Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1932

El monarca de los récords: Omega vuelve a ser Cronometrador Oficial de los Juegos Olímpicos

Omega ha hecho de su capacidad para innovar en el cronometraje deportivo uno de sus argumentos más sólidos; y de los Juegos, el mayor y mejor escenario para hacerlo realidad. Esta será su participación número 31.

Será la trigésimo primera vez desde 1932 que Omega está presente en unos Juegos Olímpicos. Lo hará en París, donde desempeñará su papel de Cronometrador Oficial en las 329 pruebas olímpicas de 32 deportes, seguidas de los Juegos Paralímpicos. París 2024 marcará el siguiente salto adelante en el campo del cronometraje moderno. Elevando los estándares de precisión y rendimiento, Omega no solo medirá los resultados que separan las tres medallas, mejorará también los registros de control gracias a la nueva generación de cámara de photofinish, y con un elemento más: el análisis de datos mostrará, con todo lujo de detalles y de forma exacta, cómo se gana o se pierde cada prueba.

Y como siempre, también habrá un reloj que identifique estos Juegos con el espíritu Omega. En esta ocasión es un Speedmaster Chronoscope París 2024. En caja de 43 mm y disponible en oro Moonshine o en acero, la esfera luce impresas tres escalas de cronometraje en un diseño ‘caracol’ que fue utilizado en los años 40 y que ofrece la información de un taquímetro, un pulsómetro y un telémetro. En el fondo, aparece grabado el logotipo de París 2024 pulido en espejo y los aros olímpicos, y en el interior, se encuentra el calibre Co-Axial Master Chronometer calibre 9908.

Recuperando el hilo de la historia atesorada por Omega en los Juegos Olímpicos, decir que todo empezó para la firma de Bienne en 1932, en Los Ángeles. Aunque la participación de atletas fue la más baja desde 1904, sin embargo para el cronometraje fue un año trascendental. Era la primera vez que se elegía a una sola empresa relojera como cronometradora oficial de unos Juegos Olímpicos. A Omega le precedía su reputación pues había conquistado distintos premios de precisión. Para la ocasión, Omega viajó de Bienne a Los Ángeles con 30 relojes, obviamente certificados como cronómetros. Desde entonces, el fabricante suizo no ha parado de innovar en este territorio.

Juegos Olímpicos Tokyo, participación de Omega.
Revisando la photofinish de una prueba de atletismo. Omega puede presumir de ser la compañía relojera de los Juegos Olímpicos, con 31 ediciones.

Sería imposible comprimir en un solo artículo todo lo conseguido, pero existen una serie de momentos que marcan su evolución y también el éxito. A menudo se hace referencia a la célula fotoeléctrica como una de las innovaciones más significativas de Omega. Esta tecnología sustituyó la cinta de línea de meta por un haz de luz altamente reactivo que, en cuanto el primer atleta cruzaba la línea de meta, su tiempo de carrera se detenía electrónicamente y podía medirse con una precisión de 1/1000 de segundo. Era 1948.

Ese mismo año, con apenas unos meses de diferencia, se presentaba otro desarrollo que marcaría el cronometraje deportivo moderno. Hablamos del photofinish, que podía demostrar el orden exacto de llegada a la línea de meta. En Londres, este dispositivo solo se empleó para determinar las clasificaciones finales, no los resultados oficiales. Fue un notable avance que se consolidó en Helsinki 1952, cuando la cámara había pasado ya a llamarse Omega Racend Timer. Omega fue entonces también reconocida por aquellos 20 años en los Juegos Olímpicos con la Cruz del Mérito del COI (Comité Olímpico Internacional) por sus “excepcionales servicios al mundo del deporte”. Como no podía ser menos, la firma relojera presentó otra innovación de calado: el Omega Time Recorder de cuarzo.

