra otra proeza, y es que obtiene el certificado de clase A del Observatorio Kew (Gran Bretaña), en aquel momento reconocida como la máxima autoridad en cronometría. Un elemento que daba valor a los relojes de pulsera, no solo a Rolex. No hay que olvidar que en aquella época, estos estaban reservados a las damas y por supuesto, no podían competir todavía con el prestigio y el porte de un reloj de bolsillo cuando se hablaba de relojes masculinos.

Garantizada la precisión exigible para aquel momento, llegaba la hora de encontrar la fórmula para adentrarse en el territorio de la hermeticidad. Y en Rolex lo consiguieron con una construcción de caja que estaba dotada de un ingenioso sistema patentado en el que bisel, fondo y corona están enroscados. Era el principio del reloj Oyster (Ostra en inglés, y con la que Wilsdorf hizo un paralelismo de hermeticidad) que representa además la primera vez que se puede hablar de un concepto relojero completo; alude a caja y movimiento no por separado sino de un desarrollo conjunto. Y por supuesto, además de la hermeticidad, también queda asegurado que la precisión del movimiento será más duradera, pues ningún ‘agente externo’ afectará a la marcha de éste. Había otro elemento añadido al nacimiento del Oyster y tiene que ver con la estética.

El reloj de bolsillo estaba oculto; solo se podía admirar su belleza cuando se observaba la hora. Con el reloj de pulsera, es mucho más fácil de apreciar su acabado. Resulta más llamativo. De la caja al movimiento Aquella revolución puesta en marcha en 1926 ha dejado a lo largo de su dilatada existencia notables evoluciones y creaciones, así como una serie de innovaciones que han perpetuado el espíritu Oyster, empezando porque hizo cambiar el concepto de fabricación de las cajas de relojes.Pero sin duda el primero fue dotar a aquel ‘continente’ de un contenido que refrendara sus virtudes. Los primeros Oyster estaban movidos por un calibre de cuerda manual, lo que implicaba que cada cierto tiempo había que desenroscar la corona y eso era un riesgo pues el reloj quedaba desprotegido ante la posible entrada de polvo o agua. La solución llegó en 1931, cuando Rolex presenta en el mercado el resultado de una serie de patentes que dan como resultado un mecanismo de cuerda automática con rotor libre, su también ya mítico ‘Perpetual’, que cerraba el círculo de esa perfección que debía acompañar a la creación Oyster. A partir de ese momento, la creatividad iría incorporando distintos modelos que han respetado la filosofía Rolex Oyster y, al mismo tiempo, han abierto distintos caminos de expresión.

Pero no hay que olvidar que por encima de modelos y colecciones, Rolex ha continuado investigando para mejorar el contenido técnico de los Oyster. Así se entiende la creación de la corona Twinlock en 1953, que mejora la estanqueidad de la caja gracias a sus dos zonas de hermeticidad. En el año 2000 introduce la espiral Parachrom con su aleación de niobio, zirconio y oxígeno, y que entre sus ventajas es que es amagnética e inmune a los cambios de temperatura. Después llegarían los amortiguadores de golpes Paraflex, el bisel con disco Cerachrom (ambos de 2005) y más recientemente la espiral Syloxi destinada a los modelos femeninos (2014) y el escape Chronergy (2015).

Cronómetros Superlativos

Desde finales de los años 50, los relojes Rolex lucen en su esfera el título de ‘Cronómetros Superlativos’, lo que no deja a dudas de esa fiabilidad cronométrica que siempre ha sido el objetivo primordial de todas sus creaciones. Pero en 2015, la compañía decidió redefinir los términos y exigencias cronométricos siguiendo sus propias normas, más estrictas que las marcadas por el Control Oficial Suizos de Cronómetros (COSC). Rolex ha desarrollado para ello metodologías inéditas y se ha dotado de un equipamiento de alta tecnología para seguir controles que afectan a la hermeticidad (tanto del agua como del aire, la cuerda automática, las posiciones del reloj y su rotación, la lectura horaria y la reserva de marcha…) todo con una única misión, garantizar que todos lo relojes Rolex tienen una precisión que se mueves en -2/+2 segundos día, o lo que es lo mismo más del doble de lo que exige el COSC. Rolex siempre ha llevado su propio camino, pero en términos de precisión ha sido el que ha marcado la senda a los demás. Y todo gira alrededor de su Oyster.

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