Tócala otra vez, Monk: la historia del genio incomprendido del jazz
Esta es la historia de un pájaro que vuela, salta barreras y burla aduanas y fronteras, anunciando con un coro de trompetas el triunfo de la improvisación y el ritmo salvaje de la libertad. La única banda sonora capaz de poner a bailar nuestros pies, corazón y cabeza al mismo tiempo. El milagro de la […]
Esta es la historia de un pájaro que vuela, salta barreras y burla aduanas y fronteras, anunciando con un coro de trompetas el triunfo de la improvisación y el ritmo salvaje de la libertad. La única banda sonora capaz de poner a bailar nuestros pies, corazón y cabeza al mismo tiempo. El milagro de la música en estado puro. El jazz.
Thelonious Monk nace en 1917 (Rocky Mount, Carolina del Norte), y tres años después su familia se traslada a Nueva York. Autodidacta, comienza a tocar desde muy niño aprovechando el piano en el que ensayaba su hermana, pasando su adolescencia sacando brillo y aleluyas a las teclas del órgano de la iglesia bautista de su vecindario.
En 1935 se larga durante un par de calendarios acompañando al piano los sermones de un predicador evangelista. A su vuelta recibe el flechazo del jazz, música en la que marcaría un antes y un después gracias a su estilo innovador, atrevido y expresivo, formando su propio cuarteto, intentando ganarse las habichuelas en toda clase de garitos y antros.
Hasta que en 1941 es contratado como pianista de la casa del legendario Minton’s Playhouse de la calle 118 de Harlem, club en el que compartió escenario con músicos de la reputación de Charlie Parker o Dizzy Gillespie, y donde a la postre se engendraría el fenómeno del bebop. Pero a pesar de su frenética actividad, Monk estrena la década de los 50 siendo prácticamente un desconocido.
Un genio incomprendido que provoca entre sus compañeros de escena grandes apuros para seguir el ritmo en directo de sus fantásticas improvisaciones. La racha cambia cuando un productor le propone grabar temas de Duke Ellington y hacer su música más accesible. Y ahí surge su mítico Brillant Corners.
A partir de entonces llegan los contratos y las giras, pero él jamás dejó de arriesgar y experimentar. En 1973, de repente, se retira de los escenarios: padece una enfermedad mental que le obligará a permanecer aislado hasta que en febrero de 1982 un infarto cierra definitivamente el telón del pianista más cuerdo de remate de la historia del jazz.