Abercrombie & Fitch: gordos abstenerse, por favor
Todos sabemos que los jóvenes son presa fácil del marketing y Mike Jeffries, director general de A&F, lo sabe aún mejor. Una tienda Abercrombie se huele y se oye desde lejos: los establecimientos son rociados cada hora con colonia de hombre llena de feromonas y cada mes la música de las tiendas se produce en […]
Todos sabemos que los jóvenes son presa fácil del marketing y Mike Jeffries, director general de A&F, lo sabe aún mejor. Una tienda Abercrombie se huele y se oye desde lejos: los establecimientos son rociados cada hora con colonia de hombre llena de feromonas y cada mes la música de las tiendas se produce en exclusiva para ellos. Nunca se sabe si entras a una tienda o a un exclusivo club de chicos guapos, rasurados y superpopulares.
Lejos quedan los tiempos en los que Abercrombie & Fitch era un refugio de caza con alfombras escocesas en el que los auténticos y profundos norteamericanos se abastecían de ropa para sus expediciones. Theodore Roosevelt, Charles Lindbergh o Harpo Marx eran asiduos de la casa. Incluso hay quien dice que Ernest Hemingway compró en A&F la pistola con la que se suicidó. Era “la tienda de artículos deportivos más grande del mundo” según rezaba su slogan en 1939, pero de poco le sirvió porque fue dando tumbos hasta la bancarrota en 1977. En 1988 Limited Brands, dueña también de Victoria’s Secret, la compró y decidió resucitarla. Y la resurrección fue fácil, si Victoria’s Secret vendía ángeles, Abercrombie vendería querubines.
Polos, camisetas y vaqueros visten a eternos universitarios atléticos y... ¡a nadie más! Abercrombie es tan sectario que tiene ya hasta sus propios frikis, los ‘Aberzombies’ pijos obsesionados con las marcas y con parecer eternamente jóvenes. El ‘Aberzombie’ número 1 es su propio consejero delegado. El señor Jeffries no ha dejado ni un surco de su cara exento de botox y vive aterrorizado por la vejez, aunque habría que ver si sus pectorales siguen siendo dignos de lucir alguna de sus camisetas para imberbes.
Ninguna de sus acciones está exenta de polémica: ha retirado las tallas grandes de la firma porque no quiere vestir a gordos, ha recibido acusaciones por discriminación étnica que le costaron 45 millones de dólares en indemnizaciones y lo mejor de todo, pagó una cantidad bastante suculenta de dinero al Jersey Shore Mike Sorrentino (‘The Situation’) para que no volviera a llevar nunca en la vida ropa de su firma.
Mendigos ‘in style’
En 2006 Jeffries hizo unas declaraciones muy poco afortunadas al decir que la marca solo se dirigía hacia gente guapa y cool. Como las hizo en medio de la fiebre internacional en la que no paraban de abrir tiendas por todo el mundo, nadie se hizo eco de ellas. Pero ahora han salido a la luz. De ello se ha encargado el creador audiovisual Greg Karber que ha decidido lanzar una campaña, también bastante agresiva, para reventar la imagen de la marca. Bajo el lema #FitchTheHomeless anima a regalar camisetas a los sin techo, grabarlo en vídeo y colgarlo en YouTube. No se sabe cuál de los dos es más cruel, si el que solo quiere vestir a los reyes del baile o al que utiliza a los vagabundos para desprestigiarlo.
En cualquier caso, la era Abercrombie parece estar pasando a la historia. En su país natal hace tiempo que no cuenta con muchos adeptos y en el resto del mundo empiezan ya a resquebrajarse los muros de palacio. Las acciones bajaron casi a la mitad en 2012 y se rumorea una nueva puesta en venta de la firma. Igual es buen momento para ir a hacerse una foto con los chiquitos de la puerta y a gastarse 90 euros en un polo con un alce en la pechera... puede que dentro de unos años sea una auténtica joya vintage.