ADEMÁS DE CREAR UN AMBIENTE DE SERENIDAD y un tanto confidencial, en ocasiones de misterio, suelen desprender los más diversos aromas. Sus luces vacilan constantemente, lo que logra que la intensidad varíe en cada momento. Testigo mudo de una pareja de enamorados en torno a una mesa, de las tartas de cumpleaños en un animado ambiente festivo, de esperanza y veneración en los templos…, de espacios que adquieren otra calidez y dimensión con su presencia, las velas llevan alumbrando nuestra existencia desde tiempos inmemoriales. Si alguien temió por su desaparición con la llegada de la electricidad, se equivocó.
El nombre más antiguo del mundo, y el último en el terreno de la artesanía de lujo en este universo que existe en Francia, porta la firma de Trudon. En 1643, el año en que Luis XIV era nombrado rey con tan solo cinco años, un caballero que atendía al nombre de Claude Trudon se hacía con un comercio en la hoy prestigiosa rue Saint-Honoré, muy cerca del jardín de las Tullerías. Hace ahora 380 años de aquello. Entre las ocupaciones de monsieur Trudon, se hallaba la de cerero y candelero, oficios de lo más demandados por entonces: recordemos que hasta la llegada de las primeras lámparas incandescentes, a finales del XIX, las velas eran imprescindibles para dar luz al interior de los hogares.
El paso de los años, el savoir faire y la fama creciente llegaron a convertir a Trudon en proveedores de la Corte gala y la Iglesia; de ahí la frase de su escudo, donde se aprecia un panal, y que recuerda que las abejas deo regique laborant (trabajan para Dios y el Rey). Y es que en el pasado, sus velas se realizaban completamente con cera de este insecto, emblema además de la Francia imperial. Llegaría también a ser conocida como Manufactura Real de Cera, y más tarde Imperial, en época de Napoleón.
Estamos ante “un producto altamente refinado, compuesto por elementos que han sido cuidadosamente seleccionados y ensamblados a mano”, explica a GENTLEMAN Julien Duvost, director artístico de la Maison. Y detalla esos elementos: “Ingredientes de cera natural de alta calidad que incluyen una mayoría de aceite orgánico europeo, perfumes sofisticados fabricados en Grasse, hilado a mano en Italia y tintado en el núcleo de vidrio”, pasando todo ello por las experimentadas manos de artesanos cualificados.
Si bien París es la ciudad de nacimiento y desarrollo de la que muchos califican como vela de excepción, desde 1901 se elaboran en Normandía, en el parque natural regional del Perche, y en concreto en la localidad de Mortagne-au-Perche. La producción diaria es de alrededor de 3.000 velas, unas 700.000 al año. Debido a la demanda creciente, Trudon ha ampliado su fábrica, que además de las creaciones con su nombre, produce las de Carrière Frères, firma más contemporánea e inspirada en la Naturaleza.
En cada etapa, se sigue un proceso donde el gesto manual es una constante. Por ejemplo, cuando se pega la reconocible etiqueta dorada en cada envase, antes de empaquetar minuciosamente el producto, que será expedido desde la región normanda a los diferentes rincones del mundo. Francia, Inglaterra, Estados Unidos, China y Corea son los principales mercados de esta Empresa del Patrimonio Viviente (EPV), sello de prestigio que reconoce la excelencia gala industrial y artesanal, subrayando el valor añadido del made in France. Entre sus propuestas, gruesas velas con cinco erguidas mechas y que tienen una vida de más de 300 horas. Y en cuanto a colaboraciones con nombres de la moda, las realizadas en cercanas fechas para Balmain, de la mano de Olivier Rousteing, su director artístico.
Nombres propios
Con tiendas sobre las dos orillas del Sena, en los barrios de Le Marais y Saint-Germain-des-Prés, fijamos la mirada en esta última; muy próxima al Senado y a los jardines de Luxemburgo. Allí, en el terreno de velas perfumadas emblemáticas, descubrimos las bautizadas como Ernesto, Abd el Kader y Cyrnos, un trío de éxito planetario, o los que acompañan nombres como Joséphine, Balmoral, Dada o Trianon, entre la amplia referencia. Como amplio es también el nombre de los ilustres clientes: desde María Antonieta, Luis XIV o Napoleón –de hecho, la firma propone bustos de estos últimos en cera– a Catherine Deneuve, los Beckham o Mariah Carey. Además, en 2017 Trudon se adentró en el terreno de los perfumes, con creaciones como Aphélie, Mortel, Révolution o Vixi.
¿Hay coleccionistas de velas Trudon? “Sí. Siempre es una grata sorpresa, como un cumplido inesperado. En gran parte trabajamos para ellos”, nos cuenta el director artístico de esta empresa que da empleo a alrededor de cien personas. Entre algunos destacados encargos que han realizado, velas para el decorado de la película Jeanne du Barry, con el actor Johnny Depp.
Al abrigo de la Francia real e imperial, nacieron nombres referentes de la artesanía y el savoir faire, algunos de los cuales aún perduran, caso de la Maison Trudon. Ideal para regalar o regalarse… y sentirse como un rey de los de antes.