Richard Avedon, el amante de París
En el mundo de la moda, de la fotografía creativa o de la creatividad en general, no hay mayor crítica al trabajo de un artista que la calificación de “predecible”. Un adjetivo que Richard Avedon, quien se convertiría en el fotógrafo de moda más innovador e influyente de la historia, tuvo que escuchar de los […]
En el mundo de la moda, de la fotografía creativa o de la creatividad en general, no hay mayor crítica al trabajo de un artista que la calificación de “predecible”. Un adjetivo que Richard Avedon, quien se convertiría en el fotógrafo de moda más innovador e influyente de la historia, tuvo que escuchar de los labios del mismísimo Alexey Brodovich, director de arte de Harper’s Bazaar. “Previsible”. Un mazazo y un revulsivo. Avedon, con solo 23 años (nació en Nueva York, en 1923), cogió entonces a un grupo de modelos y se las llevó a la playa –fotografiar en exteriores era algo impensable por aquel entonces–, y cuando Brodovich vio el resultado le contrató dándole libertad absoluta mientras que al resto de la profesión ver a modelos sin zapatos ni guantes le pareció el colmo de la vulgaridad.
Fue a través de la publicación dirigida por Diana Vreeland, revista para la que el fotógrafo trabajaría dos décadas antes de pasar a Vogue, como Avedon conocería París, sus salones de costura, sus calles brumosas, sus artistas y personajes. Y también como París encontraría uno de sus mejores embajadores, alguien cuya visión de la ciudad, cuyo amor visual y capacidad para perfilar el carácter de esta urbe infinita sería comparable al de su admirado Henri Cartier-Bresson.
Se inició así un idilio trenzado de retratos a personalidades como Jean Cocteau, Coco Chanel, Catherine Deneuve, Jean Genet o Jeanne Moreau con un estilo fotográfico directo en el que habitualmente usaría un sencillo fondo blanco y cuya iluminación sería directa, abandonándonos brutalmente frente al sujeto fotografiado, con su esencia. Esta técnica, que se adelanta a lo que más tarde se llamaría nueva objetividad, y que el fotógrafo alemán Thomas Ruff revitalizaría en los 90, tuvo su origen en los días en los que el joven Avedon se enroló en el ejército estadounidense durante la segunda gran guerra y, debido a los conocimientos que había adquirido en fotografía, fue destinado a retratar a los reclutas que después partirían al frente.
Pero su fuerte serían siempre los encargos para fotografiar colecciones de moda, llevando a esta más allá de sus propios límites en sesiones que transformarían la imagen de París con el impulso de un simple cliché. El chic francés se reconocería así en la elegancia inusitada y cotidianamente excéntrica de sus modelos, despertando la belleza de los rincones conocidos de la ciudad en un ejercicio de frescura y precisión que Avedon imprimía en cada una de sus visiones parisienses. Versos de una perpetua chanson d’amour. (La France d´Avedon. Vieux monde, new look, puede verse en la Biblioteca Nacional de Francia hasta el 24 de febrero de 2017).