El 'Tiburón' de Citröen, un mito automovilístico que perdura
Nada es casualidad en esta vida. Que el Citroën DS se pronuncie “Déesse”, diosa en francés, tampoco. El icónico modelo fabricado en París lleva más de seis décadas de éxitos y reconocimientos que se resumen en uno solo: ser el coche más bello de todos los tiempos, superando a marcas y modelos tan representativos (y […]
Nada es casualidad en esta vida. Que el Citroën DS se pronuncie “Déesse”, diosa en francés, tampoco. El icónico modelo fabricado en París lleva más de seis décadas de éxitos y reconocimientos que se resumen en uno solo: ser el coche más bello de todos los tiempos, superando a marcas y modelos tan representativos (y exquisitos) como el Ferrari 278 GTB, el Jaguar E-Type o el Lamborghini Miura.
El principal responsable, su diseñador, es el escultor italiano Flaminio Bertoni, creador de otros modelos históricos como el 2CV o el Traction Avant. Sin embargo, el DS fue su gran obra maestra. En él invirtió 18 años de desarrollo hasta que, por fin, el 6 de octubre de 1955, en el Salón del Automóvil de París, el mundo entero conoció el DS 19. Bajo esa apariencia y diseño futurista se escondía, además, uno de los sistemas más avanzados de ayuda a la conducción: la suspensión hidroneumática autonivelable, que hoy sigue vigente en modelos como el C5 (y anteriormente en el C6). Las soluciones técnicas se completaban con unos frenos de disco (fue el primer coche fabricado en serie en montarlos), un cambio semi-automático de cuatro velocidades sin embrague, el repartidor de frenada y la servodirección hidráulica.
Todo ello, propulsado por un motor de 1.900 cc que tenía una potencia de 75 CV. Comodidades y equipamiento que dispararon su importe hasta los 930.000 francos, unos 25.000 euros. Pero, pese a su precio, la reacción por parte del público fue tan positiva que en menos de una hora ya había cerca de 750 pedidos, 12.000 al acabar el día y, al cierre de la feria, diez días después, Citroën ya había recibido 80.000 solicitudes. Una auténtica locura.
No obstante, el DS no se libró de la polémica. Aunque el sistema hidráulico había sido sometido a duras pruebas durante su desarrollo, al tener que hacerse cargo de multitud de funciones (transmisión, dirección y frenos), sufrió frecuentes averías en los primeros modelos, que quedaban inmovilizados y con un preocupante charco de líquido bajo la carrocería. La empresa utilizó a los propios clientes para analizar los problemas y experimentar las soluciones, e incluso creó un equipo destinado a realizar un seguimiento exhaustivo de los afectados para resolver los fallos con rapidez.
Afortunadamente, Citroën logró solventar las anomalías y el DS volvió al camino del éxito. Circunstancia que se complementó con la producción del Citroën ID, una versión que suprimía los circuitos hidráulicos y resultaba más económica (650.000 francos, unos 17.700 euros); o con la llegada de nuevas carrocerías, como el DS Cabriolet (descapotable), el DS Break (familiar) y el DS Presidentielle (con 6,53 metros de largo). Paralelamente, fue aumentando la potencia de sus motorizaciones, dando lugar a los DS 20, DS 21 y DS 23, con más de 2.0 litros de cilindrada y con potencias de 91, 100 y 130 CV, respectivamente; y también la oferta de acabados, con el DS Pallas como referente, que incluía elementos de auténtico lujo, como asientos de cuero, embellecedores cromados o pintura metalizada exclusiva.
A finales de los 60, se rediseñó el morro, incorporando dos pares de faros direccionales situados bajo un mismo cristal que iluminaban en función del grado de giro del volante y de la altura de la suspensión. Esta modificación fue la causante de que en España empezara a conocerse como 'Tiburón', dado que su frontal recordaba al del escualo.