Los Juegos de invierno de 1956 en Cortina d’Ampezzo también trajeron una aportación: por primera vez se utilizaron las puertas de salida para el comienzo de cada prueba alpina. Pero sin duda, la gran novedad de ese año se vería plasmada en la pileta de la piscina de Melbourne. En esos Juegos se introdujo un equipo que cambiaría para siempre el futuro del cronometraje en la piscina: el Swim Eight-O-Matic, el primer cronómetro semiautomático de natación del mundo. Permitía a los cronometradores distinguir entre los nadadores que terminaban prácticamente al mismo tiempo.

Omega Scan’O’Vision supone la entrada de la medición digital, de 1992.
Omega Scan’O’Vision supone la entrada de la medición digital, de 1992.

Omega llegó a Roma 1960 con novedades como la cámara de photofinish integrada, donde temporizador y cámara se habían miniaturizado y estaba equipada además con un tanque de revelado instantáneo. Las apariciones de Omega en los Juegos siempre han estado jalonadas con novedades y avances en sus sistemas de cronometraje. Desde la llegada en Insbruck 64 del nuevo telescopio Omega, que introdujo el concepto de información deportiva en tiempo real, al Game-O-Matic de 1980 en Lake Placid, con una tecnología que podía calcular y mostrar la clasificación de un atleta en el momento en que cruzaba la línea de meta, la nómina es amplia. El Cronometraje Integrado se introdujo en los Juegos Olímpicos de Invierno de Grenoble (1968) y aportó mucha más importancia a los datos que producía Omega, añadiendo información y estadísticas. Ese mismo año, en Ciudad de México, llegó la Omega Photosprint, donde el tiempo se vinculaba a la fotografía. Se puede afirmar que nacía el cronometraje deportivo moderno, pues eran capaces de tener las imágenes reveladas en 30 segundos.

Pero sin duda, fue la Photosprint 2 la que marcó la evolución de la medición de los tiempos en unos Juegos Olímpicos. La sucesora de la versión original de 1968 llegó para quedarse durante más de una década: estuvo en las ediciones de Montreal 1976, Moscú 1980, Los Ángeles 1984 y Seúl 1988.

El Speedmaster Chronoscope de Omega.
El Speedmaster Chronoscope en oro Moonshine o acero. En el fondo de la caja tiene estampado un medallón que muestra el logotipo de París 2024.

En 1984, Omega introducía otro elemento revolucionario y determinante: el primer sistema de detección de salidas falsas. El equipo era extremadamente sensible y preciso; además, Omega instaló altavoces detrás de cada bloque de salida para que los competidores oyeran la señal al mismo tiempo. Un sistema similar de salida falsa se incluyó en natación y su precisión permitió detectar la irregularidad de tres equipos de relevos en cinco finales. Seúl 88 fueron los primeros Juegos Olímpicos de verano con cronometraje informatizado, y antesala de lo que llegaría en 1992, cuando Omega introduce Scan-O-Vision, que mide digitalmente los tiempos con una precisión de 1/1000 de segundo.

Tras un paréntesis entre 1996 y 2004, donde el cronometraje correspondió al Grupo SMH –empresa matriz de Omega–, Torino 2006 marca el regreso de la compañía a su puesto de Cronometrador Oficial de todos los eventos. Era la 22ª vez que la marca desempeñaba este papel, y no defraudó. Omega registró 105.510 tiempos, así como 2.582 distancias, 10.891 velocidades y 72.122 marcas.

Con una resolución mejorada de una millonésima de segundo, el nuevo Quantum Timer debutó en Londres 2012 y marcó el comienzo de una nueva generación de productos cronométricos de la marca. La resolución era 100 veces mayor que la de los dispositivos anteriores y era cinco veces más exacto. Otro detalle importante es que Omega, en todas estas participaciones, ha buscado soluciones para todas las disciplinas deportivas; sin excepción. Ahí están las evoluciones de medición de tiempos sobre hielo a través de tecnología láser o el sistema de sensores implementado en los Juegos de Río de 2016. Pekín aportó al cronometraje la llegada del monobob, y algunas actuaciones reconocidas en el patinaje artístico y el snowboard. Ahora es el turno de París, donde lo que está garantizado, por supuesto, es que Omega romperá sus récords. Para ello se ha preparado.

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